Don Guillermo gráfica

Don Guillermo

Autor: Pablo Guerra, Laura V. Álvarez, Laura Guarisco, Pavel Molano, Diego Zhaken Ruiz y Franc Sara.

En esta novela gráfica, parte de la colección El país de Guillermo Cano, jóvenes creadores conectan el arte, la historia y el periodismo a partir de la vida de Cano, para reivindicar su legado y presentarlo como un humano sensible y crítico con la realidad de su tiempo.

Esta es la introducción de la novela gráfica Don Guillermo. Léela completa acá.

 

 

«Seis viñetas a una biografía gráfica coral», por Marisol Cano Busquets

I

Guillermo Cano está tan presente en nuestras vidas, que es como si no no lo hubiéramos perdido. A lo largo de 39 años lo he encontrado en la fuerza de sus palabras y en la claridad de sus ideas. Suele aparecer en actitudes, reacciones, hábitos, filias y fobias que hoy son nuestros, pero que ayer fueron los suyos. Nos sonríe cuando atravesamos cada mañana el pasillo de la casa y de reojo miramos su fotografía entre los libros de la biblioteca. Se asoma, de vez en cuando, en el trabajo de aquellos periodistas que persisten en el ejercicio libre, independiente y honesto de la profesión. Pero nunca me había sorprendido dando saltos, de un cuadro a otro, en una biografía gráfica que nos lo trae de vuelta con su caminar jorobado, su mirada noble, su coraje frente a la máquina de escribir, sus manos en los bolsillos y su cigarro en la boca.

El Guillermo Cano de Don Guillermo es uno en el que convergen las sensibilidades, las miradas, los trazos y el estrecho vínculo que tienen sus autores con la memoria y la historia de nuestro país. Revisitar a Guillermo Cano en este proyecto colectivo de un grupo de jóvenes creadores y artistas colombianos —que alcanza gran factura gráfica y narrativa con el lenguaje del cómic, la fuerza de las imágenes y la riqueza del dibujo— nos conecta con una dimensión fundamental de la vida periodística del director de El Espectador: su capacidad de estimular la imaginación y el pensamiento y la convicción de hacer de ese diario una casa abierta y generosa para la creación, las expresiones culturales y el debate de las ideas. Los espacios para la cultura que Guillermo Cano abrió y defendió en El Espectador no fueron marginales. Tenía la certeza de las posibilidades de transformación que dan los proyectos culturales en el ámbito de los medios de comunicación (y en los medios mismos como proyectos culturales) a una sociedad fragmentada, marcada por las violencias y una profunda crisis de convivencia.

II

«Cuando la verdad es remplazada por el silencio, el silencio es una mentira», nos recuerda Evgeny Evtushenko en uno de sus poemas. En la esencia del periodismo está la verdad. Y la verdad en el periodismo no es la verdad como la entienden las religiones, la filosofía o la ciencia; no es absoluta, es una búsqueda, un proceso, un «viaje prolongado», como lo plantean Kovach y Rosenstiel. La verdad así comprendida es algo poco valorado del trabajo cotidiano que hacen los periodistas. No suele darse la importancia que merece al acervo documental recabado por ellos, fruto de sus preguntas, sus investigaciones, sus búsquedas, sus confrontaciones, sus análisis y sus interpretaciones de la realidad. Lo que tenemos como país en la memoria y los archivos, producto del ejercicio del periodismo, es realmente significativo para conocer y resignificar los hechos, cómo estos fueron vividos en sociedad y qué repercusión tuvieron en el devenir de la historia.

En Don Guillermo, el trabajo con los archivos, en este caso con los de El Espectador, resulta fundamental y adquiere un rasgo distintivo muy valioso: acercarse a ellos con la mirada del guionista, del dibujante y del historiador. Desde esa mirada, rica y particular, emergen otras preguntas, se establecen conexiones que responden a una idea narrativa, se recaban piezas que deben contribuir a plasmar un rasgo, una atmósfera, un ambiente, un sentido, una geografía. Se añade el desafío de narrar con una dimensión estética, y en lenguaje gráfico, lo que se ha desentrañado en los acervos documentales y fotográficos del diario. El acercamiento que hacen a estos archivos Laura Valentina Álvarez (investigadora y dibujante) y Pablo Guerra (guionista) para Don Guillermo parte de las preguntas sobre cómo querían contar la historia, qué necesitaban encontrar en el material fotográfico y en la colección de El Espectador para contarla de esa manera, para construir el personaje y relatar sus vivencias, para ubicar espacial y temporalmente a los lectores. Asumieron el bello desafío de interpretar gráficamente la cotidianidad del periodista y el país que le tocó vivir, reportear, interpretar y valorar.

III

La coral de creadores que nos presenta Don Guillermo comparte un marcado interés por la historia de nuestro país, por la memoria, por interpretar los acontecimientos y leer críticamente cómo nos hemos constituido como sociedad, cuáles son nuestros dolores y nuestros problemas. Lo hacen desde su punzante oficio, desde las posibilidades que el lenguaje gráfico les brinda. Se trata de un grupo que, desde cada una de sus trayectorias personales, ha conectado el cómic con contextos, realidades y personas para interrogar el pasado desde una mirada abierta y creativa; de un grupo que cree en la libertad y la independencia, rasgos que los conectan directamente con la esencia de esa manera de entender y ejercer el periodismo que caracterizó a Guillermo Cano.

Su trabajo, en este proyecto, muestra con claridad esa apuesta por «historietar» épocas, personajes y momentos de un pasado que no vivieron, pero que marcó su sensibilidad y sus ideas. Se observa cómo hilan y conectan esa sensibilidad y esas ideas con el periodo de la historia de Colombia que tuvo a Guillermo Cano como reportero y como director de El Espectador, pero también con las luchas que se han dado desde el periodismo y la cultura por defender el derecho a las libertades de prensa y de expresión. En nuestro país se olvida fácil el sacrificio de tantas personas y el costo que tiene para una sociedad perder tales derechos. Esta coral nos cuenta la historia de estas luchas, con renovadas miradas, pero con firmeza similar. Los dibujos de Guillermo Gano recogiendo los destrozos dejados en el edificio Monserrate por los ataques del 6 de septiembre de 1952 o escribiendo sus piezas periodísticas «El “periodismo sitiado”» (1958), «Si eso es oposición» (1979), «Lo mismo uno que cien…» (1980) o «La credibilidad de un periódico» (1983) contribuyen a resignificarlas para las nuevas generaciones, en una época que tiende a desprestigiar la labor periodística y el valor del periodismo de calidad, libre, transparente, guiado por el bien común y la responsabilidad pública.

IV

El dibujo es una forma de pensamiento y esto se puede observar en los seis capítulos de Don Guillermo. Sus autores logran interiorizar y ampliar perspectivas, aportar su voz propia, su tono y sus texturas. Hacen artístico lo que está atravesado por la política, para la comprensión del personaje y la historia del país, con base en el cuidadoso trabajo de archivo que respalda el libro, realizado por la historietista, literata, artista visual, investigadora y productora de proyectos editoriales Laura Valentina Álvarez y la delicada construcción del guion, que estuvo en cabeza del historiador del cómic en Colombia, editor e investigador Pablo Guerra. Resalta una manera singular de aproximarse a la memoria con un archivo físico, no digital, y un gran equipo de dibujantes. Laura Valentina, además, hace un trabajo magistral para enlazar gráficamente, con mucho sentido y coherencia, los seis capítulos de la biografía.

Esa combinación de narrativa visual y sucesos, que se sustenta en el arte secuencial y la ilustración para contar la historia y transmitir emociones, se materializa de forma diferente, pero con una gran consistencia y riqueza estilística en cada uno de los capítulos de la biografía gráfica. Laura Guarisco, ilustradora independiente y ganadora del Premio Nacional de Novela Gráfica en 2024, nos trae en los capítulos uno y dos al joven Guillermo Cano, en sus primeros años como reportero, para dejarnos vivir, a través de sus trazos, el ambiente de una redacción vibrante y creativa, rica en debates intelectuales, que debía enfrentarse a las manifestaciones de violencia y a la presión que caracterizaron los años cincuenta del siglo pasado. En el capítulo tres, Juan Francisco Sánchez, artista, autor de tiras cómicas, profesor de ilustración y narrador visual, vincula la vida familiar y la vida periodística del personaje, haciendo una representación de la realidad desde la expresión dibujada y la confluencia creativa de tratamiento de recursos fotográficos y documentales, logrando una gran maestría al evocar lugares, situaciones y personas imprescindibles en esta historia, como el edificio Monserrate, la conversación relajada de Guillermo Cano y Gabriel García Márquez o el cabezote de El Espectador encadenado. Pavel Molano, realizador de cine y televisión, creador de fanzines y editor, nos acerca en el capítulo cuatro a una etapa pujante e innovadora de El Espectador, con el traslado estratégico de su sede del centro de Bogotá a la zona industrial, y la expansión del diario por todo el territorio nacional, bajo una visión de país plural, de regiones, multicultural y de gran riqueza ambiental. Sin duda, sus dibujos, las secuencias y el manejo escénico de la historieta, los picados y contrapicados que dan dinamismo y movimiento, nos ponen en contacto con esa geografía diversa, con los desafíos fantásticos de llevar un ejemplar del periódico a cada rincón de Colombia, es decir, con la magia de la circulación de ideas y la conexión con los ciudadanos. En contraste, el capítulo cinco, del mismo Pavel, retrata el coraje de un periodista que enfrenta con el mismo arrojo el poder destructor de libertades que fue el Estatuto de Seguridad o el poder arrasador de un grupo financiero que engañó a sus ahorradores y puso en jaque la sostenibilidad económica de El Espectador. El diseñador gráfico, autor de cómics y movilizador de colectivos creadores Diego Zhaken es coherente al dejar que la fuerza de la oscuridad sea la impronta del capítulo seis, con los difíciles años de emergencia y el fortalecimiento del poder destructor de los carteles del narcotráfico. Quizá sean las escenas de mayor recordación sobre el personaje de la historia, pero, en esta ocasión, narradas desde un ángulo y una composición que conectan con otras formas del dolor.

Cada Guillermo Cano, cada rincón de la redacción de El Espectador, cada espacio urbano de Bogotá, cada ambiente de país, cada tensión de los sucesos colombianos, ganan en fuerza, riqueza y pensamiento crítico con esta coral que es Don Guillermo.

V

Libertad y memoria del corazón son hilos conductores con los que este grupo de creadores construye el relato gráfico de Guillermo Cano. Las viñetas, los planos, los ángulos, las secuencias narrativas, los gestos y las expresiones corporales del personaje están cargados del afecto, la empatía, la comprensión y el compromiso de los autores con la libertad y la memoria histórica. En un país y en una época cada vez más individualista y autorreferencial, es un motivo de esperanza encontrar un trabajo colectivo, interdisciplinario lleno de sentido, que nos muestra cómo desde el mundo presente podemos construir los mundos posibles que imaginamos. La conexión emocional que logran los autores con el personaje, y con un periodo de la historia contemporánea de Colombia, sin duda es una ventana que se abre para conectar con públicos no habituados a acercarse a nuestra historia. Hacerlo, además, desde una apuesta ética, humana, situada y empática añade valor. Nuestro país ha sido un escenario donde el periodismo ha costado la vida, dónde la verdad ha sido perseguida y donde la memoria es un campo en disputa.

Esta biografía gráfica nos recuerda lo que significa editorializar con firmeza; levantar la voz en defensa de la libertad de pensamiento; no tolerar la injusticia; apostar con tenacidad a la convivencia y la democracia, al respeto por el otro y por las ideas diferentes; analizar los hechos guiados por la honestidad de quien goza de la confianza del lector; nunca anteponer las conveniencias personales o los intereses episódicos por encima de la concepción superior de informar con veracidad y lealtad hacia los ciudadanos, rasgos todos que caracterizaron a Guillermo Cano.

VI

Don Guillermo constata que estamos ante uno de los lenguajes más complejos y difíciles del oficio gráfico y, a su vez, el potencial que este tiene como apuesta de memoria y creación en Colombia hoy. La narrativa gráfica de no ficción ofrece formas muy innovadoras para aproximarse a la microhistoria y a la historia general. Narrar la vida cotidiana; ambientarla con el acontecer social, político y cultural; relatar hechos recientes que gravitan en el presente, imprimiéndoles tensión, acción y sentimiento, nos muestra una explosión de creatividad que bien vale la pena recoger y proyectar en iniciativas como esta, impulsadas por el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes y por la Biblioteca Nacional de Colombia.

La expansión y el despliegue de la narrativa gráfica de no ficción es un fenómeno cultural que atrae a miles de lectores y creadores, transforma los circuitos culturales y de la edición en el país y aporta, también, a una dimensión pedagógica que posibilita conversaciones intergeneracionales, de particular importancia en este momento en el que nuevas fracturas y polarizaciones impiden que construyamos una mejor Colombia para todos y para todas. Entusiasma constatar el surgimiento de catálogos editoriales diversos, que toman riesgos, para hacer de este lenguaje uno de sus protagonistas.

Que en el Año Guillermo Cano se publique una obra gráfica que resignifica su vida y su legado movilizará sin lugar a duda a nuevos públicos en torno a la memoria y al ejercicio honesto del periodismo. En Don Guillermo se encuentran dos oficios estrechamente vinculados con el ejercicio del pensamiento crítico y la construcción de país.

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