ETAPA 3 | Televisión

Territorios nacionales y mentales

17 de diciembre de 2024 - 9:42 pm
Signos Cardinales, 2008 (detalle). Impresiones fotográficas (doce en total) de Libia Posada. Formada como médica y artista, Posada trabajó con un grupo de mujeres desplazadas por la violencia para levantar conjuntamente los recorridos que realizaron hacia nuevas zonas de asentamiento. Siguiendo el ritual del lavatorio católico, Posada descalzó, lavó y limpió los pies de estas mujeres en un acto combinado de valoración física y terapia anímica. En Signos Cardinales, la cartografía se integra al cuerpo, en respuesta a cómo el acto de andar mide el territorio.
Signos Cardinales, 2008 (detalle). Impresiones fotográficas (doce en total) de Libia Posada. Formada como médica y artista, Posada trabajó con un grupo de mujeres desplazadas por la violencia para levantar conjuntamente los recorridos que realizaron hacia nuevas zonas de asentamiento. Siguiendo el ritual del lavatorio católico, Posada descalzó, lavó y limpió los pies de estas mujeres en un acto combinado de valoración física y terapia anímica. En Signos Cardinales, la cartografía se integra al cuerpo, en respuesta a cómo el acto de andar mide el territorio.

Territorios nacionales y mentales

17 de diciembre de 2024

Cuando hablamos de fronteras aparece una tensión fundamental propia de nuestros imaginarios occidentales y, en parte, nacionales. De un lado, pensamos en aquellos límites constantes en la historia entre el territorio conocido y «civilizado» y los territorios llamados de la barbarie. Estos últimos han sido, una y otra vez, sometidos y traspasados bajo la idea de ampliar la civilidad y «salvar» de ese prejuicio a sus habitantes. Del otro, en los límites administrativos y geográficos que, al ser trazados sin plena conciencia de las culturas que allí se unían o separaban, siguen impidiendo que la transformación del territorio y la distribución de los recursos se planee de manera mucho más integral y compleja. ¿Qué ha resultado de estas dosideas que se ha propagado entre nosotros en medio de conquistas, violencia, sobresaltos, revoluciones, repúblicas, guerras civiles, contrarreformas, constituciones, pactos bipartidistas, masacres, extractivismo y acuerdos de paz?

Sin duda, algunos de los profundos abismos que vivimos hoy como nación se han hecho evidentes en estos dos años aumentando las tensiones sociales en el primer Gobierno de izquierda del país. Durante nuestra historia se han transgredido límites culturales, emocionales y mentales que nos confirman que mucho de lo profanado y violado es parte de lo que debemos enfrentar hoy, así cueste superar el refugio ilusorio de los encierros psicológicos y las falsas seguridades de la clase, el centralismo, el patriarcado, o la racialización.

Hasta el momento de la conquista de América, zonas de relativa convivencia fueron convertidas en escenarios de violencia, despojo, miedo y negación del otro, por supuesto, ejercidas por guerreros en trance de dominio y vasallaje. Cuando los conquistadores hispánicos impusieron sus lógicas de poblamiento en estas tierras, invirtieron el orden existente en los territorios después llamados amerindios, y convirtieron los ríos y las cuchillas de las cordilleras, hasta entonces vías de comunicación y caminos de articulaciones interculturales, en fronteras de los centros urbanos recién creados como ejes del centralismo territorial. De esa manera, transformaron esos espacios de relaciones abiertas en zonas marginales: lugares que incubaron los mitos culturales de la culpa, la expiación y la salvación que trajeron quienes los acompañaban con la palabra escrita en el libro sagrado y el uso como dominación del castigo, del diablo, de los seres del mal, de la condenación eterna, mientras la frontera no se expandiera y los transformara.

Todo esto se consolidó histórica y culturalmente apelando a las narrativas más obvias encarnadas en el paisaje y en el temor por lo desconocido. José Eusebio Caro le dijo a su hijo, enseñándole sus primeras lecciones de geografía, desde la cima del cerro hoy conocido como el santuario de Monserrate, en Bogotá, algo como lo siguiente: «Todo lo que ves, es nuestra sociedad; lo demás es tierra caliente»; y en el otro lado del espectro de lo que podríamos atribuir a lo político en nuestra historia, «el Sabio»Caldas atribuyó a esa tierra «caliente» la supuesta impotencia de las provincias para pensar y hacer ciencia.

Cada uno, a su manera, da cuenta de asuntos urgentes en la discusión política y cultural del país. El ritmo del desarrollo desigual de las regiones obedece, sin duda, a aquellos prejuicios coloniales, invencibles hasta nuestros días, a pesar de la resistencia de los portadores de esas otras civilizaciones que lograron sobrevivir y mantenerse en sus territorios de origen convertidos en zonas de refugio.

Bolívar imaginó en su Carta de Jamaica que la capital de la Gran Colombia debía ubicarse en Bahía Honda, La Guajira; y convocó algunos de los congresos fundadores de nuestras naciones contemporáneas, en Angostura,en la Orinoquía, en 1819, o en Cúcuta, en 1821, para intentar una organización propia de la Gran Colombia. Se fijaron parámetros imaginarios para ser nosotros mismos como sociedad a partir del reordenamiento territorial de lo colonial. No obstante, las pugnas y guerras civiles, terminaron por imponer al centro del altiplano cundiboyacense como el lugar de preeminencia sobre los demás. El río Magdalena, nuestra gran oportunidad para la conexión de las culturas de esta tierra fue, poco a poco, convertido en los confines del ordenamiento departamental andino: el resto del país se nombró entonces como «territorios nacionales», declarados en su mayor parte como baldíos, para reafirmar su carácter de zonas pendientes de descubrimiento y conquista.

¿Por qué no hemos considerado otras fronteras? ¿Cuáles son esos límites imaginarios que no concebimos desde esa sola idea del mundo? El ejemplo de los mamos de la Sierra Nevada, que no se han cansado de explicarles al país y al mundo que la Línea Negra, más que un límite, es una lógica de funcionamiento, al mismo tiempo natural y cultural, del cerro Gonawindúa, es prueba de ello. Los sitios sagrados que se tejen entre la costa y las cuencas de los ríos son las relaciones entre los árboles, las piedras, la tierra, el aire y el agua.

La tozudez colonial ha persistido a sangre y fuego durante nuestra historia. En los años ochenta del siglo pasado los territorios de las «tierras bajas», fueron promovidos como los espacios del futuro, la «segunda oportunidad» del país que ya debía superar el café como productor de las divisas necesarias a la economía capitalista dominante. El Catatumbo, Arauca, Putumayo, Urabá denominada como «la mejor esquina de América», con un sentido siempre de zona exterior extrema, y los Llanos fueron escenarios de las nuevas explotaciones petroleras y de plantaciones forestales y de monocultivos, convertidos con brutal violencia en el tránsito de los siglos xx y xxi: conquista, despojos y desplazamientos de millones de personas fueron los «costos» del desarrollo y la supuesta salvación civilizatoria.

Michael Taussig se aproximó analíticamente a esas transformaciones de los imaginarios fronterizos y los definió como aquellos donde la tensión entre el coexistente deseo y el miedo al otro se resolvía con la violencia como el espacio trágico de socialización de unas fronteras en movimiento. Allí estaban, por supuesto, y siguiendo el orden de los territorios mencionados, los barí, los u’wa, los kofán y los ingas, entre otros pueblos indígenas del piedemonte amazónico, y los embera, junto con sus vecinos campesinos y negros con los que convivían después de los complejos periodos de configuración de sus vecindarios que, por supuesto, tampoco estuvieron exentos de tensiones entre ellos mismos.

Hoy se propone desde el legislativo revisar, como sociedad, los imaginarios centralistas y colonialistas para reconocer, sin ambages, las diversidades lingüísticas y culturales del país, para que estas tengan poder y se incluyan, de manera definitiva, en el destino de una nación que no hemos terminado de imaginar y comprender. Reconocer los aportes territoriales históricos, su historia, su geografía, su arquitectura, su conocimiento y todo lo que entendemos como culturas, artes y saberes es fundamental para aspirar a la unidad de una nación, cuyo símbolo de unidad es una Constitución plena de derechos sociales y económicos: es preciso avanzar en la recuperación y redefinición del sentido de las fronteras abiertas.

Por ello, hoy, cuando el país se debate entre el cambio y la continuidad de esas lógicas dominantes, el tema de las fronteras resulta crucial, y le dedicamos esta entrega de la revista, como un aporte a la necesaria tarea colectiva, pública, cultural, que desate los nudos de nuestros imaginarios y de los ordenamientos mentales y territoriales que aún imperan. La inclusión social y la lucha por la igualdad y el reconocimiento de grupos y sectores sociales marginados y excluidos como los campesinos, los indígenas y las comunidades negras, y los pobladores de los municipios rurales, corresponden a los extensos territorios de las tres cuartas partes del país que han sido mantenidos aún hoy como marginales y bárbaros, o cuando menos, como «subdesarrollados». Vastos grupos humanos sostienen la enorme diversidad del país y nos muestran el camino de la superación de las fronteras como líneas divisorias, hacia su constitución como espacios de articulación, de diálogos y convivencias interculturales, y de paz. Las fronteras están, entonces, profundamente instaladas en nosotros mismos. Quizás llegó la hora de hacernos las preguntas importantes sobre nuestros prejuicios y límites.

CONTENIDO RELACIONADO

Array

13 de noviembre de 2025
Cuarenta años después de la tragedia de Armero, GACETA retoma las preguntas abiertas sobre la noche de la avalancha, las memorias de los sobrevivientes y el renacimiento que vino después: no se trata solo de lo que perdimos, sino de cómo recordamos y reconstruimos, de la vida que, pese a todo, se abre paso entre las ruinas.

Array

12 de noviembre de 2025
Galindo es el ganador del Premio Nacional de Poesía 2025 por La segunda vida de las cosas (Ambidiestro Taller Editorial, 2023), un paisaje de nostalgias, un cuerpo que es un animal pixelado y eléctrico y a veces una máquina sensible y atrofiada. GACETA publica tres poemas de la colección.

Array

11 de noviembre de 2025
David Eufrasio Guzmán (Medellín, 1976) es el ganador del Premio Nacional de Cuento 2025 por Animales de familia (Angosta Editores, 2023), en los que el desencuentro, la fascinación, el asombro y el miedo enfrentan a los humanos a su animalidad. GACETA presenta uno de los doce cuentos de la colección.

Array

10 de noviembre de 2025
A través del colectivo Amplificadas, picoteras y sonideras de Colombia y México trabajan para transformar sus culturas, reivindicar a las referentes del sound system y visibilizar el trabajo de las mujeres, invisibilizado por mucho tiempo. 

Array

9 de noviembre de 2025
La novela Esta herida llena de peces significó una catarsis para su autora Lorena Salazar Masso: un proceso lento de lectura, escritura y recuerdos sobre su vida en las riberas del Atrato. Estos recuerdos volvieron a florecer en esta conversación con el padre Antún Ramos, sobreviviente de la masacre de Bojoyá y quien, más de veinte años después, decidió escribir sobre el horror.

Array

9 de noviembre de 2025
Mientras Bogotá coreaba a la banda de rock Linkin Park el pasado 25 de octubre, en el barrio Salitre El Greco contaban los decibeles para poder dormir. Esta es la historia de una mujer y una comunidad que ya no logran descansar por cuenta de un recinto de conciertos que se inauguró bajo la promesa de llevar alegría a la ciudad.

Array

8 de noviembre de 2025
El operativo del 28 de octubre en dos favelas de Río de Janeiro, con un saldo de más de 120 muertos, recuerda a la Operación Orión en Medellín. Ambas ciudades son hermanas de muchas formas, reflejadas en sus paisajes y su violencia.

Array

7 de noviembre de 2025
La película Noviembre, de Tomás Corredor, y el documental Fragmentos de otra historia, de César García y Laura Vera, son ejercicios de memoria sobre la toma del Palacio de Justicia que nos confrontan con nuestros recuerdos y lo que queremos olvidar.

Array

6 de noviembre de 2025
El 6 y 7 de noviembre de cada año se recuerda un episodio que marcó traumáticamente la historia de Colombia: la toma del Palacio de Justicia por parte de la guerrilla del M-19 y la retoma del lugar por parte de las fuerzas militares. Casi un centenar de personas murieron en estos hechos de los que todavía queda mucho que contar. En este trabajo, que apuesta por la investigación periodística y la instalación artística, evidenciamos un ángulo no explorado hasta ahora.

Array

5 de noviembre de 2025
Frente a la soledad digital, la información sin verificar y las cámaras de eco, las librerías se han consolidado como espacios de encuentro y comunidad con libros editados con cuidado y una inteligencia colectiva que ningún algoritmo puede replicar.