Este es un breve recuento de las bodas de mármol, cuya palabra clave debe ser «cambio». Desde los primeros años —configurados con un enfoque determinado por la visión de las élites— la radio ha sido un medio vivo, articulado con las dinámicas sociales y políticas; pero, ante todo, cercano al público de todas las regiones del país.
Reconstruimos esa historia gracias a los recursos sonoros e investigativos del Archivo Señal Memoria, que conserva, salvaguarda y promociona el patrimonio audiovisual de la historia de la radio y la televisión en Colombia. También a través del Boletín de Programación de la Radiodifusora Nacional de Colombia, publicación mensual gratuita que se distribuyó desde la década de los cincuenta por casi cuarenta años.
El Origen
El 1 de febrero de 1940 se inaugura la Radio Nacional como el segundo intento de tener un medio radiofónico de difusión público. Tras el cierre de la emisora HJN, que funcionó entre 1929 y 1937, surgió la Radio Nacional. Pronto ocupó un espacio en la configuración de los proyectos nacionales y detrás de los cuales se aprecian complejas relaciones entre poder y cultura. «No sólo pretendió constituirse en el órgano informativo del gobierno de turno, sino que además fue parte constitutiva de una tecnología de gobierno que desempeñó distintas funciones a lo largo de su historia», tal como cuenta Juan Caros Amador en su libro Memoria al aire. Gubernamentalidad, radiodifusión y nación en Colombia (1940-1973). Una de estas funciones fue por ejemplo la educación, a través de iniciativas como el Bachillerato por radio, que educó a toda una generación y creó las oportunidades de inserción en el mercado laboral de miles de colombianos.
Claramente en su origen la Radio Nacional era una Iniciativa centralista que irradiaba la visión del gobierno y de un tipo de sociedad a todo el resto del país. Amador asegura que «la radiodifusión oficial no solo se encargó de transmitir discursos sino que puso en escena de manera discursiva/performativa formas de pensamiento y de acción para las audiencias populares-masivas, entendidas generalmente como analfabetas, ignorantes, incompletas y en déficit».
Programación
En estos ochenta y cinco años, la programación de la Radiodifusora Nacional de Colombia ha evolucionado sustancialmente, pasando de tener contenidos fieles a una élite cultural y política, a ser una radio popular. Se convirtió en el medio con una de las mayores redes de transmisores en todo el país, llegando con su señal a regiones donde no llegan las grandes cadenas privadas.
Dice Renán Silva en su libro República liberal, intelectuales y cultura popular. Medellín. La Carreta Histórica que «desde sus inicios [la radio] incluyó programas de literatura, teatro y artes liberales en general, aunque también introdujo temas relacionados con la historia y la geografía del país, y sobre las tradiciones “folclóricas” del pueblo colombiano». En ella se articularon la representación de cultura a partir de la imposición de élites liberales, con educación europea, los contenidos oficiales del gobierno de turno y algunas expresiones de la llamada cultura popular reglamentaria y representativa de los valores de entonces.
En sus inicios, la programación tuvo un énfasis educativo, ya que dependía del Ministerio de Educación Nacional. Algunas muestras de estos contenidos de las primeras décadas se pueden aún escuchar en línea y de forma gratuita en el catálogo de Señal Memoria.
Igualmente, y como parte de su labor de difusión de la obra del gobierno de turno, emitió contenidos institucionales de los distintos ministerios y otras entidades estatales, los cuales según Alexandra Castro, autora de Radio Nacional (1970-1990), una breve radiografía de su programación, «no tuvieron mucho éxito debido a que no fueron pensados para un público, sino que simplemente constituyeron un espacio de divulgación. Los demás programas se abordaban a través de comentarios, críticas, reportajes, radiorevistas, crónicas, conferencias, etc.».
En las dos primeras décadas el esquema de programación se dividió en dos ejes principales: cultura del hogar, literaria, teatral y cinematográfica; y cultura profesional, industrial, agropecuaria y administrativa. En el primero, sobresalieron emisiones matutinas de música clásica, espacios que abordaban aspectos cotidianos o especiales sobre la mujer; también se apreciaban comentarios literarios, adaptaciones radiofónicas y críticas de cine.
Por su parte, en el segundo eje, prevalecieron las emisiones institucionales y ministeriales, las crónicas deportivas y algunos programas especializados en arte. Destacaba la promoción de los valores patrióticos, especialmente enfocados a la niñez y la juventud a través de radioteatros que reflejaban las gestas de la independencia como Por aquí pasó Bolívar o aquellos dedicados a la fundación de Bogotá.
La música tuvo un lugar predominante en la programación con la presentación de transcripciones de otras emisoras como la BBC de Londres o La voz de Alemania. Era usual emitir interpretaciones de solistas y conjuntos vocales en vivo o se reprodujeran discos fonográficos nacionales y extranjeros, en ocasiones, donados por los miembros melómanos fundacionales, como el musicólogo Otto de Greiff y su colección de discos. Esa llamada alta cultura que fue su principio fundacional se manifestó en un alto porcentaje en la programación en esos contenidos orientados a la enseñanza sobre historia musical que hicieron por casi cincuenta años identificar a la hoy Radio Nacional de Colombia como una emisora de música clásica, algo que con el tiempo tuvo un impacto definitivo en los índices de audiencia de la emisora. La llamada música clásica ocupaba treinta y dos horas semanales, pero para el 2004 tenía un porcentaje de casi 80 %.
A través de los radioteatros emitidos desde sus inicios, vino también la profesionalización de los radioactores y la consolidación de grupos teatrales que también contribuyeron posteriormente a la programación de la naciente televisión colombiana en 1954. Nombres como Jorge Alí Triana o Carlos Muñoz están necesariamente vinculados al «interés prematuro de la radio pública por llegar a los más pequeños, a través de la conformación en 1943 del Grupo Infantil de Teatro por José Agustín Pulido, quien no solo seleccionó a sus integrantes sino que adaptó diversas obras de la literatura universal al medio radial y, en ocasiones, también tuvo que acudir a sus habilidades de inventiva», como dice Castro.
Los dorados años cincuenta
En esta turbulenta época en que el país tuvo ocho presidentes en cinco períodos de gobierno (incluida una Junta Militar) primó el radioteatro infantil y el lanzamiento de obras literarias colombianas traducidas al medio radial, como lo son Madre, Al pie del Ruiz de Samuel Velásquez Botero y Entre primos de José Manuel Marroquín.
También despertó el interés por conservar las voces y el legado poético y literario de nuestros intelectuales. Era conservar las voces vivas de los literatos colombianos más representativos de la época.
Los sesenta, época de amplificación
La emisora extendió su cubrimiento. Nuevos transmisores fueron inaugurados por el primer presidente tras seis años de gobierno militar, el liberal Alberto Lleras Camargo. Este fue un convencido de la labor de la radiodifusión como instrumento de cultura y fomentó la educación popular colombiana.
La década del Frente Nacional se podría decir que fue la época dorada del repertorio teatral. Castro asegura que, con el afianzamiento de la televisión y la radio como gran contribuyente en cuanto a talento actoral se refiere, «se definieron algunos espacios dedicados a las adaptaciones radiofónicas como el Teatro dominical, una franja de programación del género dramático que integraba obras clásicas y modernas dirigidas principalmente por Bernardo Romero Lozano y Fausto Cabrera; adaptadas por Hernando Vega Escobar, Humberto Martínez Salcedo, Gonzalo Vera Quintana, Víctor Muñoz Valencia. Rafael Maya, Gerardo Valencia, Gonzalo González, Joaquín Piñeros Corpas y Andrés Pardo Tovar».
Las tres primeras décadas de la Radio Nacional de Colombia tuvieron una programación que, si bien estaba enraizada en el pasado y en los valores fundacionales de 1940, se percibían cambios en medio del tumultuoso momento mundial. Se consolidó una estructura de programación mucho más sólida y pensada en los oyentes de la época. A finales de la década se seguía transmitiendo programas para el hogar, para los campesinos y las franjas de música clásica. Existían boletines noticiosos para mantener actualizada a la audiencia a través del servicio informativo Reloj del mundo, de los que se conservan muy pocos registros al respecto.
Igualmente, siguiendo la tendencia tecnológica, se vislumbró la posibilidad de dotar a la radio nacional y sus frecuencias de una utilidad que sería recordada por toda una generación de colombianos: la labor educativa. Se transmitieron clases de enseñanza secundaria que incluyeron nuevos espacios sobre introducción a la música, poesía, ballet e idiomas.
Un país cambiante, pero… ¿y su radio?
La radio comercial ya llevaba su propio proceso. Las cadenas radiales estaban consolidándose en gran parte del país. Incluso la radio cultural comercial tenía su propio modelo con la Emisora HJCK. La Radiodifusora Nacional amplió su cobertura por todo el territorio nacional, según Castro, amplificándose en el Valle del Cauca, la zona cafetera y el Caribe con la intención de «generar programas radiales propios del alma de cada región para transmitirse a todo el país. Abrió el espectro cultural gracias también al cambio tecnológico y empezó a transmitir diferentes festivales musicales colombianos en géneros como el vallenato, la música andina de cuerda o la música llanera. Esto implicaba también una importante movilización de capital humano y tecnológico para llegar a las regiones. En la actualidad, estos cubrimientos se conservan y desde los años setenta, muchos de esos registros sonoros son conservados por Señal Memoria.
La diversificación en contenidos a la que ayudó el nuevo enfoque y la tecnología llevaron a que la Radiodifusora Nacional de Colombia comenzara a transmitir sus contenidos en la frecuencia de FM, sin dejar, por supuesto, de lado el AM. Los cambios requieren decisiones definitivas con el fin de avanzar.
Castro asegura que la década de los ochenta se destaca por la creación de una programación «estructurada en parrillas diferenciadas para los sistemas AM y FM, la mayor parte de contenido se transmitía por AM, en específico, Bachillerato por radio (nueve horas de lunes a viernes), cursos de idiomas, programas institucionales y noticieros, mientras que en FM se emitían ciclos musicales, conciertos (seis horas los fines de semana)», además de programas enviados desde grandes cadenas públicas internacionales, de Holanda, Inglaterra, Alemania, Unión Soviética, Checoslovaquia y Estados Unidos. Llegaron primero en cassette y posteriormente en CD.
Esta situación con programas musicales pregrabados, cubrimiento de festivales, informativos creados por los diferentes equipos de prensa de la Casa de Nariño se mantuvo hasta el momento en que se produjo el gran cambio en todo el sistema con el fin de Inravisión y la creación de RTVC en 2004.
También en la década de los noventa las comunidades y los territorios hacían presencia en la programación de la emisora. «En 1997 se inicia un proyecto de comunicación social orientado a la captación de colectivos comunitarios o poblaciones periféricas con el fin de promover la comunicación participativa e impulsar y dinamizar todos los procesos involucrados con las problemáticas de desarrollo propias de estas comunidades. De esta forma, se organizaron talleres y capacitaciones en la Costa Atlántica, los Llanos Orientales y Boyacá».
La Radio Nacional en el siglo XXI
El factor más importante que irrumpió en la existencia de esta emisora desde el 2004 fue la masificación que proporcionó el internet. Otro factor fue el cambio de Inravisión a RTVC, que vino además con el cambio de Radiodifusora Nacional de Colombia a Radio Nacional de Colombia. Posteriormente esta se integró a la estructura del Sistema de Medios Públicos que existe en la actualidad. La primera década del siglo XXI vio nacer el robusto sistema informativo que se mantiene hasta hoy y la convergencia con la señal de televisión garantiza la llegada de un tipo de información más amplia y la presencia en aún más regiones donde antes no llegaba ningún medio. Ni siquiera la omnipresente Radio Nacional de Colombia.
Gracias al internet y la convergencia se abrió una amplia gama de posibilidades, nuevos públicos, nuevos formatos, nuevas plataformas, nuevas historias, pero, ante todo, nuevas fronteras a las cuales llegar. Nuevas comunidades, nuevos usuarios. Las posibilidades ofrecidas por la transmisión vía streaming, los pódcast y los especiales periodísticos, los documentales sonoros garantizan la portabilidad de la emisora en los distintos dispositivos electrónicos.
Bajo este panorama la emisora le ha apostado a diversificar sus contenidos y a descentralizar su señal para acercarse a la mayor cantidad de oyentes posible a través de sus más de setenta frecuencias en el territorio nacional, entre las que se encuentra un importante número de emisoras de paz que nacieron en el marco del cumplimiento del Acuerdo de Paz.
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