El periodista

Autor: Jorge Cardona

En la introducción de El periodista —una parte del especial El país de Guillermo Cano que reúne su palabra lúcida y comprometida, testimonio de un periodismo que entendió la historia desde adentro—, Jorge Cardona recuerda su legado. Cano firmó pocos textos, pero dejó una huella imborrable.

Este artículo hace parte del libro Guillermo Cano: el periodista, compilado por Jorge Cardona. Léelo completo acá.

 

Durante los 43 años en los que Guillermo Cano Isaza ejerció el periodismo, escribió mucho pero firmó poco. Desde su debut a finales de 1943 hasta su muerte en diciembre de 1986, fue revelando su estilo y sus influencias a la hora de escribir. Debutó como columnista taurino con el seudónimo de Conchito, en la columna «Templando y mandando». Firmó así veintitrés columnas hasta que, en 1945, asumió con su nombre y apellido y, además de sus recurrentes escritos sobre la fiesta brava, incursionó en las crónicas urbanas y regionales, que le dieron el tono y las habilidades para asumir la estructura de un texto. Al mismo tiempo, su aprendizaje en la disciplina cotidiana de la opinión le permitió entender cómo encarar el lenguaje editorial entre las talanqueras de la censura de prensa.

Al asumir la dirección de la edición del Dominical a partir de febrero de 1948, incentivó su escritura de largo aliento con textos de antología que dejaron testimonio de su defensa de la libertad de expresión o las memorias del periódico, lo mismo que su pasión por las crónicas de viajero o la orfebrería de la cotidianidad. De esta época de juventud y liderazgo, al asumir la dirección del periódico a los veintisiete años, surgieron escritos como «La jornada del 6 de septiembre», «Cómo se exterminan la pulga y la rata», «Mi personaje inolvidable», «El abuelo que no conocí», «París de día y París de noche», «Grandeza y miseria de España» y «El español, lengua muerta», entre otros, que dejaron advertir agudeza en la observación, fuerza conceptual en la crítica ytalento para armonizar los espacios y los tiempos.

La década de los sesenta fue en la que menos textos firmados dejó Guillermo Cano en las páginas de El Espectador. La mayoría de sus escritos aparecieron en su sección preferida, «Día a día», o como editoriales del periódico, pero quedaron múltiples testimonios de su intensa actividad editorial e informativa en distintos frentes noticiosos. Un silencio personal como autor que solo se vio interrumpido para insistir en su vocación como periodista deportivo, a partir de su amistad y colegaje con Mike Forero Nougués. Ambos fueron testigos de excepción del ataque terrorista durante los Juegos Olímpicos de Múnich en septiembre de 1972, y fue distintivo de la redacción verlos empeñados en la realización anual de la ceremonia del Deportista del Año, convertida desde 1961 en la gala social de El Espectador.

Por recomendación de su padre, Guillermo Cano volvió a firmar a partir de 1979, y lo hizo en una columna dominical que tituló «Libreta de apuntes», un espacio que entre septiembre de 1979 y diciembre de 1986 dejó un registro de siete años calibrando al país. En el momento en el que asumió esta disciplina profesional, el tema de discusión pública fue el Estatuto de Seguridad del Gobierno de Julio César Turbay, a quien dedicó varios editoriales de cuestionamiento. De igual modo abordó prejuiciosas temáticas como la publicidad política pagada o las inconsistencias del liberalismo, en medio de un país asediado por los flagelos de la insurgencia armada, el paramilitarismo, la corrupción y el narcotráfico. Leer cada «Libreta de apuntes» significó mirarse al espejo de una nación en crisis.

La crisis financiera de los años ochenta que puso al Grupo Grancolombiano en el foco mediático o los orígenes de la guerra contra el narcotráfico que hicieron sentir a Colombia la tragedia del terrorismo dejaron memoria de un periodista valiente que supo llamar las cosas por su nombre. Pero no solo alrededor de los grandes desafíos de la paz, el tráfico de estupefacientes o los derechos humanos se ocupó Guillermo Cano en su espacio: allí escribió de sus amigos, de sus recuerdos, de su familia, de sus preocupaciones simples y sus dificultades. Desde ese estrado lideró un periódico pluralista e incluyente que encontró el respaldo de miles de colombianos desde los lugares más recónditos de la geografía nacional. En esa bitácora personal sintetizó una vida dedicada al periodismo.

La mayoría de los textos incluidos en esta antología fueron escritos en «Libreta de apuntes», con motivaciones y contextos específicos que ratifican la importancia de cada composición. El propósito es que los lectores tengan a su disposición la palabra de Guillermo Cano y, junto a ella, una visión de las situaciones que determinaron esos mismos escritos. Cada apartado de esta antología está antecedido por el recuento de cada una de las cuatro décadas durante las cuales el director de El Espectador fue protagonista. «Yo soy yo y mi circunstancia», manifestó el filósofo español José Ortega y Gasset para advertir que la vida de los seres humanos se entrelaza siempre con su entorno social y político. En el devenir de Guillermo Cano se demuestra que siempre se mantuvo en la primera línea de la defensa del país.

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