El 4 de septiembre de 2025, a las once y veinte de la mañana, Alvar Carranza dice:
—Soy el responsable científico de la expedición Uruguay Sub200 y estamos transmitiendo desde un lugar muy especial. Estamos visitando unos montes submarinos asociados con arrecifes de coral.
La voz suena cercana, algo cansada. También, como si estuviera a punto de romperse. Carranza, doctor en biodiversidad y conservación, es el líder de la expedición por el fondo del mar uruguayo que un grupo de científicos, sobre todo de este país, pero también de Argentina, Chile, Brasil, Francia y Alemania, realiza desde el 23 de agosto.
A bordo del buque de investigación Falkor (Too), que el Ocean Schmidt Institute — una institución privada y sin fines de lucro con sede en Estados Unidos que se dedica a la investigación oceánica— puso a su disposición, investigadores e investigadoras de distintas instituciones y disciplinas exploran el fondo del océano a través de un robot submarino, el ROV SuBastian, mientras transmiten en streaming y comparten en vivo, para miles de personas, todo lo que descubren, todo lo que ven, todo lo que saben y todas las preguntas que se hacen.
Ahora, por ejemplo, en la inmersión número 839 del submarino, están explorando el cañón de José Ignacio, una especie de gran valle o garganta profunda en el fondo del mar, en la zona del Atlántico a la altura de Punta del Este.
—Es una zona muy difícil para los pilotos. Thanks, Jack, for bringing us here. Es una inmersión muy complicada, que no sabíamos si íbamos a poder realizar. Quince años después de que un pequeño grupo de científicos a bordo del buque de investigación Miguel Oliver mapeara y cartografiara por primera vez estos ecosistemas únicos del borde de la plataforma continental…. Como ven, a solo —solo— 232 metros de profundidad… Ay, nos maravillamos aquí con estas vistas de corales formadores de arrecife.
La voz parece estar, apenas, sostenida en el aire. La cámara en 4K del SuBastian, que es manejada, como todo el submarino, por un equipo técnico del Falkor, hace zoom sobre unos corales blancos. Y entonces Carranza dice, como si les hablara:
—Hola, ¿qué tal? Tanto tiempo.
Y empieza a llorar. Lo hace con el micrófono encendido, ante ocho mil personas que miran, como él, algo por primera vez. Después, pide permiso y se retira de la transmisión.
Leticia Burone, la otra investigadora principal de la expedición y doctora en geología marina, toma la palabra y dice:
—Hace quince años, unos pocos locos empezamos a investigar nuestro mar profundo, observando de forma indirecta esta belleza que ahora ustedes están pudiendo mirar. Desde entonces nos propusimos que esto era algo que teníamos que poder explorar y lo estamos logrando en este momento. La emoción también es parte de la ciencia.
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El Falkor (Too) es un barco de siete cubiertas, con una capacidad para unas 98 personas, entre tripulación, científicos, técnicos e invitados. Tiene un laboratorio principal y otros siete adicionales, un sistema de muestreo con tecnología especializada para agua, sedimentos y organismos, un comedor amplio y cómodo, y una sala de control con veintiún monitores para poder ver en detalles las imágenes que logra el submarino, controlado remotamente desde el buque. El robot puede bajar hasta los 4.500 metros de profundidad.
Es uno de los dos barcos del Smith Ocean Institute. La fundación —creada por un matrimonio de filántropos— pone sus equipos a disposición de científicos de todo el mundo. Buscan, según la información disponible en su página web, que «los océanos sean comprendidos a través del avance tecnológico, la observación inteligente y el intercambio abierto de información».
El Falkor (Too) tiene una agenda anual de trabajo en distintas zonas del mundo. En 2025 ha estado dedicado al Océano Atlántico. La primera expedición fue en la zona de las Islas Sandwich del Sur. Después llegó a Argentina, para explorar el Cañón de Mar del Plata, luego a Uruguay. En noviembre regresa a Argentina y el 3 de diciembre vuelve a Uruguay por otra campaña.
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La expedición Uruguay Sub200 empezó el 23 de agosto de 2025 con veinticinco científicos a bordo. El 5 de septiembre regresó al puerto de Punta del Este para hacer un recambio de investigadores e iniciar la segunda fase, que irá hasta el 19 de septiembre. En total, 37 científicos y científicas con distintas especializaciones —desde taxónomos hasta arqueólogos marinos, especialistas en sedimentos del fondo marino, o en aspectos físicos y químicos del agua— habrán sido parte de una expedición histórica: es la primera vez que se explora, así, de esta manera, el fondo marino uruguayo.
Fabrizio Scarabino, magíster en manejo costero integrado e investigador en zoología, paleontología y biología marina, es uno de los científicos principales del proyecto.
Dice que no puede atender una llamada para una entrevista a bordo del barco porque apenas tienen tiempo para dormir unas pocas horas. Solo se frena para almorzar, a las 12:00 en punto, y para cenar, a las 17:30. Todo está pensado para no desperdiciar ni un solo segundo en el océano.
Entonces, el 6 de septiembre, a las 5:01 de la madrugada, responde, sentado en el comedor del Falkor, por audio de WhatsApp, algunas preguntas.
Dice, por ejemplo:
—Esta expedición es un reconocimiento importantísimo al trabajo silencioso que venimos realizando desde hace años, con apoyo muy variable, y estamos muy contentos. Significa un antes y un después, no solo por la investigación y la ciencia que se pueda estar haciendo, sino porque esperamos que esto genere un cambio total en la cultura uruguaya respecto a los océanos de aquí en más, eso era lo que más nos movía más allá de la investigación.
Cuando hace muchos años un grupo de científicos uruguayos se presentó ante el Ocean Smith Institute para solicitar el uso del Falkor (Too), en su proyecto, llamado Viaje a lo desconocido: descubriendo los ecosistemas marinos vulnerables del margen continental y planicie abisal de Uruguay, incluían una parte predominante respecto a la importancia y necesidad de hacer llegar el conocimiento científico sobre los océanos a toda la sociedad.
Según la página oficial de la expedición, Uruguay Sub200 «busca promover la alfabetización oceánica, acercando a la sociedad el conocimiento del mar y su importancia para el desarrollo sostenible del país, mientras impulsa la alfabetización oceánica, vinculando ciencia, innovación y conciencia ciudadana».
Por eso las transmisiones en vivo. Por eso los científicos intentando explicar cada descubrimiento, cada organismo y cada animal que se cruzan en el fondo del océano de la manera más sencilla posible. Por eso niños y niñas de escuelas siguiendo en vivo las imágenes de un submarino. Por eso dibujos de pulpos y tortas de cumpleaños de peces. Por eso las fotos que se viralizan de cangrejos, de pulpos, de anémonas, de corales, de estrellas. Por eso los titulares que dicen «Seguí en vivo la inmersión de Uruguay Sub200 en el Cañón Cabo Polonio» o «Las mejores imágenes 4K de la Expedición Uruguay Sub200».
—Es la primera vez que pasa que la comunidad científica tenga tanta repercusión—, dice Scarabino.
Y le atribuye parte del éxito mediático de esta experiencia a lo que sucedió en Argentina, con la expedición Talud Continental IV, que se realizó durante julio y agosto y tuvo miles y miles de reproducciones en YouTube e incluso, en los primeros días, fue el streaming más visto de ese país.
—De alguna manera, lo que sucedió allá hizo que nosotros estuviéramos con un enorme diario del lunes abajo del brazo, y aprovechando la ola mediática espectacular que se generó allá. Sin dudas que es la primera vez que ocurre algo de esta magnitud,
Los números en YouTube de cada inmersión del SuBastian en el océano uruguayo superan siempre las veinte mil reproducciones. En algunos casos, tienen más de cien mil.
En una de esas transmisiones, Leticia Burone dice: «Esto es histórico, pero no es solo un viaje científico, es un viaje de todos, un viaje uruguayo». Y tiene razón: en las redes sociales cada hallazgo se celebra como si fuese un gol.
El 27 de agosto, dos días después de que Uruguay cumpliera doscientos años de independencia, la tripulación del Falkor (Too) junto a los científicos hacen una bandera uruguaya de metal y la bajan, por unos segundos, hasta el fondo del mar.
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Todos los días las imágenes que llegan desde el Rov SuBastian son diferentes: un pulpo rosado que parece bailar, una estrella de mar que se desplaza como si estuviera caminando, un pez luna o uno de los peces más pesados del planeta, tiburones, nieve marina, corales solitarios, erizos.
En lo más profundo, donde no llega la luz solar, donde nunca nadie había mirado antes, el mar se parece a una galaxia extraña, lejana, de colores y formas que no se habían inventado. Todo es inmensa y extrañamente fascinante.
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El 29 de agosto la transmisión empieza con una premisa: el submarino está yendo hacia las coordenadas en las que, creen, se encuentra el Destructor ROU Uruguay, un barco que sirvió al ejército de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, que después perteneció a la Armada de Uruguay y que, en 1995, fue hundido con honores en el Océano Atlántico. Nadie lo ha visto desde entonces.
Esta vez se suma al streaming Rodrigo Torres, especialista en arqueología marina. Después de media hora de buscar, alguien dice, en inglés: «Tenemos algo». Y entonces aparece: el esqueleto de un buque hundido hace treinta años, cubierto de corales de todos colores, como si hubiese sido capaz de generar, en sus restos, vida nueva.
Todos aplauden y Rodrigo dice: «Es un ecosistema en sí mismo. Es un momento increíble poder estar aquí, es un momento muy importante para la ciencia y clave para la arqueología subacuática».
Nunca antes el Rov SubAstian había llegado hasta un naufragio.
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Bárbara De Feo estudia la contaminación por plásticos en distintos ambientes. Fue parte de la primera etapa de la expedición y, el 7 de septiembre, dos días después de desembarcar, dice lo mismo que repiten todos los científicos que se bajaron del Falkor cuando les preguntan cómo fue la experiencia:
— Fue increíble, de muchísimo aprendizaje y también de mucho trabajo y de mucho crecimiento personal y profesional. Creo que es importante conocer el fondo del mar porque el océano es indispensable para la vida en la Tierra y por eso es importante estar al tanto de la fauna que habita en él y entender también todos los procesos que sostienen la vida en zonas donde no llega la luz. También creo que podemos detectar ecosistemas marinos que pueden ser vulnerables a distintas presiones antropogénicas y conocerlos es fundamental para poder protegerlo.
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Para la segunda etapa de la campaña, al equipo de científicos y representantes del Ministerio de Defensa, del Ministerio de Ambiente y del de Educación y Cultura, se sumó Alejandro Balbis, músico uruguayo que vive en un departamento de la costa. Está allí para descifrar cómo suena la naturaleza en el fondo del océano, para ponerle música a lo que estamos descubriendo. Mira, escucha, se sienta con una guitarra y escribe melodías. En lo más profundo, donde no llega la luz solar, donde nunca nadie había mirado antes, el mar se parece a una galaxia extraña, lejana, de colores y formas que no se habían inventado. Todo es inmensa y extrañamente hermoso.
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