En sus veinte años el Hay Festival le pidió a la sociedad colombiana que aportara una serie de preguntas emblemáticas de las preocupaciones y debates más actuales. La cultura, por supuesto, está en el centro de las discusiones en un mundo de confrontaciones ideológicas, nostálgico de modelos hegemónicos y tiranos que niegan conquistas sociales y promueven división, odio y miedo entre los seres humanos.
La editora Pilar Reyes, condujo una conversación en el Teatro Adolfo Mejía con los escritores Piedad Bonnett (Colombia), Charlotte Higgins (Reino Unido), Nicola Lagioia (Italia) y Cristina Rivera Garza (México) bajo la pregunta: ¿para qué sirve un escritor?
Cristina Rivera, reciente ganadora del premio Pulitzer con El invencible verano de Liliana, empezó hablando del poder creador de la literatura y la posibilidad de los archivos para cuestionar las narrativas oficiales que niegan la existencia de minorías. «La literatura es un ejercicio creativo, me permite observar con cuidado mi entorno y encontrar una fisura para ver otro presente y con suerte otro futuro. He encontrado una veta muy rica en los archivos, vivimos en sociedad muy desiguales, que no tienen derecho a la memoria, hay nombres que se olvidan, poblaciones, distinciones de raza, de género, divisiones que norman a la sociedad y la literatura juega un papel fundamental: subvertir, hacerles preguntas a las narrativas oficiales, esa fisura que podemos abrir cuando despertamos ese lenguaje que se vuelve instrumental en el día a día; en el archivo se esconden las voces de estas comunidades. Ir al pasado para borrar esas fuerzas oficiales y poder crear algo nuevo».
En esa línea, Nicola Lagioia, autor de La ciudad de los vivos, encuentra la sabiduría de la literatura en cuestionar todo y no tener las respuestas. «Entender es más importante que juzgar, por eso la literatura es diferente a una conversación normal de redes social, por ejemplo, llena de juicios».
En tiempos donde se manipular el lenguaje para instalar realidades que convienen a uno u otro proyecto político, Reyes le preguntó a Piedad Bonnett, ganadora del Premio Reina Sofía de Poesía, por el rol que cumple la literatura en la liberación del lenguaje. «La poesía subvierte el orden del lenguaje y es capaz de renovar una lengua. Lo que busca un escritor es la palabra exacta, en eso consiste su concentración, yo escribo con la morosidad del poeta. La lengua cotidiana se cansa, los lenguajes funcionales agotan las posibilidades de belleza de las palabras. La literatura combate el cansancio del lenguaje cotidiano».
Charlotte Higgins, editora cultural de The Guardian y escritora de libros sobre textos clásicos, se refirió a la esa tensión entre la familiaridad y la extrañeza que sentimos cuando nos enfrentamos a historias de hace más de dos mil años que todavía resuenan en el presente. «El mundo clásico es familiar a todos nosotros que podemos tomar una pieza y pensar que somos iguales a los personajes del mundo clásico, entendemos sus sentimientos. Al mismo tiempo es un mundo muy diferente al actual: esa tensión de familiaridad y extrañeza nos permite pensar y encontrar respuestas para el presente».
La dimensión pública de los escritores y su responsabilidad y compromiso con los debates actuales animó la conversación al final del encuentro. Rivera Garza mencionó el doctorado en escritura creativa en español que dirige en Estados Unidos desde hace siete años como una apuesta por la lengua y la contribución de la comunidad hispana en ese país. «A pesar de la gran contribución de la comunidad de habla hispana, el español se ve como de segunda clase. El español es un lenguaje de trabajo, orgullosamente, pero también de reflexión, creación y belleza. Hoy hay un ataque central contra la autonomía de los cuerpos, la consideración de múltiples géneros, contra nuestra capacidad de imaginar. El foco se va a centrar en la educación pública y en los límites a la libertad de expresión, que es la libertad de imaginación. Es importante ser disidente y pensar lo que se hace con el lenguaje público y lo que hacemos con nuestras comunidades en un tiempo de gran emergencia».
Pilar Bonnett, por su parte, reflexionó sobre el concepto de «intelectual», tan desprestigiado actualmente. «Soy de los pocas escritores que cree que es una palabra legítima y que los escritores tenemos que ser intelectuales, no solo una persona informada, culta, sino vinculada políticamente al mundo. Aunque los escritores no usemos un lenguaje intelectual, estamos haciendo un trabajo intelectual subterráneo muy importante. Por ejemplo, hablar del suicidio en sociedades donde el tema está oculto y estigmatizado es un acto político y en esa medida podemos los escritores llamarnos intelectuales».
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