Trato de guardar silencio.
Esta es la iglesia a la que acudo
A escuchar los himnos y plegarias
Y ver la luz.
Ursula K. Le Guin
Al sur de España, en la provincia de Cádiz, queda Los Caños de Meca. Desde los años sesenta, ha sido una referencia del movimiento hippie español y aunque se llena de turistas durante los veranos, la mayoría de los días es un paisaje hecho con apenas trescientos habitantes. Allí creció Lara Fernández Castrelo: Judeline. Cerca de su casa había un faro que, con su luz –que aparecía y desaparecía– marcaba la atmósfera de su habitación. Desde ese espacio y desde siempre imaginó la vida que tiene ahora: una de arte y fama. Esta artista de 22 años, ha dicho que también se imaginó construyendo esa realidad como actriz, pero hoy lo hace con una voz suave, alienígena, embrujada.
Empezó a ser escuchada por los covers que subía a sus redes sociales y por su colaboración con el productor español Alizzz en el álbum Desclasificados (2020). Su audiencia creció tras trabajar con productores como Taiko y Tainy y tras abrir el Que bueno volver a verte Tour, la gira de J Balvin por Europa en el primer semestre de 2024. Sin embargo, no fue sino hasta Bodhiria —su álbum, lanzado el 24 de octubre del mismo año— que Judeline presentó un universo armado con su voz, modificaciones de esta y sonidos diversos —desde el dream pop, el R&B y el trap hasta el joropo y el flamenco— que hablan de quien es ella, lo que ha visto, y las posibilidades de su imaginación.
Bodhiria cuenta la historia de Ángel-A, una especie de alter ego de Judeline que una noche se ve atraída por la Luna y sigue el camino de su luz hasta sumergirse en el agua; con este gesto llega a Bodhiria, otro mundo que solo le ofrece un punto de contacto con el ser que ama. A través de doce canciones, habla entonces de lunas rojas, caminos hechos de reflejos, amores profundos con conexiones frágiles, despedidas, devoción. Su familia materna es de Jerez de la Frontera, Cádiz, y su padre se crio en Venezuela; ambos orígenes aparecen en Bodhiria a través de música folclórica de los llanos, plegarias y palabras en romaní, que se quiebran ante sonidos electrónicos.
Bodhiria empieza con un respiro y acaba con una exhalación. Y así se siente, como tomar aire y quedarse suspendido. Igual pasa con su show en vivo, que presentó por primera vez en Colombia en el BIME, justo después de presentarse en Coachella, unos de los festivales más importantes del mundo: junto con el bailarín Héctor Fuertes interpreta con movimientos —casi todos sutiles— el deseo y la imposibilidad contenidos en el álbum. Judeline cuenta que de niña, en Los Caños de Meca, solía aburrirse entre la soledad y los adultos; el antídoto lo encontró en su imaginación. Tiene una mente entrenada en la ficción que por años se alimentó del mundo y de la fantasía y le dieron el músculo para crear universos que la acompañan.
Bodhiria fue seleccionado por Rolling Stone como uno de los grandes álbumes en español del 2024: «un espacio donde los sonidos, las emociones y las raíces culturales se entrelazan para dar vida a una narrativa única», describe la revista. «Explora temas de idealización, separación y autoconocimiento, todo bajo una perspectiva que combina lo onírico con lo terrenal». Bodhiria es un vistazo de ese ecosistema íntimo, una mirada hacia adentro.
¿Cómo jugabas cuando eras niña?
No tenía muñecas, no me gustaban nada. Tenía un peluche y muchos libros de colores. Siempre dibujaba; pintar era lo que más me gustaba y lo que más tiempo pasaba haciendo. Era mi manera de jugar. También tenía una casita y pasaba horas ahí.
La portada de Bodhiria es una mirada de la que sale un láser, y en tu show en vivo la mirada es protagonista, muta y se transforma contantemente, ¿de dónde viene eso?
Es algo que me representa mucho. Nací con los ojos abiertos, salió mi cabeza de mi mamá y abrí los ojos. De bebé era todo el rato con los ojos abiertos, mirando el mundo. Sin embargo, en vivo tengo que hacerlo conscientemente, a veces estoy en mi onda y no miro a nadie, pero a veces intento enfocar a la gente.
El movimiento en vivo de tu cuerpo y el del bailarín es sutil, como la música. El álbum parece trasladarse al movimiento, ¿cómo haces esa traducción?
Tenía claro que para el directo quería que fuera una interacción entre dos personas. Sentía que en algún momento se me criticó mucho porque no bailaba; a mí me da pereza, yo no quiero hacer eso, no va con mi música. En cambio, conecto con el bailarín que hace sentido y ha cerrado el círculo de poder llevar la danza y el movimiento corporal a mi manera.
Contaste que en la gira que le abriste a J Balvin estabas pasando por un momento complejo, una pérdida de claridad que antes siempre te había acompañado, ¿cuál era la sensación?
Estaba completamente ida, disociada de mí. Estaba muy triste, perdí mucho peso. Estaba estresada, no dormía, no comía. Paralelamente estaba pasando todo lo de Balvin que era increíble y los del equipo de Balvin son súper lindos, todos eran súper increíbles y yo estaba gestionando toda esta cosa de una manera un poco rara, pero fue un aprendizaje muy grande y un reto.
¿Cómo volviste de ese lugar?
Sacando el álbum.
Has dicho que querías sacar tu primer disco en un momento de sentirte fortalecida musicalmente, ¿cómo te diste cuenta de que ese momento había llegado?
Empezaba a llegar al estudio a hacer música que sonaba grande. Sonaba a algo. Siempre siento que puedo hacerlo mejor, pero en ese momento estaba muy contenta.
En Bodhiria habitas el personaje de Ángel-A, ¿cómo es tu relación con esa figura ahora que el álbum ya salió?
Me gustaría utilizarla más. En mi cabeza está en un limbo. Ángel-A es un yo superior que está mirándolo todo desde arriba y cuando pienso en ella, pienso que existe y miro para allá.
En Bodhiria aparece mucho la plegaria, ¿cómo es tu conexión con lo espiritual?
Yo, de alguna manera, rezo. Tengo un momento de agradecimiento por la noche, cuando estoy agitada. Siento que algunas cosas han aparecido en mi vida de forma divina, me tomo las cosas como señales. Pero fluyo bastante, no es que esté todo el rato ahí metida. Cuando lo necesito recurro a ello.
Juegas de forma constante con géneros, no pareces anclarte a ninguno, ¿hay algún límite?
Siempre que lo pueda hacer desde el respeto y no me esté comiendo la cultura de otra persona, ese juego me gusta un montón. Me divierte explorar con distintas formas y sonidos. Mi voz también cambia y experimento con ella.
¿Cómo ha cambiado tu creación musical ahora que tienes una vida con tanto movimiento?
Me inspira mucho conocer a tanta gente y ver tantas culturas distintas. Me inspira ver el arte de otras personas y conocer situaciones vitales de otras personas. Estar en Estados Unidos también me gusta muchísimo poque siento que lo nuevo está allí. Me siento con ganas, me motiva viajar.
Has hablado de la ambición como una constante en tu vida, ¿cómo se ve esa ambición?
Se ve como una mejoría de vida, con romper una generación y ver que toda tu familia ha vivido de cierta manera o no han descubierto el mundo y tu sí querer hacerlo y llegar a puntos donde no se creería que una niña de mi situación, del lugar en el que nació, pudiera llegar. Quiero llegar a lugares raros.
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