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Un monumento a la resistencia y contra el olvido

4 de noviembre de 2024 - 10:36 am
Un puño de concreto, alzado en el corazón de las protestas que sacudieron a Colombia en 2021, del que todos hablan y que algunos quieren demoler. El domingo 27 de octubre, durante los eventos de la COP16 en Cali, la comunidad de Puerto Resistencia y representantes del gobierno se encontraron a los pies de este contramonumento para reivindicar su importancia simbólica, histórica e identitaria. Esto fue lo que sucedió aquel día.
Monumento a la Resistencia en PR. Hoy la comunidad entrega el expediente para que entre a ser Bien de Interés Cultural de la nación. Foto por Sara Ramírez.
Monumento a la Resistencia en PR. Hoy la comunidad entrega el expediente para que entre a ser Bien de Interés Cultural de la nación. Foto por Sara Ramírez.

Un monumento a la resistencia y contra el olvido

4 de noviembre de 2024
Un puño de concreto, alzado en el corazón de las protestas que sacudieron a Colombia en 2021, del que todos hablan y que algunos quieren demoler. El domingo 27 de octubre, durante los eventos de la COP16 en Cali, la comunidad de Puerto Resistencia y representantes del gobierno se encontraron a los pies de este contramonumento para reivindicar su importancia simbólica, histórica e identitaria. Esto fue lo que sucedió aquel día.

Es raro ver un monumento a color, por lo general son blancos, grises o verdosos. Pero a medida que uno avanza por la autopista Simón Bolívar de Cali, a la altura de la carrera 46, se ve un puño izquierdo de nueve metros y medio brotar de la tierra en tonos amarillos, verdes, rojos. 

Es 27 de octubre. Son las 9:55 de la mañana. Frente al puño titánico se levanta una carpa. Al rodearla, hay un hombre joven desyerbando a machete una matera. Tras él hay un sendero de cien metros con casetas de colores a un lado. Por la puerta de una de las casetas brota salsa clásica a todo volumen y se confunde con el estruendo de los carros que pasan por la autopista. Algunas personas bailan. Hay humo de leña, fogones, ollas grandes, y mujeres cortando carne y verduras sobre mesas improvisadas.

Una pareja le toma fotos a un hombre sentado tras el monumento, él mira, es consciente del interés que suscita. Se llama Alfredo Alzate pero todos aquí le dicen Cortico. Tiene esa forma confiada de caminar de los que saben que han sido héroes. Con sus manos ajadas de agricultor empírico, ayudó a levantar desde sus cimientos el Monumento a la Resistencia. Fue en mayo de 2021, durante el Paro Nacional contra el gobierno de Iván Duque, que duró hasta junio del mismo año. A este evento también se le llamó «El estallido social» o «Estallido». 

«Hay que estar en la trampa»

Cortico da un paseo por su huerta, ubicada a ambos lados del sendero tras el monumento, cultiva chachafruto, lengua e’ suegra, naranjas, sábila, jengibre, orégano, espinaca, plátano, papaya, girasoles, guayaba y manzana verde. Mientras enseña hojas y frutos de su cosecha, cuenta que está acá, en Puerto Resistencia, desde las protestas del 28 de abril de 2021. 

Vive en una caseta de madera, de escasos dos metros cuadrados, con su propio jardín en miniatura. Se sabe de memoria la historia mil veces contada a cada forastero que viene a saciar su curiosidad. Cortico tiene ganas de hablar porque está seguro de las hazañas que vivió en el ojo del huracán: Cali fue el epicentro del estallido social y Puerto Resistencia (PR), fue el corazón de la lucha. 

Durante veinte días, los jóvenes manifestantes, que se hicieron llamar La Primera Línea, sacaron al Esmad de PR. Al segundo tuvieron la idea del monumento y empezaron a pedir materiales a la comunidad para construirlo. «Eso llovía arena, llovía cemento», cuenta Cortico. Consiguieron las varillas de hierro tumbando postes que tenían cámaras. Tomó diecisiete días levantar el puño de concreto, entre unas 200 personas, y dos días pintarlo. 

Para Cortico, un monumento es historia y conserva la historia porque fue hecho en medio de una «guerra». Dice que la comunidad está muy a favor de esta «película» y está contentísima con lo de volverlo patrimonio, que es el objetivo del encuentro de hoy. Pero «así lo legalicen, hay que estar en la trampa». Se refiere a la presión de representantes políticos del Centro Democrático que buscan demolerlo: congresistas como Cristian Garcés —para quien el puño es «una construcción que representa la muerte y dolor que sufrió Cali en 2021»— y María Fernanda Cabal, o el concejal caleño Andrés Escobar, que propuso derribarlo en agosto de 2023. De hecho, según Infobae, el pasado 3 de septiembre el Juzgado 15 administrativo de Cali admitió una demanda de Escobar contra la resolución que aprobó la construcción del Monumento a la Resistencia.

No es el único monumento que quedó en PR tras las movilizaciones. En un parquecito, al otro lado de la autopista, hay una olla gigante de concreto. Según Cortico, desde el primer día que cerraron PR —aquel 28 de abril de 2021, cuando indígenas Misak derribaron la estatua de Sebastián de Belalcázar en el oeste de Cali— se armaron ollas comunitarias. A los tres días de finalizar el puño, alzaron el monumento a la olla como homenaje a las madres que prepararon comida para los manifestantes de la Primera Línea durante las protestas. 

—A veces peleábamos tres días sin comer, solo gases —cuenta Cortico recordando las bombas lacrimógenas del Esmad—, cuando parábamos llovía la comida.

 

Cortico en el Monumento a la resistencia. Foto por Sara Ramírez.
Cortico en el Monumento a la resistencia. Foto por Sara Ramírez.

Derecho a construir memoria y referentes propios

En Puerto Resistencia el arraigo de sus habitantes es evidente. Hoy abundan las camisetas de PR, con distintos estilos y diseños con el puño como núcleo: puño de fuego de Jesucristo o Puerto Resistencia con letra de Grand Theft Auto San Andreas. 

La de Juan Ortega también tiene un puño, pero el diseño es extraño: con hojas verdes y aura luminosa dice «Boicop». Juan pertenece al colectivo Primera Línea Resistiendo la Indiferencia y cuenta que «Boicop, la ruta de la inclusión» es un proyecto que nació desde la juntanza de organizaciones sociales como propuesta alternativa a la agenda de la COP16 para mostrar la riqueza cultural de los barrios de la ciudad. Su objetivo era incidir y reflexionar sobre la idea de paz social con la naturaleza desde la memoria, la resistencia y la biodiversidad. Esta agenda alternativa a la COP16 —que finalmente entró a la agenda oficial en alianza con MinCulturas— tuvo una programación de cinco días con obras de teatro, muestras artesanales, títeres, visitas a huertas y el Cacerolazo Sinfónico, en cinco puntos distintos de la ciudad. En el proyecto participan habitantes de calle, niños y niñas, grupos juveniles, adultos mayores, firmantes de la paz, colectivos de resistencia y colectivos disidentes.

Juan trabaja en la producción del acto simbólico de hoy. Ahora ayuda a armar una tarima frente al Monumento. La cara, el pelo y la barba le sudan por el calor salvaje de la media mañana. Estuvo durante el estallido social en varios puntos de Cali en brigadas médicas, ollas y procesos asamblearios. Es filósofo de la Universidad del Valle y conserva intacto el vozarrón de sus días de estudiante. Cuenta que el evento de hoy marca un hito porque entregan el expediente que inicia la ruta para que el Monumento a la Resistencia sea reconocido como Bien de Interés Cultural. 

En Colombia, un Bien de Interés Cultural (BIC) es uno que ha sido declarado como patrimonio cultural por el Estado, por medio de un acto administrativo, por su valor histórico, artístico, arquitectónico, arqueológico o antropológico. Estos pueden ser inmateriales, muebles o inmuebles, como el Monumento a la Resistencia que cuenta con un gran valor histórico y simbólico: por un lado representa hechos, personajes o un periodo relevante de la historia del país; por el otro, tiene un significado cultural y social importante para la comunidad de PR. El monumento desde la sombra de la carpa se ve reluciente con sus escudos hechizos: por cada foto un muerto.

La designación BIC implica una consideración de gran importancia para la identidad, historia y memoria del país y, por lo tanto, dicho bien es protegido y conservado por el Estado, como dicta la Ley General de Cultura (Ley 397 de 1997) modificada por la Ley 1185 de 2008. 

—De la mano del reconocimiento de PR como Bien de Interés Cultural viene, además, el reconocimiento de ciertos derechos que nos han sido negados en el marco de nuestras identidades— dice Juan. 

Se refiere al derecho que tiene la comunidad de construir memoria y sus propios referentes. Y de ciertas obligaciones que asume el Estado con la comunidad y el monumento. Según Juan, este representa una amalgama de pensamientos, saberes, ideas, acciones e historias. 

Esto será corroborado más tarde, cuando lleguen integrantes de la minga indígena y se apoyen en el Monumento a la Resistencia como referente para resistir un proyecto de represa en el cañón del Micay. O, cuando la ministra de agricultura, Marta Carvajalino, compare la lucha de PR con la lucha del campesinado colombiano. También en las declaraciones de Andrés Camacho, ministro de minas y energía, quien dijo que ellos, como ministros, son la primera línea del Gobierno apoyando los procesos de la comunidad. O cuando el ministro de las culturas, Juan David Correa, afirme que el patrimonio se construye por medio de la lucha. Y se verá en el mensaje escrito en una tela de diez metros por dos jóvenes que vienen de la UNAL de Bogotá a exigir, delante del monumento: «LIBERTAD PARA LOS HUMEDALES».

Pero ahora, para Juan, que este puño descomunal sea un BIC, significa también el inicio de una ruta para juntar esfuerzos y acciones en el territorio. Con esto, PR será tenido en cuenta dentro de los diferentes planes de ordenamiento e instrumentos de planeación de Cali. No es solo un objeto con sentido conmemorativo, también contiene a la red de personas que se congregan a su alrededor en el territorio, sus saberes y sus disputas. En este momento, para Juan, la comunidad de PR tiene a la ley de su lado y por eso ignora a los detractores del monumento, esos mismos que lo tratan de esperpento artístico y le lanzan ataques encarnizados desde el Concejo Municipal, la Asamblea Departamental o la Cámara de Representantes.

El crítico de arte Elkin Rubiano afirma, en un análisis, que calificar el monumento de esperpento o bodrio antiestético no viene de personas del campo artístico, sino de los sectores de derecha que sostienen que lo ocurrido en Cali en 2021 fue una toma guerrillera y no un estallido social. Pero la discusión sobre lo bello y lo feo son comparaciones superficiales y juicios pobres, según Rubiano, y resalta la importancia de que una verdad se haga cuerpo en la materia. Lo que se hace monumento es la solidaridad, la colaboración, y la suspensión de cualquier interés para hacer algo común. Lo bello de todo esto, dice, es que es una encarnación de lo comunitario. 

En su lugar, asegura el crítico, hay otros puntos de vista que sí pueden enriquecer la discusión sobre la naturaleza simbólica del Monumento a la Resistencia. Como la pregunta que tiró al aire la artista caleña Laura Campaz el día de la inauguración del monumento, el 13 de junio de 2021: «El oriente de Cali es afro. Mucha de la gente que ayudó a construir ese monumento es afro. ¿Por qué la mano es mestiza? ¿Dónde está la revolución antirracista?».

Foto por Sara Ramírez.
Una “madre de la resistencia” alistando los ingredientes del sancocho para el Master Ollas.

Madres y ollas de la resistencia

A las 10:45 a.m. llegan los equipos de sonido: cinco cabinas de medio metro y una controladora de DJ. Al medio día, desde la tarima recién alzada, empiezan a tronar los parlantes: suena Blue Lights de Jorja Smith, una canción sobre la brutalidad policial, la discriminación racial y sobre cómo las comunidades marginalizadas son amenazadas por la presencia de la policía en el Reino Unido.

Siete minutos después, llegan tres chivas de la minga indígena. Vienen en el marco de la COP16 a impulsar la defensa de la biodiversidad y a protestar contra una represa que afectará a comunidades y ecosistemas del Cauca. Aparece una banda marcial de niños: Sucre, comuna 9. Una diputada del Cauca, parte de la minga, da un discurso sobre la tarima. Lo que va a ocurrir hoy aquí empieza a calentar motores.

Gloria PR lidera un grupo de madres artesanas cabeza de hogar. Diseña prendas impresas en serigrafía y linograbado. Cuenta que cada año le pintan cosas nuevas al puño: al principio era sobre unión, ahora es biodiversidad en el marco de la COP16. Mucho color en contraste con el gris que usaron detractores de derecha, en 2021, para tapar los murales de la calle quinta con las caras de los muertos durante el estallido.

Es raro ver un monumento que cambie cada año. Gloria dice que el puño de la resistencia está más vivo que nunca, transformándose con las coyunturas.

Cecilia Betancourt, doña Ceci, tiene un emprendimiento llamado «Madre de la resistencia». Así le decían los jóvenes durante el paro, «madre», porque no conocían los nombres de las mujeres que cocinaban en las ollas comunitarias para casi 900 personas al día

—Venimos trabajando desde abril, después de la visita del presidente Gustavo Petro, cuando pide la declaratoria del monumento —cuenta doña Ceci sobre el expediente—. Nos ha tocado arduamente estar en reuniones con el Ministerio, en talleres, en capacitaciones, haciendo las entrevistas.

El Monumento a la Resistencia «tiene un granito de arena de cada persona de la comunidad», dice Ceci, y siempre les va a recordar a quienes gobernaron durante 2021 las cosas horribles que hicieron contra la gente del sector. Según ella, que este sea considerado un BIC es significativo para la comunidad porque se construyó en pleno estallido, hace honor a las víctimas y honra la memoria, no solo de lo ocurrido en 2019 y 2021, sino de los desplazados por la violencia que fundaron los barrios circundantes durante el siglo XX y de las mujeres que se ganaron la vida durante muchos años cocinando y vendiendo rellena. Antes de llamarse Puerto Resistencia este punto se conocía como Puerto Rellena. Aquí venían camioneros, mujeres y niños a comer en los puestos de fritanga. Por eso, la comunidad le llama también PR, para que contenga los dos significados.

Es imposible imaginar la gesta de la construcción del Monumento a la Resistencia sin el apoyo de las ollas comunitarias. Según doña Ceci: «siempre han sido valiosas porque, como vos podés ver, aquí se hace una actividad y por lo menos una olla comunitaria hay».

A las 2:50 p.m. habilitan las ollas para que propios y extraños vengan a comer. Faltan trastes. Gente del sector llega con platos y recipientes de plástico a recibir atollado, fiambre, bandeja paisa, sancocho de gallina, carne en rollo, entre otras delicias del territorio.

Hoy también ocurre el Master Ollas en el marco de la Boicop, una especie de Master Chef en el que las madres de la resistencia van a cocinar. Compiten ocho ollas comunitarias por el galardón a la comida más sabrosa de PR. Hay nueve menús y tres jurados para definir a la ganadora.

Foto por Sara Ramírez.
Integrantes de la minga indígena escuchando un discurso frente al monumento. Foto de Sara Ramírez

«Un patrimonio no es una estatua»

A las 3:45 p.m., mientras todo el mundo come sentado en el suelo, en un andén, en sillas, parado o a la sombra de los árboles, aparece el ministro de las culturas Juan David Correa. Delgadito, de gafas, se perdería entre la multitud si no fuera por su camisa roja con flores estampadas. Una madre le ofrece caldo caliente en una coca de icopor. Correa come y conversa con la comunidad. Doce minutos después aparece Andrés Camacho, ministro de minas y energía. La escena se repite. 

Correa habla con Cortico, luego con jóvenes y madres de la comunidad, y con un grupo de chicos de un proyecto de hip hop. A las 4:20 ya está en la tarima. Dos niñas pequeñas con trenzas sostienen el expediente del que hablaba doña Ceci: un documento del tamaño de un cuaderno grande de cien hojas, tapa azul clara con una ilustración del puño de la resistencia, en el que trabajaron 130 personas de la comunidad

Según este reportaje de la revista Cambio, el expediente contiene información y soportes que justifican la declaratoria: el marco conceptual de la escultura, contexto histórico antiguo y reciente, aspectos artísticos, símbolos y lo que representan, y una valoración final de acuerdo al capítulo IV del Decreto 1080 de 2015, que establece el manejo y protección de los BIC. «Estos cinco ejes los abordaron en unos encuentros que convocó el ministerio para que la comunidad de Puerto Resistencia investigara y discutiera cada uno para luego compartir y redactar sus hallazgos, justificaciones y conclusiones, aportando pruebas documentales como fotos, videos y textos de referencia», dice el reportaje.

A las 4:24 p.m. empieza el acto simbólico. Varias veces se repite la palabra «¡aguante!». Otra niña pequeña lee un breve discurso. Sebastián Velasco, joven sobreviviente de violencia policial, interviene: 

—Por la memoria de los que ya no están: ¡Qué viva la resistencia!

—¡Qué viva!— grita el público.

Ahora habla Carolina Montaño, recluida durante catorce meses en la cárcel de Jamundí acusada de participar en el asesinato de un policía en el Paso del Aguante, otro punto de resistencia al norte de la ciudad. Ella habla desde la tarima a favor de los jóvenes que siguen encarcelados. 

—Libertad a los presos por luchar— grita un muchacho entre la multitud. 

Una niña de unos diez años canta Colombia tierra querida y Canción sin miedo, de la mexicana Vivir Quintana, que denuncia el asesinato sistemático de niñas y mujeres.

El viceministro de juventudes, Gareth Sella, quien perdió 90% de visión en su ojo izquierdo durante las protestas del estallido en Bogotá, también está aquí. Dice que a veces las palabras no alcanzan y que para eso están los monumentos, por eso hay que blindarlos con la ley. 

Según Susana Muhamad, ministra de ambiente, Gustavo Petro pidió convertir el puño en monumento nacional como reconocimiento para que la lucha que ocurrió aquí no sea invisible.

—Si no estamos juntos en la democracia, no hay democracia— remata la ministra.

Dice el ministro Camacho, frente a la comunidad, que aquí está el Gobierno dando la cara, apoyando el proyecto social de Puerto Resistencia. Y es verdad, hay cuatro ministros en «el pedazo» como le dice la gente del sector. En este trocito polvoriento de una autopista que parte a Cali, la frontera invisible en la que empieza el oriente, conocido como Aguablanca.

Mauricio Villamarín, el Barbas, cuenta que la Boicop es «el hijo feo de la COP16» y que hay 400 artistas en dicho proyecto trabajando en procesos ambientales. Según Barbas, muchas organizaciones sociales sintieron que no iban a ser parte de esta COP, personas del oriente y las laderas de Cali, y por eso impulsaron la agenda alternativa que termina hoy en PR.

Rolando Quintero, otro líder conocido como el Papas, habla ahora. Dice que este es un contramonumento erigido en contra del monumento a Sebastián de Belalcázar, ubicado al oeste de Cali. Que el puño representa dignidad y lucha social contra el genocidio, porque nada fue dado. Que cualquier derecho humano es producto de la lucha social, no un regalo. Que los ministros estén aquí es un honor y que el monumento es un autorreconocimiento de lo que sí decidió ser la comunidad: dignos y dignas guerreras de la justicia social. 

—Es justo criticar lo que se ama—, dice duro el Papas, parado en la tarima mientras mira a los cuatro ministros sentados a su derecha. 

A las 5:18 p.m. finaliza Correa: un patrimonio no se decreta, es un proceso, crear un expediente como el que hoy entrega la comunidad y que será llevado en noviembre ante el Consejo Nacional de Patrimonio. Además de una materialidad que representa memoria, el patrimonio es cuidado, emprendimiento, ollas, asegura el ministro. 

—Un patrimonio no es una estatua—, dice Correa y que este será un Bien de Interés Cultural porque hay una justificación social. 

En medio de los aplausos de la comunidad, al finalizar el evento, es claro que aún falta trecho para que el Monumento a la Resistencia se convierta en BIC, para enero podría ser una realidad, según Correa. Por ahora seguirá siendo memoria en disputa y motivo de debates.

Foto por Sara Ramírez.
De izquierda a derecha: Andrés Camacho, ministro de minas y energía; Susana Muhamad, ministra de ambiente y desarrollo sostenible; Gareth Sella, viceministro de juventudes: Marta Carvajalino, ministra de agricultura y desarrollo rural; Juan David Correa, ministro de las culturas, las artes y los saberes; y Gildardo Silva, representante a la cámara del Pacto Histórico. Foto por Sara Ramírez.

Somos guerreros y guerreras milenarios por la justicia social

Son las 5:40 de la tarde. Antes de que al Papas se lo trague la multitud, lo alcanzo para preguntarle cuál fue el papel de la comunidad en todo esto. Le arranco dos respuestas: dice que surge porque está planeado en unas cabezas que lo sueñan y lo cristalizan. Una suerte mística que también es parte de los cimientos del monumento y tiene que ver con la historia de lo que han sido sido ellos: guerreros y guerreras milenarios por la justicia social, por lo que es apenas justo, por la libertad, por la paz en medio de generaciones de violencia. 

—Hemos propuesto con este símbolo parar esas violencias fratricidas, no estamos diciendo que nosotros seamos los buenos y que la gente de bien sean los malos —dice el Papas—. Aquí vamos a seguir en términos de resistencia, pero no necesariamente una acción confrontativa. Es una acción desafiante, propositiva, porque propone el diálogo que implica sobre todo la contraparte, que varias veces no solamente fue el antagonista, sino también el enemigo, porque nos enfocaron con sus cañones, nos dispararon.

Cali siempre ha sido una ciudad caliente, rebelde. Quizá el Papas también evoca la época de la conquista cuando los indígenas se resistieron a la invasión española. O a la época de la colonia. O tal vez a los estallidos sociales de la segunda mitad del siglo XX. O a la migración de población afro y campesina a esta zona, acosados por la violencia y la pobreza.

Los creyentes peregrinan hacia los sitios donde ocurrieron milagros. Allí, por lo general, también se erigen monumentos. Muchos creyentes de la justicia social peregrinan hacia Puerto Resistencia. A menudo surge una pregunta ¿qué pasaría si pelecha la demanda de Andrés Escobar y vienen a demoler el monumento? Es posible imaginar un escenario de lucha. Esta comunidad no se va a dejar quitar lo suyo.

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