La lucha de las trabajadoras sexuales no busca invisibilizar a las víctimas de trata o de explotación sexual. Por el contrario, los proyectos de ley impulsados por Astrasex han planteado mecanismos concretos de protección y prevención de estos delitos, dejando claro que no son lo mismo, y que los discursos de odio que los confunden solo perpetúan la desprotección y el estigma.
Gloria Susana Esquivel: Antes de comenzar, aclaremos la definición de trabajo sexual que vamos a utilizar en esta conversación. Esto con el fin de establecer un marco común que evite que en este espacio se cuelen discursos de odio que, históricamente, han vulnerado a las personas que ejercen el trabajo sexual. Al hablar de trabajo sexual, nos referimos a una actividad sexual remunerada entre personas mayores de edad, realizada de forma voluntaria, con consentimiento libre e informado, y sin ningún tipo de coacción, de explotación o de trata. Esta definición ha sido construida por organizaciones de trabajadoras sexuales en su lucha por el reconocimiento de su dignidad y sus derechos, y es también respaldada por organismos como la Organización Inter-nacional del Trabajo, las Naciones Unidas y Amnistía Internacional. Discursos de odio, amplificados hoy por las redes sociales, responsabilizan a las trabajadoras sexuales de delitos como la trata, el proxenetismo o la explotación sexual de menores, mientras se desvía la atención de lo verdaderamente urgente: las múltiples formas en las
que se vulneran los derechos de las trabajadoras sexuales…
Dharma: Para mí, cuando se une la trata con el trabajo sexual lo que hay es una forma de violencia, porque lo que está en el fondo es pensar que las personas que decidimos trabajar en esta industria no tenemos capacidad de discernimiento. Me parece también que, muchas veces, se responsabiliza a las trabajadoras sexuales del delito de trata, porque es una manera de quitarles la responsabilidad al Estado y a la sociedad de este problema. ¿Por qué las trabajadoras sexuales, solo por el hecho de ser trabajadoras sexuales, tenemos la culpa de que se cometan estos delitos? ¿Acaso pretenden que nosotras vengamos como un salvavidas a responsabilizarnos de esto? ¿Por qué quieren que nos echemos la culpa de delitos que cometen terceros? Hay un vacío que no se está cubriendo estatalmente, y no se está pensando cómo evitar que sigan ocurriendo estos delitos. No se les puede pedir a particulares que solucionen los problemas del mundo. Nosotras somos personas que estamos limitadas en nuestras capacidades y no tenemos el poder enorme que tiene el Estado. Tampoco tenemos sus recursos. No entiendo por qué no se les exige lo mismo al Estado o a la Policía, quienes sí tienen los recursos y el poder.
Carolina: Seguimos viviendo en un sistema patriarcal, en una cultura machista, que tiene la mala costumbre de responsabilizar a quien no es. Es decir, la trabajadora sexual no es la responsable de esos delitos. Nosotras no somos quienes ejercemos las violencias de trata. Quienes ejercen esas violencias son, en su mayoría, hombres. Y es importante ver que se nos responsabiliza porque se busca disciplinarnos. Esta es una costumbre que tienen la cultura, el sistema y la sociedad. Creo que es importante recalcar que no es nuestra responsabilidad, porque nosotras no somos quienes ejercemos esas violencias. Siento que estos discursos lo que buscan es hacer sentir a la población de trabajadoras sexuales más discriminada. Estigmatizar y criminalizar son mecanismos de poder que se dan a partir del discurso, y la creación de estas cortinas de humo lo único que hace es promover los discursos de odio y que la población tenga miedo a la hora de alzar su voz. Es una herramienta de poder que repiten hombres y mujeres desde una posición bastante blanca y desde un discurso bastante privilegiado, y lo que hacen es deslegitimar la lucha por nuestros derechos y las vivencias y experiencias de las personas que hacemos parte de la comunidad.
Katalina: Este tipo de discursos se convierten en una distracción. Desvían la responsabilidad, pues toda esta estructura criminal que se mueve alrededor de la explotación sexual de menores y de la trata de personas es dirigida y comandada, en su mayoría, por hombres. Si pensamos los espacios donde se ejerce el trabajo sexual, en calles o en clubs, esos son negocios dirigidos por hombres, bajo unas dinámicas bastante violentas. Así que cuando se responsabiliza a la trabajadora sexual de una estructura que socialmente se ha construido para beneficiar a los hombres y al capitalismo, se crea una estrategia de distracción para llevar el problema hacia otro lugar. Lo hemos visto con todos los casos de abuso y explotación de menores que han pasado en Medellín. El manejo que han tenido las autoridades y el mismo Estado frente a estos casos ha sido nulo. Los verdaderos culpables se han ido del país con toda la tranquilidad. Echarnos la culpa a las trabajadoras sexuales hace parte de una narrativa muy patriarcal y que va muy de la mano con la economía que genera. Entonces sí creo que vivimos en un país que genera demasiadas cortinas de humo frente a muchos temas, frente a lo trans, frente al trabajo sexual, frente a la realidad de los indígenas. Y creo que hay que estar siempre bien alerta para no tragar entero.
«Les falta calle, les falta entender a las personas y les falta hablar con la comunidad. Estas discusiones son muy importantes de dar, sobre todo desde este actual Gobierno progresista» – Carolina Laforett
A pesar de que en Colombia existen las sentencias T-629 de 2010 y T-594 de 2016 de la Corte Constitucional —que reconocen el trabajo sexual como una actividad protegida por los derechos fundamentales y que declaran a las trabajadoras sexuales como sujetos de especial protección—, sigue siendo responsabilidad del Congreso legislar y del Gobierno garantizar el cumplimiento efectivo de estos derechos. En los últimos dos años, se han presentado los proyectos de ley 186 de 2023 y 290 de 2024, construidos con participación directa de trabajadoras sexuales y basados en el modelo de despenalización implementado en países como Australia y Nueva Zelanda, donde se han reducido los índices de criminalización y estigmatización. Sin embargo, ambos proyectos fueron archivados. ¿A qué se debe la negligencia y el desinterés del Congreso frente a la discusión y aprobación de estas iniciativas?
D: Desde el sindicato, el año pasado intentamos pasar un proyecto de ley en el que nuestra presidenta Carolina Calle y Sakura Ardila trabajaron durante bastante tiempo. Y cuando llegó la hora de llevarlo al Congreso, la gente se levantaba y no lo debatía. Para mí esto fue una falta de respeto. Ni siquiera podían pararse y decirnos algo. Solamente ignoraban que existíamos. Las trabajadoras sexuales somos una de las comunidades más marginalizadas y en estos espacios lo que nos dicen es que no tenemos estudio y que no sabemos de qué estamos hablando. Nos dicen «cállese y déjeme hacer las leyes». Entonces estos espacios se convierten en lugares demasiado violentos, donde la gente no solo no cumple su labor como funcionaria, sino que empiezan a verse atravesados por sus ideas personales y religiosas. Nos dicen que no tenemos capacidad de decisión porque nos desnudamos frente a todo el mundo y entonces ya no valemos. ¿Por qué sí se vale que yo me desnude en un teatro, pero no que lo haga en mi casa y suba unas fotos? Me parece muy gracioso, porque todos tenemos un cuerpo y un cuerpo que también utilizamos para trabajar. Que yo utilice mi cuerpo para trabajar desde la desnudez no significa que no esté trabajando.
C: Es importante mencionar que las únicas formas que hemos tenido de reconocimiento legal y como sindicato han sido por medio de acciones de tutela interpuestas por las trabajadoras sexuales. Esto nos da también una idea de la falta de compromiso de las entidades, porque incluso con un mandato de la Corte Constitucional ha sido muy limitado el acceso que hemos podido tener a nuestros derechos. Creo que un gran factor por el cual no se han generado legislaciones ni políticas públicas es el estigma hacia nuestro trabajo y la cultura patriarcal presente en el Estado. La visión patriarcal se evidencia cuando personas que ejercemos el trabajo sexual no podemos acceder a instancias y procesos que, de una u otra forma, garanticen nuestros derechos y que garanticen el trabajo sexual como trabajo.
K: Esas discusiones se basan mucho en la minimización de los cuerpos femeninos y en cómo las mujeres hemos adoptado poder de agencia sobre nuestros cuerpos. Porque, históricamente, las mujeres eran el objeto sexual del hombre, pero como los tiempos cambian, afortunadamente, ya tenemos autonomía sobre nuestros cuerpos y eso es lo que raya y lo que genera este tipo de barreras frente a una reforma legal que respete nuestra agencia. Esto tiene que ver con la estructura social y cómo llevamos una conversación alrededor del sexo y el lugar que se le da a la mujer dentro del patriarcado, que siempre ha sido un lugar de sumisión y un lugar de objeto y no de individuo. Yo creo que mientras haya esta estructura machista, hegemónica y patriarcal sobre los cuerpos de las mujeres, los avances van a ser muy lentos frente a esta reforma del trabajo sexual.
Me sorprendió que, al revisar las preguntas incluidas en la consulta popular sobre la reforma laboral, en la número 10 se contemplan trabajadoras informales como las empleadas domésticas, las madres comunitarias, las periodistas, las deportistas y las conductoras. Sin embargo, no se menciona a las trabajadoras sexuales, a pesar de que ustedes están organizadas sindicalmente y han exigido la formalización laboral y el acceso a la seguridad social. ¿Por qué creen que se hizo esta omisión?
C: A mí me pareció un golpe desde el Gobierno hacia quienes ejercemos el trabajo sexual, porque la misma Organización Internacional del Trabajo reconoce el trabajo sexual bajo las particularidades que mencionamos al inicio y la Corte Constitucional exhortó que se hiciera un proceso de definición y de regulación. Ha habido una falta de voluntad política que parte del estigma y las visiones patriarcales que hay dentro de las instituciones. Son visiones muy machistas y muy privilegiadas que no entienden los contextos. Les falta calle, les falta entender a las personas y les falta hablar con la comunidad. Es muy importante dar estas discusiones, sobre todo desde el actual Gobierno progresista. Sin embargo, no nos contemplaron dentro de la reforma laboral. También me parece importante mencionar que, frente a la legislación, hubo un proyecto de ley que presentamos con el sindicato y que pasó por la Comisión Séptima del Senado que es la de Derechos Humanos, pero a la par ha habido otros proyectos que sí han sido debatidos por la Comisión Tercera, que es la de Hacienda. Ahí ha habido un poco más de voluntad política.
«A las personas les choca mucho pensar que, desde el trabajo sexual, yo tengo la capacidad de tomar decisiones. Yo decido cuánto cobrar, en qué horario trabajar, cómo hacerlo. También combino la parte artística, porque el trabajo sexual se mueve desde el arte de la seducción, del conocimiento de mi cuerpo, de cómo me muevo, de cómo interactúo, de cómo hablo» – Dharma Rodríguez
De hecho el modelaje webcam y las plataformas como OnlyFans han sido contempladas dentro de las reformas tributarias más recientes…
C: Eso me parece curioso porque muestra que dentro de la legislación también priman los intereses capitalistas.
K: Estoy de acuerdo con Caro, porque estamos en un limbo que nos expone a todo tipo de violencias. Creo que las instituciones deberían garantizar la protección de los derechos de las personas. Pero si eres una mujer que decide ejercer el trabajo sexual, te tratan como si fueras alguien a quien no se debe atender ni prestar atención frente a las violencias que puedas vivir. También siento que las reformas que se han promovido desde el Estado no buscan garantizar los derechos, sino mirar de qué manera pueden sacar una tajada al negocio. Cuando se habla de regulaciones sobre el trabajo sexual se piensa es cómo sacarle impuestos a eso.
Me parece que esas omisiones hablan de cómo la estructura patriarcal le gana a la voluntad política. Sobre todo porque, en vez de escuchar las voces de las trabajadoras sexuales, pareciera que algunos políticos solo están escuchando los discursos de odio contra ellas, que se sostienen en el abolicionismo: un modelo legislativo que no reconoce el trabajo sexual como una forma legítima de trabajo y que ha sido adoptado en países como Suecia y Alemania. Sin embargo, pocas veces se habla de las consecuencias que este modelo ha tenido para quienes ejercen el trabajo sexual. Esto es, mayor estigmatización, criminalización y precariedad. También se habla mucho del modelo prohibicionista, como el que rige en Estados Unidos, cuyas consecuencias en las vidas de las trabajadoras sexuales son muy similares.
C: Yo creo que ahora la gente está hablando mucho sobre esas posturas sin darse cuenta de que nos responsabiliza de sostener el patriarcado. Hay una frase de Georgina Orellano, activista y trabajadora sexual argentina, que me parece genial y es que «las putas no somos las únicas que nos comemos al patriarcado». Se nos responsabiliza a las trabajadoras sexuales de servirles a los hombres y la verdad es que, «nena, tú también te lo comes, solo que él te miente». Y creo que el enemigo, por decirlo de alguna manera, no está entre nosotras. Creo que hay que entender que las realidades son diversas y analizar desde dónde estamos situadas.
K: Esos discursos abolicionistas sobre el trabajo sexual vienen por parte de otras mujeres que también han sido sumisas al patriarcado y se han sumado a esa estructura que les han montado de lo que es ser buena mujer, de lo que es real, y de qué es saber vivir y habitar como mujer, sin darse cuenta de que eso se los impone el hombre. Son ellos los que te están diciendo si eres una buena mujer, digna, si eres buena mamá, y vienen mujeres de clase alta a dar un discurso moralista, sobre los cuerpos, sobre las decisiones y sobre el deseo. ¿Por qué le voy a creer a una nena que me viene a hablar de lo inmoral cuando ella está vendiendo su autenticidad y su autonomía a una estructura que creó el hombre para sentirse bien?
D: Y la diferencia es que ellas solo tienen un cliente, ¿no?, en cambio yo tengo muchos. Y a mí el cliente no me va a decir «oye, ¿dónde estabas?, ¿qué son estas horas de llegar?, ¿por qué te estás vistiendo de esta manera?» La esposa debe rendirle culto al esposo, y a la pulcritud, y a estar tapada porque el único que puede ver su cuerpo es él, porque es él quien provee y compra esa exclusividad. Ahí también hay trabajo sexual.
Me parece que estos discursos, que están llenos de transfobia y putofobia, tienen en común que buscan el disciplinamiento de las mujeres. Todas las mujeres deberíamos estar alerta, porque lo que hay detrás es la imposición de un deber ser para nosotras: quieren decirnos cómo nos tenemos que ver, cómo debemos actuar y qué ropa o qué tono de voz usar para ser consideradas mujeres de «verdad» y tener derecho, por ejemplo, a usar libremente el espacio público, como ocurrió hace poco en Medellín, donde se persiguió a mujeres que estaban en minifalda en el parque El Poblado. Esos discursos son una herramienta para vulnerar a quien decida salirse de la norma y crean una vía libre para pasar por encima de los derechos humanos, sobre todo en poblaciones como las de las trabajadoras sexuales.
C: Claro, y obvian que las trabajadoras sexuales somos una comunidad diversa. Todas nos vemos tan diferentes. Ahí se ve un estigma estético que va ligado al clasismo y al capitalismo. Me parece bastante curioso cómo la sociedad colombiana aprueba a unas putas y a otras no. Como si en los espacios de poder y de la clase alta no existieran las trabajadoras sexuales.
Habría que preguntarse, entonces, por qué el trabajo sexual es estigmatizado. Yo creo que tiene que ver con el tabú de ver a una mujer que expresa su deseo y que cobra dinero por ello. Esto me hace pensar en uno de mis libros favoritos, Calibán y la bruja, escrito por la filósofa italoestadounidense Silvia Federici. Allí, ella se pregunta por los inicios del trabajo sexual y su relación con el capitalismo, y analiza la manera en la que el sistema capitalista y patriarcal se sostiene gracias a la explotación de nuestros cuerpos para las labores del cuidado y de la reproducción, pero también evidencia que la estigmatización hacia las trabajadoras sexuales lo que ha hecho es romper el tejido social, hasta separarnos y distraernos de la lucha de clases. Me pregunto si esa estigmatización es otra forma de disciplinar nuestros cuerpos y advertir el castigo al que seremos sometidas quienes no nos comportemos según las normas de lo que debe ser una mujer.
D: A la gente le choca mucho pensar que, desde el trabajo sexual, yo tengo la capacidad de tomar decisiones. Yo decido cuánto cobrar, en qué horario trabajar, cómo hacerlo. También combino la parte artística, porque el trabajo sexual se mueve desde el arte de la seducción, del conocimiento de mi cuerpo, de cómo me muevo, de cómo interactúo, de cómo hablo. Esta es la forma en la que yo quiero expresarme y atraigo al cliente que yo quiero atraer y le cobro cuanto yo quiero cobrar. Me parece que hay un rechazo grande a que cobremos por algo que se da gratis desde el discurso del amor. Si yo le mando una foto desnuda a mi novio porque lo amo, es válido. Pero si le digo que se la cobro la respuesta sería, ¿cómo me vas a cobrar por algo que se supone que deberías darme desde el amor? Y creo que ese es uno de los rayes más grandes. Concebir que no trabajamos desde el amor, sino desde la monetización. Y que así se pierde el control sobre el cuerpo de las mujeres.
K: También se desconoce y no se entiende el deseo de las mujeres. Nosotras también sentimos, también nos arrechamos, también somos morbosas. Siempre se busca poner a la mujer desde un lugar moral. Y eso desconoce que hay un deseo que habita en todos los cuerpos.
«Hay un vacío a niveles médicos, porque yo soy una modelo independiente. Entonces si yo sufro de una infección vaginal, no es como que tenga una arl y alguien me pague la incapacidad. Y eso me genera mucho enojo porque yo pago renta. O sea, el modelaje webcam empezó a existir cuando comenzamos a darle dinero al Estado. Pero ¿dónde queda nuestro dinero? ¿Dónde queda la retribución del Estado a nuestra comunidad? Porque para cobrar están de primeras, pero para capacitar a sus funcionarios sí hay silencio absoluto» – Dharma Rodríguez
Por eso me parece tan importante dirigir la conversación del trabajo sexual hacia los derechos laborales y no desviarla hacia lo inmoral. Porque cuando hablamos de derechos laborales estamos hablando de acceso a la seguridad social, de cumplimiento del contrato laboral para que no ocurra, como lo han denunciado cientos de modelos webcam, que a mitad del camino les cambian las condiciones laborales, les duplican los horarios y las multan si se quejan. Cuando hablamos de derechos laborales, hablamos también de la vulneración que sufren las trabajadoras que están en calle por parte de la policía. Si el cliente no quiere pagar, hay un vacío legal y la policía no sale a perseguir al cliente que acaba de robar a la trabajadora. Estamos hablando también de respetar el consentimiento de quienes ejercen el trabajo sexual y de protegerlas de la violencia sexual a la que están expuestas. ¿Quiénes se benefician de que las trabajadoras sexuales no tengan acceso a derechos laborales?
K: Es que el beneficio está dado para toda esa estructura de la cual el Estado también hace parte. Con el trabajo sexual los dueños de los negocios y la policía sacan su tajada, y lo digo abiertamente porque es algo que todo el mundo sabe, pero nadie hace nada.
D: En muchos espacios hablamos de que, cuando hay denuncias sobre abusos en el modelaje webcam, yo voy a denunciar ante una entidad y a decir que me violentaron en un estudio y la respuesta es: ¿un estudio?, ¿qué es eso?, ¿a ti cómo te pagan?, ¿qué es un token? En Colombia hay un montón de desinformación y de revictimización, porque si sufres una violencia tienes que estar una y otra vez explicando que el trabajo sexual es trabajo, cómo se trabaja, que sí existe el consentimiento. También hay un vacío a niveles médicos, porque yo soy una modelo independiente. Si yo sufro de una infección vaginal, no es como que tenga una ARL y alguien me pague la incapacidad. Y eso me genera mucho enojo porque yo pago renta. O sea, el modelaje webcam empezó a existir cuando comenzamos a darle dinero al Estado. Pero ¿dónde queda nuestro dinero? ¿Adónde va la retribución del Estado a nuestra comunidad? Porque para cobrar están de primeras, pero para capacitar a sus funcionarios hay silencio absoluto.
C: Para mí, quienes se ven beneficiados de la clandestinidad son quienes hacen negocio a partir de ella. Y esto aplica para las diferentes modalidades. Algunos de los dueños de establecimientos hacen parte de redes de trata y explotación de menores. Claramente a ellos no les va a favorecer que se regule el trabajo sexual, menos con una visión de derechos humanos, porque pierden dinero. ¡Y qué complicado es cuando los grandes señores son los que pierden dinero! Esto hace que todo sea más violento y entre más violento más se promueve el estigma. En la clandestinidad nos quieren porque ahí no tenemos forma de defendernos.
Esto me parece fundamental. Pienso en la clandestinidad como la cabeza de una serpiente que se muerde a sí misma. En la cola de la serpiente estaría la estigmatización. Una alimenta a la otra. Si me siento estigmatizada, tengo miedo de reclamar mis derechos. Si tengo miedo, permanezco en la clandestinidad. Ese ciclo de estigmatización, miedo y silencio lo que hace es perpetuar barreras de acceso a la educación, a otras oportunidades laborales y a condiciones dignas de trabajo. Sabemos que una ley no cambia la realidad de un día para otro, pero también es claro que construir un marco legal sólido y que tenga un enfoque de derechos humanos es un paso urgente. No solo para abrir un horizonte donde se rompa el estigma, sino también para que las trabajadoras sexuales cuenten con herramientas reales para ejercer sus derechos.
K: Tenemos que meterle la ficha y generar estas reformas que garanticen los derechos de las trabajadoras sexuales, precisamente porque la mayoría trabaja como independiente y tiene que garantizarse el trabajo digno. Todo se mueve por el dinero y por el consumo, y creo que la responsabilidad está en quienes consumen el trabajo sexual. También hay que preguntarse, ¿quiénes son los que alimentan la explotación infantil? Pues la gente de plata, la gente de las clases sociales altas. Ellos son los que tienen las lukas para sostener esas estructuras de explotación. Y creo que hay un imaginario de poder y de dominación que mueve a la gente. Y ahora estamos en un lugar en donde los discursos de discriminación y de odio han tenido una gran acogida y se han vuelto mucho más fuertes, porque esa es una forma de retomar el orden y de tener control y poder sobre nuestros cuerpos. Estamos en la lucha y es bastante fuerte, porque luchamos contra el Estado y contra las instituciones que deberían garantizar nuestros derechos.
Quisiera decir que soy fan del trabajo de la Red Comunitaria Trans y de lo que han hecho a lo largo de los años para resistir las violencias institucionales por medio del humor, de la rabia y del arte, porque en esa resistencia hay una agencia política muy fuerte.
K: Es que ni la policía ni el Estado dan una respuesta frente a todos los casos de violencia y de abuso que ocurren a las personas que ejercen el trabajo sexual y que, en su mayoría, somos mujeres diversas. Yo hablo desde la experiencia del barrio Santa Fe, en donde trabajamos en calles, en las esquinas, y estamos expuestas a un sinfín de violencias. Y es muy absurdo que la mayoría de violencias vengan de la Policía que, como institución, debería garantizar el cuidado, el orden y la dignidad de las personas, sin distinción alguna. Pero es la institución que más perpetúa el abuso sexual de menores y todo el mundo lo sabe. La Policía sabe dónde están ocurriendo esos delitos y, en vez de ir allá y hacer su trabajo y mitigar ese daño, lo que hace es perpetuar más la violencia y hacer canjes con los dueños de los negocios. Son realidades que se viven y que se ven, pero de las que nadie habla porque como «es la puta la que tiene la culpa». La Policía es una institución que históricamente nos ha violentado y es más el daño que hace que lo que realmente ayuda a una transformación social. Entonces pensamos una respuesta por parte de las maricas, las putas y las travestis y creamos Toloposungo (Todos los policías son una gonorrea) y, de una manera irónica, asumimos su rol militar, su colorimetría al vestir y, a partir de sus coreografías y sus discursos, nos burlamos. Me parece superinteresante poder dar una respuesta desde la rabia, pero también desde el arte, desde el mariconeo y desde el cuerpo, a esta estructura institucional que genera demasiadas violencias.
«Ni la policía ni el Estado dan una respuesta frente a todos los casos de violencia y de abuso que ocurren a las personas que ejercen el trabajo sexual y que, en su mayoría, somos mujeres diversas» – Katalina Ángel
Lo que está en el centro de esta conversación es el poder y la agencia que nos han negado a todas las mujeres, pero que podemos reclamar por medio de la digna rabia. A mí me sorprende la manera en la que los discursos de odio deshumanizan a las trabajadoras sexuales y cómo esa violencia, que sobre todo es ejercida por otras mujeres, termina por nublar la posibilidad de transformar este sistema. Porque todos y todas estamos igual de precarizados en el capitalismo, pero hemos hecho de las trabajadoras sexuales un chivo expiatorio, solo porque son mujeres que se salen de la norma de cómo debe comportarse una mujer. Creo que, como sociedad, no nos hacemos cargo de las violencias a las que las exponemos. Me parece que, ante un presente en donde el fascismo está más vivo que nunca y donde el capitalismo parece solo funcionarles a los más ricos, necesitamos unirnos y entender que la estigmatización hacia ustedes es una estrategia más para crear falsas divisiones entre quienes estamos oprimidas por un sistema que solo será desmontado por medio de acciones colectivas.
D: Algo que siempre me ha generado mucho ruido es que en redes sociales la gente dice sobre las modelos webcam: «Esa que se vende por ocho pesos al mes». ¿En qué momento perdí mi cuerpo? O sea, en este trabajo yo no estoy vendiendo mi cuerpo, yo estoy vendiendo un servicio y estoy vendiendo mi imagen. Y me pregunto por qué, cuando alguien te sirve la comida, no le estás diciendo que te vendió su cuerpo, si con sus manos te está entregando el plato. A mí nadie me ha quitado mi cuerpo en mi trabajo. Mi cuerpo es mío y yo decido cómo tramitarme dentro de él y cómo sobrevivir a partir de él. ¿Por qué se nos dice que vendimos el cuerpo y que ya no nos pertenece, solo porque hacemos trabajo sexual? No le veo el sentido a esa expresión. Yo también tengo una biblia que se llama Teoría King Kong, de la escritora francesa Virginie Despentes, y ella ahí dice que muchas mujeres no tienen sexo con hombres hasta cierto número de citas, después de que las han invitado a ciertos restaurantes o les han dado cierto número de regalos. Para ella, esa es una forma de trabajo sexual porque ahí hay una transacción. Entonces, ¿por qué si yo decido cobrar directamente hay escándalo por eso?
Estoy de acuerdo. Yo creo que todos y todas vendemos nuestro cuerpo dentro de esta estructura económica. Por eso me parece fundamental entender que estamos en un sistema que explota nuestros cuerpos y que solo beneficia a unos pocos hombres poderosos.
C: También es importante mencionar que hay un imaginario de que la puta solo es puta. Que nosotras solo servimos para eso. Yo soy artista, pero también he sido secretaria. He hecho un sinfín de trabajos y dentro de esos ha estado el trabajo sexual. Y creo que la sociedad tiene la responsabilidad de entender que somos parte de ella. Que movemos la economía. Yo como trabajadora sexual compro lencería, juguetes sexuales y cerveza. Ahí se beneficia el dueño del local de lencería y Bavaria. Es muy importante reconocernos como trabajadores entre todos.
D: A mí me gustaría agregar que el trabajo sexual no solo es el acto sexual en sí, sino que hay otros servicios que prestamos. A mí, por ejemplo, me han pagado por leer en voz alta, o por brindar compañía. El trabajo sexual es demasiado enorme y diverso en todas sus formas. Y en esta industria trabajamos mujeres jóvenes, pero también hombres, personas adultas, madres, padres, estudiantes. Hay una consigna que me encanta que dice que el trabajo sexual ha sacado más profesionales que la universidad pública. Siento que el trabajo sexual da tantas herramientas y la discusión solo se centra en lo fálico y en el acto sexual. O sea, yo he aprendido de negocios, pero también hago una performance con mi vestuario, pienso en cómo hago para que el otro se sienta mejor si llega con un problema, a veces hago de psicóloga. Hablo desde mi experiencia, pero el trabajo sexual ha sido bello porque ha sido un espacio donde he podido conocer gente, establecer relaciones distintas y, muchas veces, más tranquilas, porque las condiciones están expuestas sobre la mesa. A mí me parece muy curioso que sea una actividad que se satanice cuando todas las personas tenemos relaciones sexuales. No estamos haciendo un acto antinatural y no entiendo ese discurso de odiar a la puta, porque todos cogemos, todos nos desnudamos, todos mandamos fotos. ¿Cuál es el problema? ¿Que cobre por algo que todos hacemos todo el tiempo?
Para finalizar, me parece importante recalcar que el sistema capitalista y el sistema patriarcal se benefician de que las mujeres nos enfrentemos entre nosotras y que no estemos preguntándonos qué ocurre cuando accedemos a un contrato matrimonial, por ejemplo. Porque yo creo que ahí estamos vendiendo partes de nosotras y también se está comprando trabajo emocional y doméstico disfrazado de una promesa de amor romántica. Me parece importante preguntarnos por qué el capitalismo busca perpetuar la estructura de la familia tradicional, por ejemplo, y cómo el cuerpo de la mujer ha estado al servicio de la reproducción. Creo que esas no son las preguntas que se hacen quienes siguen estigmatizando a las trabajadoras sexuales y quienes las atacan y responsabilizan, disfrazando disciplinamiento con moral. Les quiero agradecer por su tiempo, por su generosidad, por compartir todas estas ideas y poner en palabras un montón de asuntos que necesitan ser discutidos de manera urgente. ¿Quisieran decir una última cosa?
D: Creo que se debe estar hablando del trabajo sexual constantemente y que debemos prepararnos porque la lucha que se viene es enorme. Ha crecido la ola de la extrema derecha y se dice que nosotras no tenemos ni voz ni voto, solamente por ejercer este trabajo. Pero acá estamos y siempre vamos a estar, ejerciendo esta lucha por nuestros derechos. Aunque nos digan que nuestra voz no vale o que no somos lo suficientemente inteligentes, vamos a seguir ocupando espacios. El trabajo sexual es trabajo, así les duela o no les guste.
K: Hay que dejar de castigar y criminalizar las libertades que se salen de la estructura hegemónica y patriarcal en la que habitamos todos, todas y todes. Hay que dejar que la gente esté feliz.
C: ¡Hay que culiar libremente!
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