«El Instituto donde iba a dar la charla está casi en la frontera con Canadá, con un auditorio circular muy grande, había unas 1.200 personas. Era un día hermoso, una mañana soleada de verano. Íbamos a tener una conversación, había unas escaleras al nivel del público y este hombre corrió y me atacó. Yo nunca vi el cuchillo, lo sentí, pero no tengo ni idea qué tipo de cuchillo era. El ataque duró muy poco tiempo, medio minuto, y lo extraordinario que sucedió fue que las personas del público me salvaron la vida. Neutralizaron al hombre. Le debo mi vida al público».
«Al principio no quería escribir sobre esto. Y me agente me dijo sí, vas a escribir sobre eso. Y tenía razón, me equivoqué, por seis meses no pude pensar en eso, porque la recuperación fue lenta. Luego me di cuenta de que no podía escribir sobre nada más. La única manera de sobrepasarlo era hacerlo».
«Es un libro corto y me encanta haberlo escrito porque es una manera de tener el poder narrativo, era mi historia. En lugar de ser su víctima, él ahora es mi personaje. En ninguna parte del libro utilizo su nombre, solo uso la letra A, de asesino, atacante».
«Nunca me convertí en escritor para escribir sobre mí. Quería crear, inventar cosas, esa era mi ambición. Desafortunadamente desarrollé algo así como una vida interesante, la maldición de una historia interesante, y no quería que nadie la escribiera por mí. Y no quiero escribir sobre mí mismo otra vez. Inventar cosas es más divertido».
«Hubo un momento cuando estaba planeando el libro que pensé que debía conocer a mi atacante, ir a la cárcel y conversar con él. Empecé a pensar que si lo conocía iba a entender algo, que iba a abrir su corazón y permitirme conocerlo, pero luego pensé que me iba a dar una serie de clichés. Mi talento es crear, así que inventé un diálogo con él, que es una clase de venganza».
«Describir el ataque es algo que se puede hacer en diez páginas, pero para descubrí de qué trataba el libro pensé en un triángulo: estoy yo, la muerte, la belleza. Es una historia sobre la belleza que está enfrentado la muerte y yo soy la persona en el medio. Y eso es algo que valía la pena escribir. Tiene que ver con el amor como antídoto al odio».
«Cuchillo es completamente jazz. Lo único fue la estructura del triángulo en mi cabeza, pero cómo iba a funcionar lo fui descubriendo página a página. Descubrí que soy más fuerte de lo que pensaba. Si me hubieras dicho antes que esto me iba a suceder y cómo reaccionaría, no hubiera apostado que me iba a ir bien; y de alguna manera me fue bien; tuve citas con diferentes especialistas y se sorprendieron y me decía que soy un milagro; no creo en los milagros, pero parece que lo soy. Es muy extraño ser algo en lo que uno no cree».
«Si hay un milagro es que el cuchillo que entró en mi ojo, que me quitó la visión porque dañó el nervio óptico, no dañó el cerebro por muy poco; la buena suerte es que todavía tengo mi cerebro».
«Una de las preguntas que me preocupaba cuando me recuperé fue que no hice nada contra el atacante, por qué no luché. Me molestaba, luego entendí que cuando la violencia viene de la nada uno no sabe qué pensar, qué hacer. Las personas que han vivido la irrupción de la violencia en sus vidas reconocen este sentimiento».
«Creí que el tema de la fatua había pasado en mi vida, había hecho muchos eventos públicos sin ningún problema. pensé que era el pasado. El atacante tenía 24 años, no había nacido cuando Los versos satánicos se publicaron. En una entrevista que hizo desde la cárcel dijo que no lo había leído, solo había leído un par de páginas de lo que he escrito. Es muy difícil saber qué lo motivó».
«El acto de voluntad más fuerte que he tenido es no salirme del curso después del ataque. Hay muchas maneras que este ataque te pueda destruir como artista. Una alternativa es tener rabia y escribir un libro de venganza, pero nadie quiere leer libros de revancha. Lo que tenía que hacer era recordar el escritor que soy. Si alguien viene de marte y no sabe nada de mí y solo tuviera una estantería con mis libros nucna pensaría que algo terrible me sucedió, mis libros tienen su rumbo y estoy orgulloso de haber sido el escritor que siempre quise ser. Los versos satánicos es quizás el libro más feliz que escribí en el momento más infeliz de mi vida».
«El arte de la novela es imaginar realidades que no nos pertenecen, imaginarse cómo son los otros, depende de la capacidad de cruzar fronteras y la única pregunta es si se hace bien o mal. Con la idea de que estamos limitados a nuestra propia experiencia, nadie podría escribir nada».
«Quiero volver a la ficción. Soy un escritor de ficción. Ya tuve suficiente vida interesante para contar».