Talua, hombre antiguo de Tuoruinare, nos ha contado
que también provenimos de otros mundos…
Que acumulamos un saber remoto creador de otros llantos,
de otros sueños, de otros pasos…
—Vito Apüshana
En la poesía habita una poderosa capacidad de revelación: puede dar cuerpo y voz a los múltiples significados y realidades posibles del mundo. Los poemas de Vito Apüshana, que inspiran los tres capítulos de este libro, abren una puerta al pensamiento wayuu, mostrando los seres y vínculos que tejen la vida y la filosofía de este pueblo ancestral. Desde la poesía, y extendiéndose hacia la etnografía, la investigación acción-participación, el feminismo, las críticas al extractivismo verde, el giro ontológico en la antropología cultural y la traducción interlegal, este libro busca examinar la transición energética en el territorio wayuu a través de las interpretaciones indígenas de la crisis climática y humanitaria que enfrenta La Guajira.
En este escenario, el libro resuena con la idea de indigenizar el derecho, que tiene que ver con la posibilidad de leer el pensamiento occidental a través del pensamiento indígena. La hipótesis central es la siguiente: si podemos cambiar nuestro pensamiento a través del pensamiento indígena, es posible también repensar el derecho occidental a través de las metodologías indígenas. Esta visión busca nutrir y cuestionar al derecho desde sistemas de justicia que encuentran su lógica, entre otros, en el comportamiento de los ríos, las montañas y los sueños, como ocurre en diversas naciones indígenas alrededor del mundo. No se trata de un experimento académico, sino de una propuesta viva que cobra sentido en la cotidianidad de los territorios, como el wayuu, que encarnan las voces del agua y el viento.
En La Guajira, donde la brisa y el desierto se entrelazan en el vasto paisaje, el pueblo wayuu sobrevive sostenido por su profunda conexión con el agua y el viento, elementos sagrados que son fuente de vida y significación espiritual. Para ellos, los vientos que ahora impulsan los gigantescos molinos de los parques eólicos son mucho más que una fuente de energía limpia; son la voz de su territorio, el aliento del alma de su hogar. En el marco de la transición energética que se despliega en estas tierras, es crucial reconocer que estos vientos pertenecen, en esencia y en historia, a los wayuu, cuya relación con el territorio es mucho más que una simple interacción material. Es un vínculo telúrico, un tejido invisible entre naturaleza y cultura que constituye la esencia misma de su existencia.
Sin embargo, esa misma tierra que alguna vez escondía el agua bajo la arena, ahora esconde un conflicto profundo, que surge de la tensión entre los proyectos de transición energética y la realidad de la vida wayuu. La promesa de energía limpia mediante la instalación de parques eólicos en La Guajira contrasta con la realidad de comunidades que aún viven sin electricidad, comunidades que, en medio de la pobreza estructural, luchan diariamente por agua, alimentos y salud. Las heridas de la explotación de recursos permanecen abiertas en la memoria de los wayuu, quienes han sido testigos del desvío de sus ríos y de la destrucción de sus ecosistemas, especialmente con la llegada de la mina de carbón El Cerrejón. Lo que alguna vez fue el poderoso río Ranchería, hoy es una sombra de lo que era, y los arroyos que alimentaban a sus pueblos han sido sacrificados en nombre de la minería.
La aparición de los parques eólicos revive antiguos temores que evocan el espectro del extractivismo que no solo daña la tierra, sino también el espíritu colectivo del pueblo wayuu. Los líderes y las lideresas de este pueblo advierten que la instalación de estas estructuras, sin tener en cuenta sus conocimientos bioculturales, comportan una invasión a su territorio y una interrupción de su vínculo con las entidades tutelares de su cosmología. Para los wayuu, el viento no es solo aire en movimiento; es una de las fuerzas vitales que, junto al agua, sostiene a cada miembro de sus clanes y a sus espíritus.
Hoy, el cambio climático, fenómeno desencadenado principalmente por sociedades distantes de esta realidad, amenaza el delicado equilibrio de La Guajira, donde el acceso al agua y los sistemas alimentarios están en peligro. En sus últimos informes, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC – Intergovernmental Panel on Climate Change) ha resaltado que existe una relación entre la desigualdad que padecen las comunidades más vulnerables como los wayuu y la emergencia climática. Así, mientras el mundo se esfuerza por avanzar hacia un futuro de energía limpia, el pueblo wayuu se ve atrapado en una paradoja cruel: el mismo progreso que busca preservar el medio ambiente para algunos está destruyendo el hogar espiritual de otros.
En este espacio de encuentro entre realidades disímiles, relacionarse con los pueblos indígenas y honrar sus cosmologías permite vislumbrar algo profundo: su modo de vida y su pensamiento no son simplemente perspectivas alternativas de un mundo predefinido. Son, en sí mismos, epistemologías vivas, metodologías enraizadas, y aunque traducirlas al lenguaje occidental puede ser riesgoso, no por ello deben reducirse a simples visiones marginales. En este diálogo, los pueblos indígenas dejan de ser vistos como «otros» exóticos y se les reconoce como pares. Así, un camino se abre hacia el diálogo entre saberes, una senda donde las ideas indígenas pueden brillar con luz propia y donde el sentido filosófico y jurídico del pensamiento indígena tiene un potencial emancipador.
En medio de los conflictos que emergen entre mundos disímiles y modos de existencia, el derecho cobra un papel crucial pues implica la responsabilidad de construir puentes que respeten la interlegalidad que habita en cada conversación entre perspectivas. Es un proceso que no se forja solo a partir del reconocimiento de la expoliación que sufrieron los territorios indígenas durante la Colonia, sino también a partir de las historias menos contadas: aquellas prácticas de resistencia mediante las cuales los pueblos indígenas reapropiaron las imposiciones coloniales y encontraron maneras de cultivar saberes propios bajo condiciones adversas. En la arena del derecho, emergieron prácticas que dieron continuidad a los conocimientos colectivos, cimentando un mundo indígena resiliente. Así, mientras el enfoque anticolonial permite cuestionar el extractivismo y la devastación cultural que en su momento fundaron la modernidad europea, no es suficiente para capturar las formas creativas de una modernidad indígena. A través de movimientos de justicia climática y ambiental, los pueblos indígenas delinean una globalización que integra sus saberes bioculturales y, de esta forma, un nuevo horizonte para entender el mundo.
Con Voces wayuu del agua y el viento, la lectora es invitada a una reflexión sobre la coexistencia entre el desarrollo tecnológico y la defensa de una espiritualidad indígena que aún late en el desierto. Quizás, algún día, el viento que impulsa las turbinas sea también el viento que traiga justicia y esperanza a un pueblo cuya existencia está íntimamente unida a las entrañas de la tierra. Por tal motivo, este libro explora cómo, en medio de la crisis climática, la desigualdad extrema y el racismo estructural, el pueblo wayuu, sostenido por la memoria ancestral, sigue recorriendo los senderos hacia los jagüeyes que guardan el agua, ese recurso frágil y sagrado. Para ellos, el agua no solo sacia la sed, sino que es una afirmación de reciprocidad entre humanos, no humanos y espíritus.
Nota: sobre las cartografías cosmorreferenciales
En Voces wayuu del agua y el viento, las cartografías cosmorreferenciales son metodologías que nacen de procesos de investigación acción-participación para mapear el territorio wayuu desde saberes bioculturales. En el caso de los clanes wayuu en La Guajira, estas cartografías emergieron de talleres focales orientados a comprender las afectaciones provocadas por la crisis climática y la implementación de proyectos de energía eólica.
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