ETAPA 3 | Televisión

Oficio: jugar. Una entrevista con Emmanuel Restrepo

21 de abril de 2025 - 1:07 pm
Emmanuel Restrepo (Medellín, 1992) ha hecho teatro, televisión, cine, improvisación y así ha habitado casi todas las perspectivas que puede tener un actor. Ha hecho parte de grandes producciones audiovisuales —como la serie de Netflix La primera vez y la novela Rigo, basada en la vida del ciclista Rigoberto Urán— y de obras de teatro como Good Bye, sobre el suicidio; y Negro, que habla de memoria en un país racista, homofóbico y cruel con la niñez. Le preguntamos sobre este oficio que pauta su vida y que le ha dado una voz para hablar de lo que considera importante.
Emmanuel Restrepo. Foto por Andrés Gómez.
Emmanuel Restrepo. Foto por Andrés Gómez.

Oficio: jugar. Una entrevista con Emmanuel Restrepo

21 de abril de 2025
Emmanuel Restrepo (Medellín, 1992) ha hecho teatro, televisión, cine, improvisación y así ha habitado casi todas las perspectivas que puede tener un actor. Ha hecho parte de grandes producciones audiovisuales —como la serie de Netflix La primera vez y la novela Rigo, basada en la vida del ciclista Rigoberto Urán— y de obras de teatro como Good Bye, sobre el suicidio; y Negro, que habla de memoria en un país racista, homofóbico y cruel con la niñez. Le preguntamos sobre este oficio que pauta su vida y que le ha dado una voz para hablar de lo que considera importante.

No basta con exigir al teatro comprensión e imágenes informativas de la realidad. Nuestro teatro debe estimular el deseo de comprensión, el deleite por cambiar la realidad.

—Bertolt Brecht

 

Emmanuel Restrepo ha hecho teatro, televisión, cine, improvisación y ha habitado así casi todas las perspectivas que puede tener un actor. Le preguntamos sobre este oficio que pauta su vida y que le ha dado una voz para hablar de lo que considera importante.

Los recuerdos que Emmanuel Restrepo tiene de cuando era un niño y empezó a ir a clases de actuación son tenues. No sabe exactamente qué fue lo que le llamó la atención e incluso hay escenas que no tiene claro si se las inventó o si realmente sucedieron, pero sí tiene clara la sensación: era la de estar jugando. En esa época iba a clases de equitación,pintura, y el teatro era una más. Con el tiempo dejó de ser una actividad de sábado y se convirtió en su lugar. Estudió y actuó por años en el Teatro Popular de Medellín (TPM) y cuando tuvo que escoger una carrera, empacó lo que tenía en la casa de sus papás en Envigado y se fue a Bogotá.

Llegó a estudiar al Teatro Libre y se dio cuenta de que el juego no paraba: en el primer semestre vio la materia de Juegos Teatrales en la que les trasmitían teorías a través de juegos tan simples como la lleva o simular ser un monstruo. Ahora que la actuación es su oficio y que divide su tiempo entre el escenario y las cámaras, reconoce que no se siente del todo como jugar, pero en su tarea de estudiar, enseñar y reflexionar sobre lo que hace, y en su día a día como actor, lucha por recordar y encontrar ese juego. No lo pierde de vista.

Su obra de grado fue una adaptación de La resistible ascensión de Arturo Ui, una alegoría satírica de Bertolt Brecht sobre Hitler, que en la versión que protagonizó Emmanuel era a la vez una alegoría satírica del expresidente Álvaro Uribe Vélez. La forma de concebir y crear este personaje lo cambió y lo entrenó para asumir retos enormes.

El teatro es para él ineludible; hace unos años la precariedad laboral de la actuación en Colombia lo llevó a Estados Unidos a asumir otros oficios más prosaicos y él pensó que esa era su despedida. Sin embargo, enfrentó la dificultad actuando en su entorno cotidiano y encontró así el camino de vuelta. Un camino que lo ha llevado a grandes producciones audiovisuales como La primera vez, una serie de Netflix; la novela Rigo, basada en la vida del ciclista Rigoberto Urán; y Malta, una película dramática sobre la huida. También lo ha mantenido dentro del teatro, donde destacan producciones como Good Bye, una obra sobre el suicidio que hizo con Círcula, su colectivo; y Negro, que habla de memoria en un país racista, homofóbico y cruel con la niñez.

La obra de Emmanuel, en su mayoría, ha estado marcada por temas que son cercanos a él o que considera relevantes: la amistad, el amor diverso, el suicidio, la desigualdad, la violencia. Hablamos con él sobre cómo la actuación es siempre personal y política, la importancia de la academia en su recorrido, y de cómo siempre, sin excusa ni excepción, se decide por lo colectivo.

En La primera vez, de Netlix, Emmanuel Restrepo es Emmanuel Restrepo como Camilo Granados Larrarte,​el protagonista de la historia.
En La primera vez, de Netlix, Emmanuel Restrepo es Emmanuel Restrepo como Camilo Granados Larrarte,​el protagonista de la historia.

¿Puede intuir qué fue lo que le sorprendió del teatro en un inicio?

El primer personaje que hice fue Cristóbal Colón y recuerdo que salí y desde el primer segundo la gente no paró de reírse. Me sorprendió esa sensación de ser visto y poderle causar risa a la gente y hacer que se creyeran lo que estaba haciendo.

A actuar se llega de muchas maneras, pero usted llegó estudiando, ¿le gustó que esa fuera su ruta?

Me gustó, me siento muy orgulloso de que haya sido así. En un set lo pienso mucho, siento que ahí identifico lo que aprendí en la universidad, desde cosas muy básicas hasta otras más complejas y teóricas. A mí me ha servido mucho mi paso por la academia. Incluso antes tenía un juicio muy grande por un camino que no fuera así, pero la experiencia me ha enseñado y me ha mostrado que hay infinitas formas de llegar a la actuación y no hay ninguno correcto.

Las escuelas de teatro suelen desarrollar sus propios métodos de enseñanza, ¿qué lo marcó de las formas que tenía el Teatro Libre?

Es lindo eso de las escuelas, que cada una tenga una especie de método. Uno incluso ve algunos actores y sabe si es de La Javeriana, de la ASAB (Academia Superior de Artes de Bogotá)… La escuela sí es capaz de moldearlo a uno de formas poderosas y potentes. Por mi experiencia en el Teatro Libre, por ejemplo, asumo la vida como un acto político dentro y fuera del escenario. Hay otras cosas más simples, como poner una tilde o una coma; yo aprendí a escribir por Patricia Jaramillo, la profesora que nos daba Literatura, que técnicamente era para aprender a leer pero ella pensaba que para eso había que saber escribir. Todo un semestre, entonces, lo dedicamos a hacer dictados y ahí me di cuenta que no sabía poner una coma ni una tilde. Eso es hermoso, ver todo lo que le debo a esas clases y al Libre.

Arturo Ui, su obra de grado del Teatro Libre, fue un inicio potente en su carrera y es un papel recordado por muchos, ¿a qué cree que se debió ese impacto?

Hubo muchos factores. Yo desde el inicio lo asumí como algo en lo que iba a invertir porque lo quería demasiado, me esforcé. Me acuerdo que empapelé la casa con notas que decían «Yo soy Arturo Ui» y  escribí los monólogos en la pared de mi cuarto. Creo que era un Emmanuel muy pequeño asumiendo un reto muy grande que yo hice más grande, le di mucha importancia. Para muchos era un papel más, para mí Arturo Ui y un papel de Hollywood eran lo mismo. Lo asumí como si fuera el personaje de mi vida.

Suele tener muchos proyectos uno tras u otro o incluso al tiempo, ¿la actuación en su caso es un buen entrenamiento sobre desprenderse?

Yo creo que definitivamente la actuación me ha enseñado a despedirme y a olvidar. Son despedidas constantes, hay que dejar los personajes, dejar proyectos atrás… Aunque debo decir que yo he luchado mucho por que eso no sea algo muy místico o muy relevante o que necesite un ritual, porque yo estudié también tantos años para poder entrar y salir de los personajes con facilidad. Incluso esa posibilidad de estar hoy grabando en la mañana televisión y en la noche llegar al teatro a hacer otro personaje es de las cosas que más disfruto.

Igual hay ciertos escenarios de los que no es tan fácil salir. Esta cabeza mía que no se puede callar es una obra de La Maldita Vanidad que está basada en los testimonios de la Comisión de la Verdad y es sobre un par de niños gays de provincia a los que les cortan las orejas para marcarlos. Cuando la estábamos montando me acostaba leyendo los testimonios y me acuerdo que llevaba días sintiéndome mal, triste. A mi personaje lo mataban y en cada ensayo le estaba mandando esa información desde mi mente a todo mi cuerpo, que de alguna forma lo asumía como una realidad. Eso es lo más loco del oficio.

¿Y cómo se decanta esa sensación?

Yo me di cuenta, sobre todo cuando hago teatro, de que después de función necesito tomarme algo y hablar. En general salgo y me tomo una cerveza con la gente que fue a la función o los actores. Necesito un momento para decantar la energía porque me ha pasado que a veces no lo hago y llego a la casa y no me puedo dormir, hay una energía contenida, intensa.

¿Qué piensa de la idea que dice que cada personaje es un salir de usted mismo y convertirse en otra cosa?

Es tremendo tema. Yo luché mucho tiempo para ser completamente distinto cada que llegaba un personaje, ser camaleónico, que es lo que me habían vendido. Pero luego peleé con esa idea porque, ¿cómo querer siempre ser tan distinto si es mi propio cuerpo? Yo no tengo para actuar sino mi cuerpo y lo que soy yo, ¿por qué tratar de ser otra cosa?

Carmelo es el personaje que interpreta Emmanuel Restrepo en Rigo, la novela de RCN.
Carmelo es el personaje que interpreta Emmanuel Restrepo en Rigo, la novela de RCN.

Además de jugar con diferentes personajes, usted también experimenta en diferentes formatos. Ha hecho cine, televisión, teatro, improvisación, ¿qué le aporta esto como actor, además de versatilidad?

Yo creo que esa multiplicidad tiene que ver con una resistencia mía muy grande a la monotonía, es una tendencia en mi vida. Necesito sentir que estoy en lugares diferentes haciendo cosas diferentes. Me llaman la atención también los cambios en la exposición al público: después de estar todo un día en un set de grabación en el que te están viendo personas que tienen la mirada súper acostumbrada a ti, llegar a un teatro donde la gente está reaccionando todo el tiempo es muy rico.

¿En qué tipo de actuación siente más el juego?

Lo más cercano a jugar es hacer improvisación. En la impro no se le da el espacio a la reflexión o a hacerse muchas preguntas. Cuando abordo un personaje me pregunto por qué habla de cierta manera, por qué hace algo, a quién le responde; cuando tú haces impro no tienes tiempo de hacer eso porque es tan rápido y tan enfocado al momento presente que se siente como un juego con adrenalina pura.

¿Siente que lo conecta a la actuación la búsqueda ser visto?

Me lo he preguntado mucho y a veces me lo pregunto con juicio. Es muy inocente no pensar en el juego del ego. No sé de dónde viene, pero sí hay un interés; que me miren en un escenario me genera emoción, es droga. Pero tiene su complejidad porque no siempre quiero ser visto en la calle, en un evento, en una alfombra roja. A veces la gente da por sentado que si eres actor, te gusta ese tipo de atención, pero no siempre es así.

En ese sentido, ¿qué piensa sobre el cubrimiento que se hace en algunos medios y plataformas sobre su vida personal?

Hablar de mí y de lo que es mi vida personal puede ser referente para muchas personas. Yo nunca tuve un referente de un actor gay en mi entorno colombiano, y a mí me hizo mucha falta. Pienso en eso cuando hablo de poliamor, homosexualidad, suicidio… No tengo el interés de ser un referente o un abanderado de temas, pero se ha ido construyendo cierta voz porque otros me han dicho que se sienten identificados y eso para mí es importante.

Tiene un colectivo de teatro con la actriz Alejandra Chamorro llamado Círcula, donde dan clases y producen obras y formatos de actuación, ¿cómo nació este proyecto?

Yo venía de una racha muy dura en lo laboral, estaba haciendo impro pero no me daba para vivir y había acabado de regresar de Estados Unidos donde pensé que iba a dejar la actuación para siempre. Tenía unas condiciones de vivienda muy duras y me encontré con Alejandra que estaba pasando también por una racha en la que no la llamaban mucho a trabajar. Entonces pensamos que nosotros podíamos conseguirnos a nosotros mismos el trabajo y se nos ocurrió Círcula.

Lo pensamos como un espacio para desarrollar ideas y poner sobre el escenario o sobre un set temas muy personales pero que hablan también de lo que somos como sociedad y como país. Lo primero que hicimos, por ejemplo, fue un taller de improvisación enfocado a víctimas y victimarios del conflicto armado y desde ahí empezamos a construir. Lo dimos a amigos y personas que se inscribieron, pero luego pudimos hacerlo con las Madres de Soacha en el Catatumbo, eso fue duro, poderoso, hermoso.

¿Cómo fue esa experiencia de pensar que iba a dejar la actuación en Estados Unidos?  

Yo me acuerdo de un Emmanuel como autómata, desfallecido. Y es chistoso porque en ese pensar que no iba a actuar más, seguí actuando porque creé un personaje: Emiliano. Era un personaje creado y estudiado de un man que va todos los días a su trabajo, que lavaba platos, que no hablaba con nadie, que nunca se quitaba los audífonos…

Ha dicho que La primera vez es una serie especial porque es un proyecto que usted haría, ¿por qué lo siente tan personal?

Me gusta que habla de nuevas masculinidades que no son prototípicas o hegemónicas incluso en los 70, que es la época de la serie. Habla de feminismo, de literatura, de homosexualidad, de la familia y los núcleos familiares, y cómo estos pueden destruirse y reconfigurarse. Hay muchos temas ahí que me interesan y que son tocados en la serie.

Ahí también aparece con fuerza el tema de la amistad como un centro, ¿qué piensa de eso?

Por lo que yo he vivido, no concibo el actuar sin los colectivos y sin la amistad. Incluso es un indicador: en los lugares donde no tengo amigos, siento que no es por ahí. Good Bye, por ejemplo, una obra de Círcula que ha sido muy importante en mi camino, se hace con mis mejores amigos, desde la productora hasta la actriz. Pienso en proyectos futuros, y ahí siempre están mis amigos, tengo una necesidad de incluirlos.

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