ETAPA 3 | Televisión

El cuerpo desea

3 de julio de 2025 - 2:07 am
Pornosíntesis, 2025. Dibujo en tinta de María Isabel Rueda. Un trío de mujercitas establece una relación física y emocional con su jardín primitivo. Entre esporas, pistilos y campos energéticos exploran la búsqueda de una vitalidad, un goce, un deseo colectivo que trascienda lo humano.
Pornosíntesis, 2025. Dibujo en tinta de María Isabel Rueda. Un trío de mujercitas establece una relación física y emocional con su jardín primitivo. Entre esporas, pistilos y campos energéticos exploran la búsqueda de una vitalidad, un goce, un deseo colectivo que trascienda lo humano.

El cuerpo desea

3 de julio de 2025

El cuerpo desea.
El cuerpo sabe
es un ser que desea,
a veces duda que es deseado

El cuerpo desea y sabe que el deseo es el principio que rige la interacción humana. Este cuerpo particular sabe que es un cuerpo que desea y que es particular. El cuerpo se hace cargo de su deseo y busca saciarse. Este cuerpo particular se sirve café y contempla las montañas. La niebla las arropa y hace tanto frío que la ventana suda. El cuerpo, como todos los cuerpos, tiene historia y la Historia ha atravesado a este cuerpo. El cuerpo desea y

Arre

hasta orinarse
agarrada
de las riendas
a la altura del pecho
orinarse
al galope
con agilidad
agarrada se recrea
tan tierna
al galope
de los caballos
a la velocidad del polvo

Arre

se recrea
tan tierna
como la virgen
agarrada al galope
su mano
encogiéndome el pecho
al galope
hasta orinarse
se marchita un girasol
hasta orinarme
con sus ojos*

El cuerpo sabe que el deseo es una necesidad humana. El cuerpo recuerda el adoctrinamiento al que fue sometido, se descubre a veces silenciándose. El cuerpo se duele. El cuerpo fue adiestrado a ser otra cosa fuera de su deseo, fue enseñado a imitar: formas de hablar, caminar, vestirse. Aprendió a responder: me gusta Andrés ante cualquier duda sobre su deseo. El cuerpo fantaseaba. Nadie puede controlar ni vigilar el pensamiento.

Arre

Se recrea tan tierna ella, gime, al galope pone sus manos en su cabeza, se agarra el pelo, gime. Así dale así, dale, sí, ahí. Ay, me dice, ay

Ay

Se acerca, no quiere llegar todavía

Me arrodillo, ella se acuesta sobre la espalda, sus piernas alrededor de mi cuello. En medio de nosotros: un arnés. La cadena con el crucifijo que tengo colgada al cuello rebota. Tac tac tac tac tac. Dale, no pares. Obedezco. La cadena rebota. Se recrea tan tierna ella gime se agarra sus tetas gime así dale así sí sí

Arre

El cuerpo sabe que el deseo social puede interponerse en el deseo emocional. El cuerpo se ha dejado seducir por el juego de poder y estatus. En ese juego, el cuerpo fue cruel con otres. El cuerpo ha querido siempre ser otra cosa; aprendió el alfabeto fonético inglés para sonar como nativo. El cuerpo fracasó, ya no recuerda el alfabeto y se alegra por ello.

La raíz está en el pueblo
y este pueblo
está lejos
de Latinoamérica

Quiere estar cerca
de la Reina
reverenciarla
quiere cantar las de Cuin
Bojimian Rapsodi
galileo galileo
figaro magnifico
grita
ai somtaims wish aid never bin born at all
y piensa
en la maldición
de nacer en Bucaramanga
—ni siquiera le alcanzó
para nacer en Bogotá—
no hay forma
de vivir
lejos de la Reina
y en Latinoamérica

El maestro Salmona sabía
el ladrillo desnudo
era el remedio para el pueblo rolo
las casas inglesas
invadieron Teusaquillo
Quinta Camacho
El Nogal
El Retiro
cada vez más cerca de la Reina
el pueblo se serena

Ya no toma chocolate
a las onces
toma té
a las cinco pe eme
en secreto chupa chicha
y en las noches
reza
con De Smits
plis, plis, plis,
let me, let me, let me
get wat ai want
this taim.

El cuerpo roba. En la búsqueda por el deseo ha robado palabras de otros: el ritmo, la cadencia, las formas, los acentos. El cuerpo tiene una voz compuesta de voces. El robo ha sido su mecanismo fundamental que ha disimulado con la repetición. El cuerpo escucha.

Gime más fuerte. Yo, con ella; al tiempo, llegamos. El jadeo aumenta. Las bocanadas de aire no alcanzan a saciar los pulmones agitados. ¿Estás bien?, ¿quieres agua?, me dice.

El cuerpo escribe. El cuerpo sabe que la palabra crea. No sabe por qué a veces prima el verso sobre la prosa o la prosa sobre el verso. Se deja llevar, su criterio es la sensación en el cuerpo. El cuerpo no tiene género —literario— fijo. El cuerpo transita entre géneros. El cuerpo confía en el poder de la palabra.

El cuerpo siempre supo que quería escribir. La madre cuenta que estando pequeño decía que quería ser doctor de la escribición.
El padre compraba los libros que fueran necesarios. Aproveche, disfrútelos, decía. El padre ni siquiera pudo terminar el primer semestre de la universidad. La madre solo pudo trabajar cuando fue capaz de enfrentar al padre. El padre sometió a la madre.

El cuerpo se escondía para escribir; el hermano se burlaba. Este cuerpo particular sabe que es un cuerpo que desea y que es particular. El cuerpo se dejó seducir por el juego de poder y estatus. El cuerpo estudió física, psicología, sociología. El cuerpo que desea se negó. Este cuerpo, además, es superficialmente disléxico. El cuerpo, aun así, escribe.

El cuerpo tiene versos tatuados y nada más. El cuerpo quiere hacerse verso y nada más.

El cuerpo desea el silencio. El cuerpo contempla y piensa que el arte es la persistencia de las segundas oportunidades.

Este cuerpo dejó de tomar alcohol desde 2022, cuando lo hacía resultaba en Theatron comiéndose a cualquiera; luego enfermaba. Este cuerpo particular sabe que es un cuerpo que desea y que es particular.

volver
sobre la imagen dactilar
de tu mano
sobre la mía

volver sobre mi mano
a través de tu pelo

volver al encuentro ambiguo
después de varios tragos
desdoblados
en uno

volver sobre el alcohol
que solo bebo
de tu boca

volver a tu palabra
pidiéndome
que seamos
lo infinito
en un baño

casi cercanos al infinito
casi cercanos al recuerdo
a la imagen dactilar
tu mano
a través de la mía
sobre nuestros cuerpos

volver a la palabra
prometida

y tu pelo
en medio
de todo

Este cuerpo es deseado con la misma fuerza con la que desea. El cuerpo besa. Se escondía después de besar, ya no. El cuerpo intenta no esconderse —tanto—.

Me observa ya tendido en la cama. Estás muy mamado, qué rico. Con su mano derecha acaricia mis piernas. La acerca a mi entrepierna, sube hasta al abdomen. Me provoca. Mide mis ritmos. Juega. Juega con las ansias, quiere que se lo pida. Y se lo pido. Tócame. Mueve su mano lento, no puedo contener los gemidos. Acelera. Con los brazos alrededor de su cuello, la aprieto. Ella sabe que la fuerza es un comando, y obedece. Mantiene el ritmo. Sudamos, mucho. Respiro leve, cada vez más rápido. La aprieto más fuerte. Acelera. Así querías que te tocara, concéntrate. Hago fuerza. Sudo, el cuerpo se tensiona. La palpitación de la entrepierna se hace más fuerte. Ella mide mis ritmos. Para. Me hago saliva, sudor y fluidos. Ella dice ya está, te has liberado**.

El cuerpo desea y resiste. Este cuerpo particular sabe que es un cuerpo que desea y que es particular. El cuerpo se mira en el espejo cuando la disforia lo permite. El cuerpo está sudado, se contempla en el espejo. Piensa: hoy es un buen día. Soy porque me nombro, me autobautizo con mi lengua a lametones, pongo la palabra sobre mi cuerpo y soy. Las primeras veces en las que el cuerpo se autobautiza tiembla.

Esta es la primera vez que me nombro escritor.

* Este fragmento de texto surgió como un ejercicio en clase a partir del poema «Girasoles» de Fátima Vélez. Lo que buscaba era reordenar algunos versos y adaptarlos a la experiencia erótica.

** Tomado y adaptado del Huaco retrato de Gabriela Wiener, pág. 133.

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