Las primeras especies de frailejones fueron identificadas hace aproximadamente doscientos años. En 1801, Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland hicieron las primeras observaciones de frailejones en una expedición por Suramérica, particularmente en los páramos venezolanos. Sin embargo, el género Espeletia Mutis ex Humb & Bonpl fue formalmente descrito y publicado por Bonpland en el libro Plantae Aequinoctiales (1808), dando créditos a José Celestino Mutis, quien hizo una primera descripción, que no fue válida. Espeletia fue un nombre otorgado en honor a José Manuel de Ezpeleta, virrey de Nueva Granada entre 1789 y 1797. Cabe aclarar que se han descrito otros géneros de frailejones como Espeletiopsis, Ruilopezia, Coespeletia y Libanothamnus, pero la taxonomía de estos géneros actualmente ha cambiado. Por otro lado, a estas plantas se les llama frailejones por la semejanza con los frailes o monjes que en la época de la Colonia llegaron a Colombia atravesando montañas y páramos.
Cuando se levantaron los Andes
Existe un interés particular por los frailejones: en los últimos treinta años se han descrito alrededor de veinte especies del género Espeletia. A pesar del esfuerzo de José Cuatrecasas por avanzar en el conocimiento de este grupo de plantas, aún se continúan registrando nuevas especies, ya que faltan zonas de páramo por explorar. Los páramos, donde el viento canta y susurra al oído, donde el cóndor abre sus alas, donde el agua corre libre entre piedras y donde habitan los frailejones, los dueños de la montaña… Los páramos son ecosistemas dominados por plantas herbáceas, musgos, líquenes, arbustos y plantas arrosetadas, que generalmente tienen hojas pequeñas y carnosas; los páramos andinos, biomas neotropicales que se extienden por la cordillera de los Andes, desde Venezuela hasta Perú, abarcando alrededor de tres millones de hectáreas, de las cuales Colombia tiene un poco menos del 50 %, que corresponde al 2-3 % de la extensión del país. Ecosistemas que se ubican por encima de la línea de árboles de los bosques altoandinos y por debajo de las nieves perpetuas, y se originaron a partir del levantamiento de la cordillera de los Andes.
Y aunque la interacción entre el clima, el suelo y la vegetación los convierte en proveedores de servicios ecosistémicos como la regulación hidrológica y climática, además de su alta diversidad de plantas, quizás lo más importante del páramo, en términos ecológicos, es la regulación hidrológica o provisión de agua. Si bien hay páramos secos, la mayoría son húmedos y presentan neblina constante y lluvias frecuentes de baja intensidad. La clave de la alta capacidad de regulación hidrológica está en el suelo y la vegetación. El crecimiento de las plantas en forma de rose-ta, los pelos de las hojas y la alta capacidad de almacenar agua de los musgos hacen que el páramo actúe como una gran esponja natural que lentamente captura y libera agua, alimentando quebradas y ríos, algo vital para el suministro de agua en la región Andina. Este ecosistema se carga de agua durante las estaciones húmedas y en las estaciones secas la va soltando, permitiendo así un flujo continuo en los caudales de las quebradas.
Con respecto a la diversidad, existe una idea errónea de que los páramos son ecosistemas desolados con pocas especies, puesto que al levantar la mirada lo que llama la atención son los frailejones y los pajonales, estos últimos plantas herbáceas del género Calamagrostis (Poaceae), que dominan el suelo y le dan ese color particular al páramo. Pero a pesar de las condiciones extremas de baja temperatura, alta radia-ión solar y alta humedad —con períodos de escasez fisiológica de agua—, el páramo es un ecosistema muy diverso, que alberga muchas especies de plantas, aves, mamíferos, anfibios y reptiles, como el lagarto collarejo, que no se encuentran en ningún otro sitio. En pocos metros cuadrados de páramo se pueden encontrar más especies de plantas que en otros ecosistemas como bosques secos o sabanas. En medio de la vegetación se encuentra escondida una gran diversidad de pequeñas plantas herbáceas que se deben observar con lupa, como orquídeas, puyas, líquenes, musgos, senecios, valerianas y arbustos de las familias Hypericaceae, Rosaceae, Melastomataceae, Asteraceae, Ericaceae, Caryophy-llaceae, entre otras. La evolución en los páramos ocurre de manera relativamente rápida debido a la dinámica geológica y las fluctuaciones climáticas. Actualmente, la flora de los páramos comprende entre cuatro mil y cinco mil especies de plantas vasculares y alrededor de mil especies de plantas no vasculares, como los musgos.
Anatomía de un frailejón
Son plantas únicas y fascinantes, arbustos arrosetados con formas de crecimiento variadas —dependiendo de la especie y la edad—, que pueden ser rosetas pequeñas, sin tallo, de veinte centímetros de altura, hasta árboles leñosos ramificados, de seis metros de altura, que se adaptan perfectamente a las condiciones extremas del páramo. Tienen hojas largas y angostas, con una epidermis cubierta por células con potencial para almacenar agua. Estas hojas están cubiertas por unos pelos llamados tricomas, que forman una densa capa llamada pubescencia, generalmente blanca, grisácea o amarillenta. Esta pubescencia sirve como protección contra el frío extremo del páramo y la radiación solar intensa, además de ayudar a retener la humedad que generalmente está en forma de neblina o pequeñas gotas suspendidas en la atmósfera. Las hojas jóvenes crecen en rosetas y se disponen de manera espiralada en la yema apical, es decir, al final de un tallo erecto y fibroso, recubierto de hojas secas o muertas. A medida que el frailejón crece, las hojas más viejas mueren y se adhieren al tallo formando una especie de capa protectora, dándole un aspecto característico, como si estuviera abrigado. Estas hojas viejas unidas al tallo almacenan la humedad y crean un microhábitat compuesto por organismos vivos como hongos y bacterias encargados de descomponer la materia orgánica para liberar los nutrientes y retornarlos al suelo.
Las flores de los frailejones crecen principalmente en la parte superior del tallo por medio de inflorescencias, son de color amarillo y se agrupan en capítulos parecidos a las flores del girasol, el diente de león o las margaritas. En el caso de los frailejones están diseñadas para resistir las duras condiciones del páramo y son polinizadas principalmente por los insectos o el viento. Los frutos pequeños, redondeados o alargados, suelen ser de un color marrón o grisáceo. Las semillas, muy pequeñas, son dispersadas por el viento. Las raíces del frailejón están bien adaptadas al suelo de los páramos y son relativamente superficiales y fibrosas. Las características morfológicas de los frailejones les permiten cumplir con la función de retener el agua en las hojas y el tallo por medio de la condensación de neblina, agua que luego fluye al suelo en un proceso crucial para el ecosistema y sus procesos de regular el ciclo del agua. El frailejón es una planta de crecimiento lento y algunas especies pueden vivir cientos de años, lo que contribuye a su papel como símbolo de longevidad y resistencia en la cultura andina. El género Espeletia está en dos centros geográficos de la diversidad: la cordillera de Mérida venezolana y la cordillera Oriental colombiana. De las ciento cuarenta especies descritas, Colombia presenta la mayor riqueza con alrededor de noventa y dos especies, de las cuales setenta y cinco son endémicas, es decir, que solo se encuentran aquí, y unas sesenta y ocho especies se encuentran en alguna categoría de amenaza.
Una planta de dos millones de años
La historia evolutiva del frailejón se remonta a cerca de 2,5 millones de años. Es una planta icónica en los páramos por su papel ecológico, pero también por su profunda conexión cultural con las comunidades que habitan o dependen de este ecosistema. En la cultura de los habitantes del páramo, el frailejón es visto como un símbolo de vida y resistencia en un entorno bajo condiciones extremas. Su capacidad para sobrevivir en el frío y con alta radiación solar, además de un lento ciclaje de nutrientes, lo convierte en una insignia de adaptabilidad. Para algunos habitantes de los Andes, el frailejón tiene un significado espiritual al ser considerado una planta sagrada protectora del agua y de la vida. Algunos mitos y leyendas locales hablan de los frailejones como guardianes del páramo, como seres vivos que promueven el bienestar de la naturaleza. Los frailejones también han sido fuente de inspiración artística para poetas, músicos y pintores, que los han representado en sus obras. Además, tienen usos medicinales, con propiedades antihipertensivas, antiinflamatorias y antioxidantes. Por ejemplo, la infusión o decocción de las hojas ayudan con problemas renales, pulmonares y otras enfermedades respiratorias como el asma y la tos, y se usan como ungüento. Por todo esto, la conservación de los páramos es prioritaria.
El páramo de Santurbán está en la estribación oriental de la cordillera oriental, entre los departamentos de Santander y Norte de Santander. Este páramo, reconocido como un ecosistema estratégico de alta importancia para la conservación de la diversidad y regulación hidrológica —ya que debe abastecer de agua a cerca de 2.200.000 habitantes de veinte centros urbanos en ambos departamentos, incluidos Bucaramanga y Cúcuta—, garantiza los sistemas productivos y agropecuarios. En Santurbán se encuentra el páramo de Berlín, ubicado en el municipio de Tona (Santander), lugar simbólico por su diversidad y paisajes naturales, con aproximadamente quinientas cincuenta hectáreas en humedales, que hace parte de dos cuencas hidrográficas importantes, las de los ríos Arauca y Catatumbo. El páramo de Berlín ha sufrido impactos en su componente ambiental debido al desarrollo de actividades productivas como la ganadería, la agricultura y la minería. La siembra de cultivos de papa, cebolla y ajo sumada a los pastizales dedicados a la producción ganadera y ovina generan cambios en la cobertura del suelo, pérdida de la vegetación natural, aumento de la erosión y compactación del suelo. Estas alteraciones disminuyen la conectividad ecológica y afectan el equilibrio y funcionalidad del ecosistema, así como la provisión de servicios ambientales, alterando la regulación hidrológica y aumentando los caudales máximos y mínimos.
Un frailejón de cien pesos
Los frailejones son mucho más que plantas ancladas en los páramos, son un símbolo espiritual y cultural que conecta a las comunidades rurales con su entorno, por lo que su preservación es fundamental para mantener un equilibrio ecológico y cultural en los páramos. El frailejón es tan importante para Colombia que a partir de 2012 aparece en la moneda de cien pesos, además del personaje Ernesto Pérez, de la serie de televisión Cuentitos mágicos, caricatura inspirada en un frailejón que se ha popularizado en la cultura del páramo. Finalmente, muchas especies de frailejones presentan una pequeña área de distribución y en los páramos aún queda mucho por explorar. Por lo tanto, con el aumento de estudios se espera encontrar nuevas especies de frailejones, así como mejorar las estrategias nacionales y regionales de conservación y restauración, todo con el trabajo articulado entre las instituciones y los habitantes del páramo.
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