Treinta y dos días duró la travesía marítima de la Global Sumud Flotilla, un convoy de 44 barcos tripulados por quinientos activistas que buscaban llevar ayuda humanitaria a la Franja de Gaza. El 31 de agosto zarpó desde Barcelona y alcanzó a recorrer casi setecientas millas náuticas. Cerca de la costa gazatí, la flotilla fue interceptada ilegalmente por la armada israelí el pasado miércoles 1 de octubre, una acción que se considera contraria al derecho internacional y lo acordado en la Convención de la ONU sobre el Derecho al Mar; la flotilla fue asaltada cuando se encontraba en un espacio de libre navegación. Entre la tripulación estaban Nkosi Zwelivelile, nieto de Nelson Mandela; la actriz Susan Sarandon; y la activista ambiental sueca Greta Thunberg. Alrededor de treinta personas de la tripulación eran latinoamericanas; dos eran colombianas: Luna Barreto y Manuela Bedoya. Todos fueron detenidos arbitrariamente por Israel.
Lo sucedido en la madrugada del primero de octubre estaba en la mente de toda la tripulación de la Global Sumud Flotilla incluso desde antes de zarpar. El riesgo de una ofensiva israelí era inminente, por eso los voluntarios —que sumaban múltiples saberes, entre la biología, el periodismo, la milicia, el derecho, y la naútica— aterrizaron una semana antes en España y se prepararon en Derecho Internacional Humanitario, aprendieron mínimos de navegación y establecieron rigurosos protocolos de seguridad.
La flotilla levantó anclas en medio de vítores y grandes manifestaciones en el puerto de Barcelona. A medida que avanzaba el viaje, el cansancio, el temor, el hambre y otros obstáculos fueron aflorando. En los puertos de Grecia, Italia y Túnez desistieron varios voluntarios. A algunos les pudo el miedo, a otros sus familias les rogaron volver. Con todo, la Global Sumud Flotilla avanzó en aguas mediterráneas.
Los días en las naves transcurrían entre guardias nocturnas de vigilancia, tareas de navegación, y dinámicas de convivencia entre extraños que en el mar se volvieron familia. Israel escaló las amenazas hasta llegar a acusar, sin pruebas, que los integrantes de la flota pertenecían a las milicias de Hamás. Para los dirigentes de extrema derecha israelíes, Luna y Manuela eran terroristas. Ellos, por el contrario, pasaron un mes en altamar aprendiendo de las diferentes experticias de los nueve que viajaban en su barco, el buque HIO: un italiano, una inglesa, un irlandes, un polaco, y dos malasias. Se turnaban las tareas, unos días cocinaban, otros días limpiaban. De esa manera sortearon las estrategias de terror con drones que les vigilaban constantemente.
Hace una semana, desde los drones se vertió ácido corrosivo y explosivos sobre algunos barcos, lo que les obligó a parar en el puerto más cercano. Desde el lunes 29 de septiembre, la tensión arreció y las noches pasaron en vela. El asedio con drones que empezó a la semana de haber zarpado, se hizo cada vez más fuerte y nadie en los barcos dormía.
Minutos antes del asedio, GACETA habló con Luna y con el documentalista Carlos Pérez Osorio, uno de los integrantes de la comisión mexicana en el mismo barco. Ambos sabían que la armada israelí tenía el objetivo de detener a como diera lugar la flotilla y todos sus tripulantes. Horas antes de la interceptación, Carlos lo había vaticinado: «Es hoy, nos van a chingar pronto. Mi intuición me dice algo». Así fue.
La operación naval inició atacando los barcos más grandes: Alma y Sirius. Después se interceptaron cuatro embarcaciones más, donde iban líderes políticos como David Adler, coordinador de la Internacional Progresista, o Ada Colau, ex alcaldesa de Barcelona. Tardaron dos días para completar la captura de las 44 embarcaciones. La última fue un pequeño velero, el Marinette. Antes de este, otra nave, el Mikeno había burlado a la armada y estuvo a poco más de cien kilómetros de la costa de Gaza, una hazaña que no sucedía desde 2016.
La última persona con quien habló Luna fue su esposo Amer, un refugiado palestino. Se conocieron en Líbano. Amer cuenta que Luna le dijo por teléfono que estaban siendo acorralados por una docena de barcos militares. Luego colgó abruptamente. «Lo último que supe de ella es que es resiliente y fuerte. Decidida a romper el asedio ilegal a Gaza», dice Amer. El paradero actual y el futuro cercano de todos los integrantes de la flotilla es incierto. El gobierno colombiano ha expresado que el consulado no ha podido ponerse en contacto directo con Luna y Manuela. Pero sí lo hizo con Amer, como él mismo le contó a GACETA: «Tienen un liderazgo valiente y humano; les agradecemos su existencia, a todos ustedes, colombianos. Como palestino, les estoy agradecido».
La Global Sumud Flotilla no alcanzó a entregar las trescientas toneladas de ayuda humanitaria que llevaba a bordo —medicinas, agua potable, y alimentos no perecederos—, pero sí logró movilizar en paralelo a miles de ciudadanos que exigen el fin un genocidio que desde desde 2023 ya suma 67.000 muertos y cuatro mil niños y niñas que han sufrido amputaciones, producto de las bombas y combates, y una cruda hambruna que asola toda la Franja de Gaza.
La génesis
Durante más de quince años, miles de personas han buscado romper el bloqueo marítimo que impone Israel sobre el mar gazatí desde 2007 para entregar alimentos y medicinas en Gaza. Los primeros en arriesgarse fueron 750 activistas, la mayoría turcos, en la flotilla Mavi Marmara. El desenlace fue trágico: diez muertos y sesenta heridos a manos del ejército israelí. Años después vinieron otros intentos como el de la Flotilla de Mujeres en 2016, y, en junio de 2025, Madleen, donde viajó por primera vez Greta Thunberg.
Ninguno de esos convoyes alcanzó a llegar a las playas de Gaza y entregar la ayuda; sin embargo, sí consiguieron abonar el camino: consolidaron una estrategia marítima de activismo internacionalista, su experiencia permitió mejorar las misiones, se convirtieron en ejemplo para otros que luego se ofrecieron a participar y han intensificado los debates alrededor de las acciones de Israel que van en contra del Derecho Internacional Humanitario.
Israel, por su parte, no ha cambiado su respuesta, que suele tener los mismos pasos: su armada naval captura embarcaciones —así infringe el Derecho Internacional a la libre navegación en aguas internacionales, según lo contempla la convención de la ONU sobre el derecho al mar— y lleva a toda la tripulación hasta el puerto de Ashdod, en territorio ocupado de Israel. Las personas capturadas pasan varios días privados de la libertad hasta su deportación. En el caso de la Global Sumud Flotilla, el Ministerio de Exteriores de Israel anunció que los 473 tripulantes capturados serán enviados a una prisión en Ketziot, en medio del desierto, muy cerca de la frontera con Egipto.
Las denuncias por malos tratos en las cárceles israelíes son usuales. Thiago Ávila y la eurodiputada francopalestina Rima Hassan, quienes hicieron parte de la flotilla Madleen, denunciaron tortura psicologica, aislamiento total, nulo acceso a agua potable, ventilación o luz, y otras condiciones indignas. Ávila estuvo en huelga de hambre durante los cuatro días de su detención. Las quinientas personas que zarparon de Barcelona con la Global Sumud lo sabían, y aun así se lanzaron a este viaje. En árabe, «sumud» quiere decir «perseverancia».
El 1 de octubre, mientras las noticias reportaban las interceptaciones, en las redes sociales los rostros de los cientos de activistas de la Global Sumud flotilla salían a la luz en videos que grabaron antes de zarpar. «Si estás viendo este video, significa que he sido secuestrado por las fuerzas de ocupación de Israel», se escucha al inicio de todos. Sus historias de solidaridad han sido un motor detrás de los intensos reclamos de justicia en las calles del mundo.
«Estamos en un momento de la historia muy diferente, y es lo que se ha buscado. Israel, con sus acciones, se ha puesto contra la pared. Puede que rompamos o no el bloqueo, pero lo que puede pasar es muy grande. Confío en que contamos con el apoyo de la sociedad civil», le dijo Luna a Gaceta, horas antes del asedio. Y antes de ser detenida, afirmó con seguridad: «Esta vez las cosas van a ser diferentes».
Luego de su captura, la perseverancia de la tripulación de la Global Sumud no ha dejado de dar frutos. El 1 octubre, el ataque a la flotilla desató un tsunami de protestas alrededor del mundo. En Roma, París, Madrid, Atenas, Ciudad de México, Bogotá, Ankara, Estambul, Barcelona y muchas más ciudades se registraron manifestaciones bajo el lema «Si tocan a la flotilla, nos movilizamos».
El grito de «Palestina libre» se ha tomado las calles del mundo. A la par, y en respuesta al ataque a la Global Sumud, una nueva flotilla de embarcaciones provenientes de Turquía e Italia se echaron al mar con la mirada en Gaza. El efecto dominó crece y crece.
Alianza entre sures
En la Global Sumud Flotilla viajaban comitivas de toda América Latina. «Estamos en diferentes puntos del mapa, pero en el mismo juego de ajedrez», dijo Luna, exiliada en el Líbano desde hace algunos años, sobre la relación de América Latina con Palestina. Ha dedicado los últimos años a trabajar en temas educativos con la diáspora palestina. «Nuestra voz exige el derecho a existir y así romper con años de explotación que nos han empujado a la pobreza», dijo Luna.
Durante la odisea de la Global Sumud Flotilla nació un vínculo especial, sobre todo entre las delegaciones latinoamericanas en el HIO. Las colombianas y el mexicano aprovechaban la tensa calma para ondear sus banderas junto a la whipala, característica de los Andes, que representa la igualdad entre pueblos.
Carlos vio la cara del despojo y el sufrimiento del pueblo palestino mientras trabajaba en la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), hace casi una década. Desde entonces ha investigado la diáspora palestina y se ha entregado a su causa. «Nos une la cultura, la lucha, la resistencia a la opresión. Somos pueblos hermanos y lo tenemos que hacer notar», le dijo a Gaceta.
Esa solidaridad puede entenderse desde el concepto «globalismo desde abajo» propuesto por el geógrafo brasilero Milton Santos, que buscaba explicar el poder de los pueblos oprimidos al crear relaciones de apoyo, resistencia y esperanza. La relación de Palestina con América Latina es histórica, pero no solo por la oleada de migración palestina que tuvo la región en la primera mitad del siglo XX, sino también por la lucha contra las grandes hegemonías del poder; en un caso Israel y en otro, Estados Unidos, dos fuertes aliados entre sí.
El 23 de septiembre, Gustavo Petro se explayó contra el genocidio en Gaza en su discurso en la Asamblea General de la ONU. Tras la detención de la flotilla, expulsó a toda la delegación diplomática de Israel en Colombia. Por otro lado, el apoyo de los gobiernos de los países europeos ha sido más endeble. Hace dos semanas, España e Italia, que hasta el momento habían mantenido una posición silente frente al genocidio en Gaza, se pronunciaron a favor de Palestina en mediod e la Asamblea de la ONU y decidieron enviar buques militares que tendrían un papel de apoyo a la Global Sumid Flotilla.
Un día antes de alcanzar la zona de bloqueo y donde era previsible el ataque naval israelí, esas embarcaciones militares se negaron a continuar y le pidieron a la flotilla cambiar su rumbo. La Global Sumud avanzó y su tripulación se opuso a esa solicitud. «Me enoja la simulación de todos los países de un supuesto apoyo», expresó Carlos en el punto de máxima tensión en la madrugada del martes. Y, a pesar de las múltiples detenciones, los buques enviados por Italia y España que estaban en una zona cercana, se mantuvieron al margen.
«La resignación es un lujo», dijo en varias entrevistas en el último año la feminista estadounidense Silvia Federici en relación con el papel de los movimientos sociales o de la sociedad civil ante el ascenso de la extrema derecha. «Formar parte de un proyecto que humanice a los palestinos y nos haga decir ya basta es ahora la misión más importante de mi vida», expresó Carlos en medio de la travesía.
«Palestina nos ha enseñado la resistencia y la resiliencia. Ese espíritu de abrazar, amar y morir en nombre de quienes somos, de nuestro sentido de identidad. Un espíritu que quiero llevar a Colombia cuando me sea permitido volver. En árabe palestino no existe una palabra para decir que son dueños de Palestina, que son dueños de la tierra, sino que se dice que son hermanos. Creo que eso también abraza mucho de las visiones de nuestros hermanos y de quienes viven en nuestros territorios», le dijo Luna a Gaceta.
Los tripulantes de la flotilla que están detenidos comparten la visión de un mundo en común. El silencio, la quietud y la resignación frente a la guerra, el genocidio, y la muerte eran lujo que no estaban dispuestos a contemplar pasivamente.
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