ETAPA 3 | Televisión

Diluvio, devoción y asimetría amorosa en el reguetón

3 de julio de 2025 - 2:04 am
¿Por qué en el reguetón todas las mujeres están mojadas? Una exploración del género latino más influyente del siglo xxi y los versos explícitos que chorrean sexo y deseo en las canciones de Bad Bunny, C. Tangana o Karol G.
Realizada en 1974, Green and Yellow Lovers de Miguel Ángel Cárdenas presenta dos cuerpos rómbicos de colores vibrantes en una escena que oscila entre el erotismo y la parodia. Con su estilo provocador, Cárdenas subvierte las convenciones del amor romántico y del deseo heterosexual normativo, explorando temas como la identidad, el cuerpo y la libertad afectiva desde una estética camp y performática. En un contexto marcado por la represión y el conservadurismo social, Green and Yellow Lovers se erige como un manifiesto visual de ternura política y disidencia sexual a través de una conexión recíproca entre ambos sujetos.
Realizada en 1974, Green and Yellow Lovers de Miguel Ángel Cárdenas presenta dos cuerpos rómbicos de colores vibrantes en una escena que oscila entre el erotismo y la parodia. Con su estilo provocador, Cárdenas subvierte las convenciones del amor romántico y del deseo heterosexual normativo, explorando temas como la identidad, el cuerpo y la libertad afectiva desde una estética camp y performática. En un contexto marcado por la represión y el conservadurismo social, Green and Yellow Lovers se erige como un manifiesto visual de ternura política y disidencia sexual a través de una conexión recíproca entre ambos sujetos.

Diluvio, devoción y asimetría amorosa en el reguetón

3 de julio de 2025
¿Por qué en el reguetón todas las mujeres están mojadas? Una exploración del género latino más influyente del siglo xxi y los versos explícitos que chorrean sexo y deseo en las canciones de Bad Bunny, C. Tangana o Karol G.

De tu jardín, jardinero.
«Pasarela», Ñejo y Dálmata

 

Me preguntaron si quería escribir un texto sobre cómo se relata el sexo en el reguetón. Acepté. Si casi todas las letras del género son sexuales, pensé, solo tenía que casarme con un par de usos del lenguaje para evitar la pretensión totalizante.

Primero elegí una expresión del deseo: mojarse. Hace milenios buscaba una excusa para poder decir algo sobre esta frase que amo de Bad Bunny en «La noche de anoche»: «Tú te mojaste pa que yo me bautice». Y también porque me parece que es una expresión del deseo que suele generar imágenes muy eróticas. Dicho en primerísima persona: porque me calienta.

La cantante argentina Cazzu, en su libro Perreo: una revolución, dice que en las letras reguetoneras los hombres suelen construir a mujeres megasexuales porque proyectan lo que ellos imaginan ser. Como mi parafraseo es pálido ante su inteligencia la, citaré: «Si son ellos los que escriben canciones exageradamente sexuales, que de hecho me encantan, en las que la protagonista siempre es una mujer, puesto que hasta donde sé los reggaetoneros siempre han escrito mayormente sobre relaciones heterosexuales; si en estas canciones la mujer es completamente libre y al parecer no ve ningún tipo de impedimento en ser como quiere, y usar su sexualidad de las formas más versátiles que ella misma se permite; si la mujer de la canción reggaetonera juega al sexo como una zorra, folla, coge o chinga como una ninfómana y todo esto la convierte en una ganadora del sexo, ¿esta mujer es una como nosotras, o más bien se trata de ellos proyectándose como mujer?».

Al leerla, pensé que la insistencia de los reguetoneros en lo mojada que está una mujer tenía que ver con dos tipos de proyección. La primera, las ganas de estar todo el día chingando. La segunda, una validación húmeda de sí mismos como buenos amantes. Luego pensé: qué buena ejecución de esta validación porque aquí no se trata de que el propio bicho sea el más grande del mundo, sino de saber excitar. Además, no solo los hombres cantan sobre la intimidad de esa forma.

Quizás nadie lo está pensando, pero me voy a defender para evitar que mi marco teórico sea el del refrán maravilloso que indica que la ignorancia es atrevida.

En la salsa «Devórame otra vez», Lalo Rodríguez nos cuenta de un hombre que moja las sábanas por la eyaculación y por las lágrimas: deseo y desamor. La lectura doble es interesante, pero al final se trata de un hombre triste y caliente, cantando de sus propios fluidos.

El caso de la bachata «Burbujas de amor» de Juan Luis Guerra es más complejo. «Quisiera ser un pez / para mojar mi nariz en tu pecera», cantó en 1990. La mojada esta vez sí es la mujer. Pero él ha dicho que no quiso sugerir nada sexual, apenas era una alusión al capítulo veinticinco de Rayuela de Julio Cortázar: «A mí me parece que los peces ya no quieren salir de la pecera», dice la Maga. «Casi nunca tocan el vidrio con la nariz».

Una no tiene que creerles a sus ídolos. ¿Acaso en ese capítulo no hablan de sexo? ¿No es muy elocuente que él cante sobre «Pasar la noche en vela / mojado en ti»? ¿Decir que sus canciones fueron sensuales pero sexuales no busca alinear su pasado no tan oscuro con su presente evangélico? Esta sospecha me hace pensar en «Burbujas de amor» como un tema fundacional sobre la humedad femenina en los géneros bailables.

Estoy chorreando, papi

Pero el reguetón sigue siendo otra cosa.

El título del libro de Cazzu es Perreo, una revolución y el del periodista argentinocolombiano Pablito Wilson es Reggaetón, una revolución latina.

En esta revolución, aunque las letras sexuales pueden ser metafóricas, también pueden ser muy directas. Nada de peceras, todo de mojarse. Nada de peces que sugieren sexo oral, todo de frases como «Yo te lambo toda». Además, aunque en otros géneros las mujeres también se mojan, en ninguno pasa con la abundancia del reguetón.

A partir de «La noche de anoche», empecé a coleccionar temas para una playlist. Una de mis favoritas es «Noche de sexo», que tiene el doblez de mojarse por el mar y por caliente; «Trae la toalla porque te vas a mojar», solicita Romeo Santos, hombre precavido. Tokischa canta sobre un mojarse superlativo en «Wet Dreams»: «Estoy chorreando, papi, te la estás bebiendo». Rauw Alejandro hace lo mismo en «Diluvio», cuyo comienzo cito por su fascinante economía de lenguaje: «Tres de la mañana / Me llama / Me dice / que tiene ganas de tener sexo y yo / en el expreso, ya de camino a su cama / En el cuarto cae un diluvio».

En lo superlativo también está Dalex con «Pa’nama»: «Tú estás más mojá que el canal de Panamá». La elección geográfica no es casual si consideramos que el puntapié inicial del reguetón estuvo ahí, a finales de los años ochenta, con los primeros reggaes en español y, ya definitivamente, con El General.

Este puntapié se construyó desde la migración, la exclusión, la negritud, la resistencia antiyankee y una densidad que desvía la voluntad de este texto, pero que enuncio porque hace un par de semanas Fito Páez dijo que el reguetón era un género «sin historia», y por Dios que he estado enojada desde entonces.

Pero me prometí una sola cosa al empezar a escribir: renunciar a la pretensión de hacerles ver algo a quienes no les gusta el reguetón. Los textos de defensa suelen empantanarse en un juego con reglas que no son las propias para satisfacer a alguien que ni siquiera está interesado en escuchar.

Así que vuelvo al sexo, a mojarse, y a esta frase: «Tú te mojaste pa que yo me bautice», que muestra una religiosidad alineada con el rol que asume Bad Bunny en «La noche de anoche». Él es el deseante y Rosalía la deseada. Él busca la bendición y ella tiene el poder de bendecir. «Lo subo al cielo, yo soy su Messiah», canta Rosalía para hacer más patente la devoción.

Algo similar pasa en «A tu merced», también de Bad Bunny, en la que la mujer a la que se adora «siempre está mojada», y coincide con la sed del adorador. Pero hay un matiz en la seguridad del devoto. Mientras en «A tu merced» Bad Bunny consigna que otras lo desean («todos los culos de Miami», que no son pocos) para luego sugerir que el deseo hacia ella es absolutamente único, pero también para situarse en cierto lugar de poder de quien se sabe deseable; en «La noche de anoche» estamos ante un devoto sin poderes. No tiene margen de movimiento. Solo puede consignar su deseo. En «Adivino», de Myke Towers, pasa lo mismo: Bad Bunny solo puede reconocer su derrota, con una frase que adoro porque tiene el vértigo que da confesarse una verdad demasiado cierta: «Fuiste uno de mis amores, yo solamente fui uno de tus ex».

Cierro la tríada húmeda y devota de «A tu merced» y «La noche de anoche» con «Pasarela» de Ñejo y Dálmata, en la que el agua encuentra la siguiente expresión: «En esa cama vacía / lloviendo de noche y de día / Y tú solita, quién lo diría / En esa cama vacía / lloviendo de noche y de día / Y yo aquí solo, mira qué ironía / tengo mi cama vacía / Y así pasa noche y día».

La cama está vacía en tanto que no está ella: la lluvia es la consecuencia de la masturbación solitaria. Lo que suplican Ñejo y Dálmata es el encuentro, y así se emparentan más con «A tu merced», porque esa súplica también se enuncia desde un rinconcito de confianza: «Si tú quiere, yo te doy lo que quiera pa la noche entera». Aun así, lo que prima es ponerse a disposición de la mujer, subyugado: «Llegó el perro callejero / De tu jardín, jardinero».

Eros, el maricón

En este punto dejé de interesarme tanto por el agua o, más bien, sumé el interés por la devoción y, gracias a «La noche de anoche», por la asimetría de deseo. El cambio de foco produjo lo que siempre pasa cuando una percibe algo nuevo: sentir que todas (TODAS) las canciones se tratan de eso recién percibido. Aunque la sensación sea solo eso —hay canciones en las que el deseo es recíproco—, la asimetría de deseo es frecuente en las letras de reguetón porque es frecuente en la vida.

Abro comillas para citar a Enrique Lihn, un escritor chileno que nada tiene que ver con reguetón, pero que ha hablado bien de la asimetría:

«La mecánica de las relaciones erótico-sentimentales lleva ineluctablemente a esta situación: uno ama, el otro es amado; desequilibrio intrínseco que nunca se somete a la ley de la transformación en lo contrario. El equilibrio de las atracciones es imposible. Eros —el maestro del sufrimiento— lo rechaza porque ese equilibrio destruiría sus lecciones intrínsecamente sadomasoquistas, el maricón».

C. Tangana es un artista aledaño al género y, para mi gusto, uno de los que con mayor maestría plantea la devoción, la asimetría y la relación compleja con la dignidad que va metida en la ecuación.

Sigo con él porque ese perro callejero nombrado por Ñejo y Dálmata vuelve en «Ontas?». C. Tangana también se posiciona desde alguna confianza al decir «Móntate en el Uber y te hago la noche», pero la frase es, ante todo, una promesa para lograr lo que quiere, suplicante y embobado como está. «Me silba como un perro, es una loca / La baba se me escurre de la boca», canta tres veces, animal. Y luego: «Escucho la comida y voy al plato». Doblegada, también, aparece Karol G en «QLONA», al decir: «Te pusiste minifalda pa ver si yo te gateo / Un besito pa sentir ese goteo».

Quien vive la devoción, muchas veces, cuando la canta, consigna una sorpresa del tipo «no me reconozco». Lo hace el mismo C. Tangana en «De pie» al decir: «Y por nadie me paro y ahora solo me estoy quieto». Y lo hace otro grande, tal vez el mejor en el tópico de plantear a una mujer que te deja sin conducta: Don Omar.

En «Ojitos chiquititos», que citaría entera, canta: «Esa e’ una sata que ha vacilao contigo / Y ha puesto a gatear a to’ tus amigos / La trato de cambiar, pero no lo consigo / Pues me hipnotiza moviendo el ombligo / Y yo tan receptivo que me tiene manso».

Manso (¡otra vez lo animal!), embrujado e hipnotizado. Consigna que «eso es puro atraso», pero como su voluntad está retenida y la destrucción es placentera, se hundirá ahí. También lo vemos en «Virtual diva» del disco iDon: «Ella es ese sueño que tuve despierto / Un recuerdo leve de esto que siento / Una sacudida a mis salidas / La cima de un beso en un brinco suicida».

Sin poderes

El plan era que iDon fuera un libro de ciencia ficción, contó Don Omar en una entrevista, pero en el camino se torció para volverse un disco. Desconozco cuánto alcanzó a escribir, pero sí puedo identificar que ese punto de partida anclado en la ciencia ficción —que renueva la construcción de una mujer totalmente fuera de serie, inusual, hipnótica, a tal punto que ni siquiera es humana— lo hace excepcional en relación con el reguetón que se hacía entonces.

Con esto, vuelvo a citar a alguien que tiene tan poco que ver con el reguetón que casi hace que Enrique Lihn parezca un perreador.

Pistas: francés, académico y fallecido diez años antes de que El General lanzara «Tu pum pum».

Hablo de Roland Barthes, que sistematizó la experiencia del enamorado en Fragmentos de un discurso amoroso. Para efectos de la devoción en el reguetón y de la mujer totalmente fuera de serie descrita por Don Omar, me interesa su concepto «átopos».

¿Qué es «átopos»?

Se trata de esa cualidad de ser «fuera de serie» de la que habla Don Omar. A la persona a la que amamos, dice Barthes, siempre la percibimos como inclasificable y original, mientras que a nosotros nos percibimos como clasificables y demasiado legibles.

Un ejemplo cotidiano para precisar lo poca cosa que se siente el devoto: cuando enviamos un wasap a alguien que nos gusta mucho, aunque ese mensaje diga un simple «hola», nos sentimos expuestos, adivinados en nuestro deseo. La otra o el otro deseado, en cambio, también puede decir «hola», pero cada letra nos parecerá llena de misterio.

«Sin poderes» de Alvarito Díaz y Young Cister se pliega a esta idea del «átopos» al sentirse demasiado legible, adivinable, carente de los poderes que se tuvieron antes de estar a merced de la enamorada. Aunque también, creo, hay algo decididamente sexual. La frase «Me dejas sin poderes» remite al momento posterior al orgasmo, a la desorientación y vulnerabilidad en medio del knock out.

Para casarse o para culiar

Puede que estén pensando que la mayoría de las canciones de amor, sin importar el género, guardan la descripción de un «átopos»; que casi todas hablan de una mujer totalmente original: benéfica o destructora, pero siempre fuera de serie.

¿Dónde está la revolución entonces?

Ya dije que me había prometido no hablarles a quienes no les gusta el reguetón, porque para qué. Lo que viene a continuación es, más bien, un recordatorio de los asuntos al interior de algo que amo con los que a veces no comulgo. Nada raro, en todo caso. También soy fan del rock argentino y cada tanto digo «PERO ¿QUÉ ES ESTO QUE ESTÁ DICIENDO ANDRÉS CALAMARO AHORA?», y no por eso descarto al género en su totalidad (y ni siquiera a la música de Calamaro).

Hace un par de años, Arcángel —uno de mis favoritos del reguetón— dijo, en una secuencia de stories de Instagram en las que lucía algo destemplado, que las mujeres que se la pasaban enseñando el culo en las redes no podían hacerse respetar. Una formulación más torpe pero similar a la de Fito Páez hace algunos días (sepan perdonar que lo nombre de nuevo, es que estoy ardida). Cómo una mujer a la que le gusta el reguetón, dijo Fito, va a andar pidiendo después que el resto marche por sus derechos. La frase exacta fue aún más indignante: «Si vas a perrear, no me pidas que apoye tus derechos», como si alguien fuera a andar pidiéndoselo.

En respuesta a Arcángel, varias mujeres del reguetón —la brasileña Anitta fue la más vistosa— salieron mostrando su culo en redes sociales para mostrar que exhibición y dignidad pueden ir aparejadas.

Doy esta vuelta larga para responder una pregunta: entonces, ¿dónde está la originalidad?

Está, justamente, en que varios de los temas del reguetón suelen ser lo contrario a lo que dijo Arcángel en sus stories. En sus letras se suele deificar a chicas nada virginales, que pueden amar y al mismo tiempo ser profunda y explícitamente sexuales. La originalidad está en un «átopos» que se moja, chorrea. Por eso hay temas que resuelven una dicotomía que debiera estar caduca, pero el mundo es el lugar que es: la mujer «para casarse» y la mujer «para culiar».

Vuelvo a Rauw Alejandro. «Museo» no es reguetón, pero se despliega con el mismo lenguaje que el resto del género: «En cuatro la puse, adentro se la eché». Y después dice: «Cuando duerme / le pido a Dios y tos los ángeles / que siempre te cuiden en to lo que desees hacer / Recuérdame donde sea que estés / Qué suerte la mía, te encontré, eres mi gloria / Volvería a ti, aunque me quede sin memoria». No solo venera a la mujer y su cuerpo, también a su vagina: «Ese toto, un museo, en tus aguas buceo», canta.

Así conviven ese para «culiar» y para «casarse» en la misma persona que chorrea, adorada.

CONTENIDO RELACIONADO

Array

3 de julio de 2025
La directora de María Cano (1990), una de las mujeres pioneras del cine colombiano, murió el 21 de junio a los 83 años. Ayudó a romper el techo de cristal, a desarrollar la industria y a construir narrativas propias para la gran pantalla.

Array

3 de julio de 2025

Array

3 de julio de 2025
Esta es una selección de expresiones de uso popular recogida por Luis Flórez durante las encuestas para el Atlas lingüístico-etnográfico de Colombia, realizadas hasta 1966 (inclusive). La muestra comprende la mayoría de las respuestas dadas por ciento ocho personas en ciento tres poblaciones del territorio colombiano, especialmente en los departamentos de Santander, Norte de Santander, Bolívar y Antioquia.

Array

3 de julio de 2025

Array

3 de julio de 2025
GACETA publica un collage literario a partir de extractos de la última novela de Caputo: La frontera encantada. Un elogio al coqueteo, la forma como nos acercamos, la incertidumbre del otro y la celebración del buen polvo.

Array

3 de julio de 2025
Desde las reinas de belleza hasta las modelos de revistas y portadas de cuadernos, en Colombia el cuerpo femenino ha sido medido, exhibido, castigado y apetecido según los vaivenes de la mirada masculina. Históricamente restringida a complacer, pero penalizada al desear, todavía incomoda que una mujer sea un sujeto sexual y no un objeto pasivo.

Array

3 de julio de 2025
Hubo épocas en las que la sexualidad normativa obligaba a las disidencias sexuales a elaborar ritos de encuentro, códigos y claves subrepticias para ejercer sus prácticas en lugares públicos como teatros y callejones. El arte se hizo cargo de este fenómeno y reflexionó sobre ello. Hoy ejercemos nuestro deseo de maneras cada vez más diversas y públicas. GACETA recuerda tres exposiciones pioneras que contribuyeron a abrir el clóset y destrabar compuertas.

Array

3 de julio de 2025
El estigma asociado a quienes padecen vih está muy lejos de acabarse. Con cifras de contagio que van en aumento, integrantes de los pueblos indígenas de Colombia han comenzado a romper su silencio y hablan de su relación con esta enfermedad.

Array

3 de julio de 2025
En 1965, de cara a una Colombia machista, conservadora y con un incipiente sistema médico, Profamilia le apostó a la educación sexual y la incidencia política. Así se convirtió en un aliado esencial en la conquista de los derechos sexuales y reproductivos de los colombianos.