Un video de TikTok muestra a una mujer acostada en su cama recuperándose de una operación. Es joven y se graba a sí misma mientras su gato la acompaña. Los vendajes y la curación sugieren que se hizo una ligadura de trompas. Encima del video, un texto que dice: «A las mujeres de Estados Unidos les están diciendo Your body, my choice [tu cuerpo mi decisión]». Ahora más que nunca me doy cuenta que tomé la mejor decisión cuando me operé. Sigue y seguirá siendo mi decisión».
#Handmaidstale o #Protectwomen, y otros más encriptados como #4b o #4bmovement, son hashtags de TikTok que aluden al movimiento feminista separatista 4B o de los «4 noes». Este surgió en Corea del sur entre 2016 y 2017, tras varios hechos que indignaron a las mujeres allí. Hartas de la violencia, la desigualdad y las presiones de ser mujer, miles de surcoreanas se encontraron en foros de internet y redes sociales para tejer un movimiento que rechaza radicalmente la maternidad y el matrimonio. Pero el 4B va más allá: rechaza tener sexo o citas con hombres; no solo como una estrategia para poner en el centro sus propias vidas, sino para resistirse a una sociedad que aún las reduce a su capacidad reproductiva, su sexo o su físico.
El movimiento, que se ha difundido y ha ido sumando seguidoras, sobre todo en redes sociales, empezó a resonar entre mujeres jóvenes de Estados Unidos luego de la reelección de Donald Trump. Este 2025, muchas estadounidenses se han debatido entre el terror por el retroceso casi diario que ha significado esta presidencia para sus derechos, y la rabia. No solo contra los hombres que están en el poder, sino contra sus parejas, amigos, familiares. Rabia contra hombres cercanos que, desde una orilla ideológica opuesta, y guiados por discursos misóginos promovidos por otros hombres, pusieron a Trump en el poder. Así, muchas empezaron a negarse públicamente a relacionarse con hombres tras su elección y posesión.
Plantear una huelga sexual como estrategia política es hacer eco de la trama de Lisístrata, la comedia de la Grecia Clásica escrita por Aristófanes y presentada por primera vez en el año 411 a. C. En ella, las mujeres de Atenas y Esparta, cansadas de la guerra del Peloponeso, se dejan convencer por Lisístrata para hacer una huelga sexual que obligue a sus hombres a negociar la paz. Durante un tiempo, las mujeres se negaron a tener sexo con sus parejas y los llevaron casi a la locura, hasta que consiguieron la tregua.
Hoy, 2435 años después, pareciera que mucho ha pasado, pero no tanto ha cambiado. Estados Unidos elige a un presidente declarado culpable por abuso sexual, mientras sus votantes, los seguidores de MAGA (Make America Great Again) les comentan en redes a las mujeres your body, my choice, paralelo a un genocidio que ocurre frente a nuestros propios ojos, día a día. Lisístrata, entonces, pareciera que opera como espejo más de 2400 años después. ¿Qué dice su reflejo sobre el estado actual del mundo que habitamos, y por qué las mujeres, de Oriente a Occidente, están viendo en la huelga sexual una postura política válida y una forma de resistencia?
Si su único valor era ser animales reproductores, objetos sexuales, amas de casa, y si sus vidas y cuerpos iban a ser dispuestos por los hombres en el momento que ellos lo desearan (en un baño público, por ejemplo), pues entonces simplemente dirían que no. Renunciarían al pelo largo o al maquillaje, pero también al matrimonio, a los hijos, al hogar. Serían desertoras del único destino «correcto» que la sociedad nos ha planteado.
Las cuatro B
Bichulsan: no embarazo; biyeonae: no citas; bisekseu: no sexo; bihon: no matrimonio.
En Corea del Sur, la letra «B» equivale a la palabra «bi» en coreano, que significa ‘no’ y se escribe ºñ / Þª. Esta palabra es el centro del movimiento 4B que, de manera colectiva, desafía lo que parece un orden social inamovible en Corea del Sur: las mujeres para la reproducción, ser esposas, cumplir el canon de belleza tradicional, ganar menos que los hombres y ser, en general, ciudadanas con menos derechos que estos.
El movimiento empezó a gestarse a mediados de la década del 2010 en medio de un activismo digital feminista bullente en el país con la brecha salarial de género más alta de la OCDE, donde todos los años hay miles de casos de molka: cámaras ocultas que espían a mujeres en lugares públicos sin su consentimiento. Un feminicidio en 2016 fue el punto de no retorno para miles de surcoreanas: ese año Kim Seong-min, un hombre de treinta y cuatro años, apuñaló hasta la muerte a una mujer joven en el baño público unisex de un karaoke, en el distrito de Gangnam. Kim afirmó que no la conocía y que la había asesinado porque «odiaba a las mujeres», por desdeñarlo y humillarlo durante toda su vida. A pesar de esto, el tribunal no reconoció el asesinato (en Corea del Sur no existe el delito de feminicidio) como un crimen de odio.
Ese año, el Gobierno surcoreano lanzó un mapa nacional «de nacimientos» que mostraba el número de mujeres entre quince y cuarenta y nueve años en edad fértil en cada distrito, entre otros datos. El mapa levantó una nueva ola de indignación entre las mujeres. Para ellas, el Gobierno reforzaba el problema de la tasa de natalidad de Corea del Sur, una de las más bajas del mundo, como un problema exclusivo de ellas, cuando incluye factores como la carga financiera de la crianza, el alto costo de la vivienda o diferentes desigualdades económicas.
Sumado a esto, muchas se rebelaron contra las presiones estéticas asociadas a la idea de la feminidad, impuestas por la sociedad de un país con una de las tasas más altas de cirugías estéticas en el mundo. En 2018 inició otro movimiento llamado Tal-Corset [escapar del corsé], que invitaba a las mujeres surcoreanas a renunciar a cirugías, maquillaje e incluso a tener el pelo largo. Muchas se grabaron rompiendo su maquillaje o cortándose el pelo. En un artículo académico, la autora Hye-Jung Park traduce un video de activistas surcoreanas: «Practicamos el Tal-Corset porque no se trata de estar más cómoda. Se trata de no ser una muñeca, una ciudadana de segunda clase».
La sensación constante de no sentirse seguras o tranquilas ni en sus casas, ni en sus trabajos, ni en el espacio público, ni con su Gobierno, empezó a mostrar al movimiento 4B como una solución lógica para miles de mujeres surcoreanas. Si su único valor era ser animales reproductores, objetos sexuales, amas de casa, y si sus vidas y cuerpos iban a ser dispuestos por los hombres en el momento que ellos lo desearan (en un baño público, por ejemplo), pues entonces simplemente dirían que no. Renunciarían al pelo largo o al maquillaje, pero también al matrimonio, a los hijos, al hogar. Serían desertoras del único destino «correcto» que la sociedad nos ha planteado. En vez de eso, perseguirían una vida de autonomía.
A diferencia de Lisístrata, el movimiento 4B no busca presionar a los hombres para cumplir un objetivo. Tampoco prioriza que las mujeres se sientan más realizadas con su cuerpo. El 4B busca enviar un mensaje contundente sobre la sociedad patriarcal en la que aún vivimos, en donde la fertilidad o el físico son los principales modos de valorar a una mujer. Una táctica colectiva que busca echar mano de lo que podamos, en este caso nuestro cuerpo, nuestro sexo y nuestro deseo, para lidiar con un mundo que allá, en Corea del Sur, y acá en Occidente, aún odia a las mujeres.
De Oriente a Occidente
«Si eres un hombre de este país y no votas por Donald Trump, entonces no eres un hombre». Lo dijo Charlie Kirk, un famoso comentarista de la derecha en Estados Unidos, tras el atentado al ahora presidente en Pensilvania. La frase condensa muy bien uno de los principales temas en juego durante la reelección de Trump, que tuvo mucho que ver con la economía, pero también con el género y la consolidación de una masculinidad específica.
La autora Keziah Weir la definió como una masculinidad falocrática: hombres seguidores de MAGA y obsesionados con los penes, incluido el propio Trump, que defendió el tamaño del suyo ante Marco Rubio, elogió el del golfista fallecido Arnold Palmer, y cuestionó el rendimiento sexual de Joe Biden, entre otros episodios falocráticos. «La Atenas del siglo v también estaba enamorada del pene», compara Weir. «Los falos estaban por todas partes: pintados en jarras ceremoniales, usados como accesorios de escena. A veces tenían alas».
La masculinidad MAGA, aparte de su obsesión falocrática, odia a las mujeres. Las bases seguidoras de Trump se alimentan de discursos movilizados por figuras públicas como el influencer Andrew Tate, que se nombra a sí mismo como misógino y que influencia, sobre todo, a hombres jóvenes online. Por eso no es sorpresa que seguidores de la frase de Trump durante las elecciones en 2016, Grab’em by the pussy [agárralas por la vagina], hayan convertido un lema de esta ola feminista, my body, my choice [mi cuerpo, mi decisión], en una frase misógina: your body, my choice.
Cuando Trump ganó por segunda vez, parte del 54 % de mujeres que votaron por Kamala Harris presentían lo que se venía en materia de derechos sexuales y reproductivos, o frente al derecho a la identidad de personas trans —negado desde el primer día de su mandato—. Por eso, muchas, miles, empezaron a revisar estrategias de resistencia. Esta vez, una réplica de la multitudinaria marcha de las mujeres, que tuvo lugar en 2017 tras la posesión de Trump, ya no parecía tan buena idea. «Siento que salimos a quejarnos constantemente, pero parece que no hay nada que hacer al respecto. Me siento desesperanzada en este momento y no estoy segura de que una marcha vaya a solucionarlo», dijo a medios Caroline Waterman, una artista de cincuenta y nueve años que había participado en la marcha de 2017.
En medio de la búsqueda, la desazón, y una especie de relevo generacional entre las que marcharon en 2017 y las jóvenes de ahora, el movimiento 4B que se asomaba por redes sociales empezó a verse no como un antídoto contra este Gobierno, sino contra los hombres que pusieron a Trump en el poder. Con un panorama que incluye la amenaza constante de sus derechos, un estilo de vida libre de hombres se empezó a convertir en una opción cada vez más relevante para las mujeres estadounidenses.
«Solo diré: mucha suerte tratando de acostarse con nosotras», dice una mujer joven en un TikTok. «Especialmente en Florida. Porque mis chicas y yo vamos a participar del movimiento #4B. Ese es mi siguiente plan, muy en serio». En otro TikTok aparece la selfi de una mujer alzando a su gato con un texto que dice: «Haciendo mi parte como una mujer americana, terminé con mi novio republicano anoche y me uní al movimiento #4B esta mañana».
En medio de la búsqueda, la desazón, y una especie de relevo generacional entre las que marcharon en 2017 y las jóvenes de ahora, el movimiento 4B que se asomaba por redes sociales empezó a verse no como un antídoto contra este Gobierno, sino contra los hombres que pusieron a Trump en el poder.
Por pertenecer al #4B
Sin embargo, declararse en huelga general ante los hombres en una sociedad patriarcal no es sencillo. Por el contrario, la consecuencia ha sido una repercusión de machismo y odio público contra los discursos feministas y sus seguidoras. En Corea del Sur, por ejemplo, la palabra feminista se ha convertido en prácticamente un insulto, y entre los hombres jóvenes ha crecido una ola de odio al feminismo y de victimismo masculino, acusando al movimiento #4B de promover el odio hacia los hombres.
El Gobierno actual de Corea del Sur también ha contribuido a la estigmatización de las feministas, señalándolas como una de las principales causas de la baja de natalidad. De hecho, el expresidente Yoon Suk-yeol, quien asumió el cargo en 2022, en parte logró la victoria impulsando un sentir antifeminista entre los más jóvenes, y prometiendo eliminar el Ministerio de Igualdad de Género.
Las consecuencias han hecho que muchas seguidoras del movimiento se oculten en el anonimato que les proveen los foros y las redes sociales, por miedo a ser violentadas. En 2023, un hombre golpeó a una mujer en una tienda en la ciudad de Jinju por tener el pelo corto. «Si tienes el pelo corto, debes ser feminista. Soy machista, y creo que las feministas merecen ser agredidas», le dijo antes de golpearla. Luego, el año pasado, una youtuber recibió una ola de comentarios misóginos y acoso digital por contar su feliz experiencia como una mujer soltera en sus treintas.
En Estados Unidos las repercusiones de las seguidoras del 4B no se han sentido, quizá porque el movimiento ha perdido popularidad entre quienes lo promovieron hace meses en las redes. Algunas de las mujeres que publicaron TikToks declarándose en huelga los eliminaron. En su lugar, aparecieron nuevos TikToks de mujeres cuestionando qué pasó con el auge momentáneo del 4B en el país. «¿Recuerdan esas mujeres que se raparon la cabeza tras la elección de Donald Trump y estaban diciendo que no iban a volver a tener sexo con hombres? ¿Cómo están? ¿Están soportándolo?», dice una mujer en tono irónico.
Así el movimiento 4B no logre consolidarse en Occidente más allá de una tendencia pasajera, que tantas mujeres opten en pleno 2025 por una estrategia que resonó en la antigua Grecia deja muchas preguntas sobre la experiencia femenina que estamos atravesando en la actualidad, y deja claro que nuestro cuerpo, nuestro sexo y nuestra autonomía, van a ser siempre la primera trinchera de resistencia.
Ministerio de Cultura
Calle 9 No. 8 31
Bogotá D.C., Colombia
Horario de atención:
Lunes a viernes de 8:00 a.m. a 5:00 p.m. (Días no festivos)
Contacto
Correspondencia:
Presencial: Lunes a viernes de 8:00 a.m. a 3:00 p.m.
jornada continua
Casa Abadía, Calle 8 #8a-31
Virtual: correo oficial –
servicioalciudadano@mincultura.gov.co
(Los correos que se reciban después de las 5:00 p. m., se radicarán el siguiente día hábil) Teléfono: (601) 3424100
Fax: (601) 3816353 ext. 1183
Línea gratuita: 018000 938081 Copyright © 2024
Teléfono: (601) 3424100
Fax: (601) 3816353 ext. 1183
Línea gratuita: 018000 938081
Copyright © 2024