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La vida líquida de las fronteras

En el lanzamiento del quinto número de GACETA, se dieron cita Marta Ruiz, Catalina Gómez y Javier Ortiz Cassiani junto a Daniel Montoya, director de la revista. El número, dedicado en esta ocasión a FRONTERA, propició una conversación en torno a la actualidad de nuestros límites geográficos, mentales y políticos.
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Un bote clandestino con migrantes afganos, chinos, venezolanos y ecuatorianos parte en la noche desde Capurganá para transportarlos hasta Carreto, en Panamá, desde donde tendrán que caminar la selva del Darién: una travesía para intentar llegar hasta Estados Unidos. Foto de Federico Rios.

La vida líquida de las fronteras

En el lanzamiento del quinto número de GACETA, se dieron cita Marta Ruiz, Catalina Gómez y Javier Ortiz Cassiani junto a Daniel Montoya, director de la revista. El número, dedicado en esta ocasión a FRONTERA, propició una conversación en torno a la actualidad de nuestros límites geográficos, mentales y políticos.

«Hablar de la frontera nos permite hablar de dignidad en un momento en el que zonas como Catatumbo y el Darién sufren los rigores de la violencia y la migración», señaló Montoya como apertura al diálogo. Por su parte, Javier Ortiz Cassiani planteó que hay una relación muy fuerte entre frontera y capitalismo. «El desarrollo del capitalismo se ha hecho a partir de la explotación de la frontera, de los recursos que hay en ella, y para eso, ha realizado una construcción negativa del territorio fronterizo».

«La mirada peyorativa sobre la frontera quiere domesticar al salvaje que vive allí y eso le da fuerza al centro. Pensemos en el canal de Panamá. Cuando los Estados Unidos ganan la pugna por el canal terminan imponiéndose sobre el resto, especialmente sobre los franceses. El discurso de los propagandistas norteamericanos en aquel momento insistía en que los Estados Unidos tenían hombres capaces de dominar esa frontera, a diferencia de los afeminados franceses».

«Antes de eso, Panamá era el territorio donde se mandaba a los reos. Juan José Nieto Gil (1805 – 1866), el único presidente afrodescendiente de Colombia hasta la fecha fue enviado a Panamá como castigo por su rebelión. Todos los artesanos del proyecto militar de José María Melo también fueron enviados a Panamá. Nuestras fronteras siempre fueron vistas como lugares de castigo. Hoy seguimos mirando al Catatumbo como un territorio donde están los motilones, indios flecheros, que le tienen un odio infinito a los blancos y se mantienen luchando».

Marta Ruiz, excomisionada de la verdad, sostuvo que lo que conocemos con el eufemismo de territorios no es otra cosa que aquellos lugares a los que no ha llegado el Estado. «Me pregunto si realmente podemos decir que somos una nación», expresó. «Colombia ha crecido ensimismada en las montañas de los Andes y ha despreciado los territorios de frontera». Ante la pregunta de cuál es la relación entre frontera y conflicto armado en Colombia, Ruiz no dudó en afirmar: «Siguiendo con lo anterior, un territorio es aquel espacio al que no ha llegado el estado, un lugar al que no ha llegado Bogotá. Desde Bogotá más o menos se ve el país; pero desde Medellín, por ejemplo, no se ve el país. A esto hay que añadir que no se trata solo del estado: se trata del mercado. En esos lugares están los recursos que el capital necesita y allí donde entra el capital entra la necesidad de ordenar el territorio. Entonces se forja una economía, pero como despreciamos siempre las fronteras y vivimos de espaldas a ellas, en esos espacios de Colombia crecieron las economías ilícitas: narcotráfico, deforestación, contrabando. Todos los conflictos armados se han desarrollado por las rutas del contrabando. Pero desde el centro delegamos las fronteras. No hay un proyecto de nación en las fronteras. Cuando la guerra con el Perú (1932 – 1933) la preocupación del Estado Central ante la posibilidad de perder Leticia y la Amazonía fue hacer presencia militar, pero no hubo un proyecto de nación. Olvidamos por completo que el Estado se construye con lo que hay en el territorio. El Estado no es algo que se lleva como una carga llena de cositas. El Estado se construye a partir de la cultura que hay en los territorios, de las personas que viven en ellos».

Catalina Gómez, quien ha cubierto la guerra en Ucrania y conoce bien las fronteras de países como Siria e Irán, explicó que lo descrito por Ortiz Cassiani y Ruiz ocurre en todo el planeta y no es un fenómeno exclusivo de Colombia. Además, sostuvo que lo que más teme el régimen totalitario iraní es precisamente lo que ocurre en esos territorios alejados. «Para quienes viven allí la línea divisoria no existe. En esos lugares se trata de la vida de una misma gente, de las mismas familias, de las mismas culturas que han sido divididas por la política. En ese sentido, las fronteras nunca son fijas, se mueven. Para quienes habitan esas fronteras el centro no existe. Y a través de esos territorios no solamente circula el contrabando y las economías subterráneas: por allí también pasan las armas. En Colombia pasa algo parecido a lo que ocurre en los territorios kurdos con el territorio wayúu».

Ante la pregunta de si es posible desbaratar esas fronteras Javier Ortiz Cassiani expresó que las fronteras entre países desdibujan la noción del Estado-nación entendido en sentido político administrativo. «Hay que entender la nación como un proyecto cultural. La comunidad imaginada de los wayúu no está en relación con la frontera político-administrativa del gobierno central colombiano. Habría que construir una diplomacia de la sensibilidad que acuda a las sensibilidades construidas culturalmente. El Darién siempre fue zona de cimarrones. A inicios del SXIX hubo en esa región más libertos que esclavos en Panamá. El Darién fue más cosmopolita en su momento que cualquier centro urbano colombiano. Ahora vemos cómo esa región vive el fenómeno migratorio. Los nuevos cimarrones son aquellos que intentan cruzar el Darién. El problema de los migrantes en el Darién es un problema mundial».

Sobre el estado de cosas, Ortiz Cassiani recordó que hasta la década de 1960 todos los ganaderos de los departamentos del Cesar y del Magdalena Grande eran contrabandistas. «Era una práctica común en ese territorio. Rafael Escalona llama piratas a la fragata aduanera en uno de sus vallenatos. En el imaginario popular los piratas no eran los contrabandistas: los piratas eran los oficiales aduaneros. El fracaso del estado nación colombiano es no haber entendido eso. Que todavía sigamos llamándolos territorios demuestra ese fracaso. Nadie le dice territorio a Bogotá.

¿En la actualidad no se reconoce la frontera cultural?

Ante esta pregunta, Ortiz Cassiani amplió diciendo que la construcción de los estados modernos se cimenta en proyectos políticos de control de los territorios desde la lógica del poder, no de la lógica cultural de esos territorios. «Frente al espacio vacío en el mapa, el funcionario del Estado Central se pregunta: ¿cómo así que estos tipos viven aquí comiendo yuca y pescado y nunca han hecho ninguna cosa importante, como una carretera, por ejemplo…»

A continuación, Marta Ruiz mencionó el Manifiesto (latente) del teatro fronterizo de José Sanchis Sinisterra, reproducido en GACETA. «Para Sanchis las fronteras son construcciones ficticias. Se crearon para separarnos del otro que no es como yo y los ejércitos están pensados para defenderlas fronteras. Ahora, la globalización rompe esa lógica. Para los seres humanos realmente no hay fronteras. En su autobiografía, Stefan Zweig habla de la pérdida de esa Europa transfronteriza. El mundo siembre ha sido global, pero las fronteras han sido pensadas como un sistema de orden. Van contra natura del ser humano. El gran intercambio cultural de la humanidad no necesita fronteras, y hoy vemos cómo persiste la tendencia a exacerbar los ánimos en las fronteras… Hay algo fascinante en ella y tiene que ver con no pertenecer a nada. La gente en las fronteras siempre tiene una vida más móvil, más sutil, más líquida».

Algunas frases surgidas de la conversación:

Francisco José de Caldas defiende la expansión de la centralidad.

El arte nació indiferenciado. Hoy está especializado.

Los límites se han construido a partir de las guerras.

Las fronteras y los géneros. Reventamos las categorías. Se acabó el alfabeto.

Las fronteras siguen existiendo en la organización económica administrativa, pero en el comportamiento humano hemos agotado el alfabeto de los géneros.

En las fronteras no se habla solamente una lengua, en las fronteras se hablan dos, tres lenguas y dialectos únicos que son parte de esa cultura.

Las fronteras son más universales. No tienen los límites que tenemos las personas que vivimos en el centro o en el interior.

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