ETAPA 3 | Televisión

«Quiero hacer arte popular»: Silvana Estrada

15 de octubre de 2025 - 12:54 pm
Antes del lanzamiento de su nuevo álbum Vendrán suaves lluvias, hablamos con la cantautora mexicana sobre el luto y la libertad que sostienen este disco, sus aprendizajes como productora, el amor contemporáneo y el libro que le gustaría escribir.
Durante esta década, la mexicana Silvana Estrada se ha consolidado como una de las figuras centrales de la nueva canción latinoamericana. Fotos de Jesús Soto Fuentes.
Durante esta década, la mexicana Silvana Estrada se ha consolidado como una de las figuras centrales de la nueva canción latinoamericana. Foto de Jesús Soto Fuentes.

«Quiero hacer arte popular»: Silvana Estrada

15 de octubre de 2025
Antes del lanzamiento de su nuevo álbum Vendrán suaves lluvias, hablamos con la cantautora mexicana sobre el luto y la libertad que sostienen este disco, sus aprendizajes como productora, el amor contemporáneo y el libro que le gustaría escribir.

Silvana Estrada (Xalapa, Veracruz, 1997) compara su nuevo álbum Vendrán suaves lluvias, que verá la luz este 17 de octubre, con la vida: lleno de duelos y de alegría. «Lo amo con todo el corazón, que me costó lo imposible y al final logré llegar completamente renacida y feliz, después de haber cruzado tres años de búsqueda, exploración y la verdad, por momentos, de estar un poco perdida», dijo la cantautora mexicana en su Instagram.

El título del álbum —que sucede a Marchita, de 2022, año en el que Silvana ganó el Latin Grammy a mejor nueva artista junto con Angela Alvarez— viene del poema «There Will Come Soft Rains», que la estadounidense Sara Teasdale escribió luego de la Primera Guerra Mundial. El poema proyecta un momento en el tiempo cuando la guerra haya quedado atrás de la misma forma que el álbum de Silvana, que será publicado por Glassnote Records, explora un renacimiento esperanzador. 

A sus 28 años, la obra de Silvana camina con pies ligeros e independientes, sin que el ego obstaculice sus fines. Mientras más experiencia acumula, menos solemne pretende lucir. Pero darle vida a esta nueva pieza y desprenderse de las trampas inmovilizadoras del perfeccionismo no fue una tarea sencilla. La creación de Vendrán suaves lluvias estuvo atravesada por dificultades en el estudio, duelos personales, bloqueos creativos y versiones descartadas. En medio de esas pérdidas, fueron las voces de «los fantasmitas» de Bob Dylan y Lhasa de Sela los que le arrojaron luz para volver a encaminarse en el sendero correcto. El resultado es un álbum en el que los accidentes de su recorrido personal terminaron siendo profundamente relevantes en el sentimiento y forma de la obra final. Uno habla son Silvana, y se da cuenta de que nada en su vida pasa por casualidad.

Sus obras, desde Lo sagrado (con Charlie Hunter) hasta Marchita, han demostrado ser imperecederas por su devastadora potencia emocional, crudeza y transparencia. En su estudio de las voces que moldearon la cultura de nuestro continente, y su capacidad de llevar lo íntimo a una escala universal, está la razón por la que se ha consolidado como una de las figuras centrales de la nueva canción latinoamericana.

Unos días antes de su presentación en el festival Cordillera, me senté con Silvana en la librería Ficciones a tomar café, comer torta de chocolate y desentrañar el cómo, cuándo y por qué detrás de Vendrán suaves lluvias.

Durante esta década, la mexicana Silvana Estrada se ha consolidado como una de las figuras centrales de la nueva canción latinoamericana. Fotos de Jesús Soto Fuentes.
Foto de Jesús Soto Fuentes.

Vendrán suaves lluvias es el primero de tus álbumes producido por ti misma. ¿Qué hallaste en esta nueva etapa?

Que solo una sabe lo que quiere, nadie más, y una tiene que hacerse cargo de su propio deseo. Aprendí a confiar en mí, a escucharme y a decir oye, esta idea está buena, la voy a probar. Es fuerte, pero muchas veces creemos que la gente profesional —un productor, un guitarrista— lo va a hacer mejor, y cada vez soy más de la idea súper indie de que no, que una lo tiene que intentar. Tal vez no será técnicamente superior, pero será tuyo. Eso es más valioso en una época en la que siento que hay una corriente hacia la perfección, ahora con la inteligencia artificial. Me siento yendo hacia atrás, prefiero sonar lo más yo que pueda, con mis tres acordes y tocando el piano con mis patitas de pollo, pero que suene humano, que suene a lo que quería compartir desde un inicio.

¿Lo sentiste más tuyo que, por ejemplo, Marchita?

Lo sentí más mío, pero no en comparación con Marchita, porque es como mi primer hijo. Sin embargo, sí me sentí más involucrada porque justamente Marchita me permitió crecer; fueron tres años de muchísimo aprendizaje: a girar, a decir que no, a equivocarme, a cagarla. Fue mi puerta a la adultez: antes era una niña hippie, luego entendí que la industria existe, gané un Grammy, enfrenté cosas buenas y malas. Mi conexión con Marchita fue totalmente honesta, lo sentí totalmente mío según las capacidades que tenía en ese momento. Con Vendrán suaves lluvias pues me pasaron muchas cosas, y todas tuvieron que ver con madurar, perder la inocencia, decepcionarme, luchar un montón. Es este otro hijo que ya viene desde un lugar mucho más adulto. Soy como una leona: no me lo van a quitar, esto es mío, nadie se acerque, ya me quitaron mucho. En ese sentido, es un disco muy personal. Todo lo que pasa a nivel producción tiene un sentido súper emocional.

Es decir que creciste mientras girabas con Marchita.

Es loco, porque Marchita es mucho más serio, solemne, y solo puedes ser solemne cuando eres joven e inocente. Luego la vida te pasa y la única manera que hay para sobrevivir es el humor. No puedes sobrevivir muchos años sin reírte, te matas.

¿Pero te parece que la solemnidad va anclada a la juventud? En el 2022, el mismo año de Marchita, también salió Todas las flores, de Natalia Lafourcade, que es muy solemne en ocasiones.

Es verdad. Natalia entró desde otro lugar con «En el 2000». Luego se fue por Agustín Lara y entró Hasta la raíz, que son puros himnos de adolescencia para mí. Es verdad que incluso Cancionera (2025) es súper elegante. Justo la noche antes de venir para acá fui a ver el show, con su panza hermosa. Es verdad que la búsqueda de Natalia ha sido más hacia hacia la elegancia de ser la señora de la canción, que totalmente lo es. Somos del mismo pueblo, súper amigas, pasamos las navidades juntas, muy familia. Ella es mi maestra total, la amo con locura. Puede que nuestros caminos tengan esto en común, que están un poco espejeados, o invertidos. Ella entra desde un lugar bien ligero, y yo entré desde un lugar súper oscuro, súper depre, súper solemne. Hice todo Marchita en blanco y negro, y ahora estoy súper en el color; no sé si has visto los vídeos que he dirigido, pero es todo color, ya no quiero usar film, ya no quiero gastar en latas. Ya quiero que sea digital.

En otra entrevista decías que tu regla era sonar distinto para que la gente escuchara tu evolución. ¿Cómo te la llevas con ese perfeccionismo?

Este disco fue mi antídoto contra el perfeccionismo. No diría que soy perfeccionista, sino exigente y un poco ególatra: quería que todo fuera espectacular. Cada vez pienso menos así, ahora espero simplemente que lo que haga haga feliz a alguien.

¿Cada vez es más lúdico tu proceso creativo?

Es que fue un proceso muy difícil: estuve tres años picando piedra, muchos bloqueos, mucha presión, mucho duelo. No entré desde un lugar bonito. Creo que estaba intentando llenar de orgullo a mi mejor amigo, que acababa de morir, pero es muy difícil llenar de orgullo a un muerto porque evidentemente no te va a contestar ni dar palmadas en la espalda. Entonces me puse mucha presión. También me metí a full para huir de mi duelo, para que pasara rápido. Vendrán suaves lluvias me liberó un poco de la idea ególatra de la perfección porque me «humildó»; no sé si existe la palabra, pero la inventamos. Me sentó y y me dijo cálmate, tárdate lo que te tengas que tardar. Haz lo que a ti te gusta. Hazlo por ti, no por nadie más, ni vivo ni muerto, y y hazlo como puedas, con lo que puedas. Te vas a dar cuenta de que lo que tienes es suficiente, aunque no sea perfecto. Tenía muchísimas expectativas, pero nunca había producido nada. Fue rudo para el ego y fue maravilloso para mi existencia: estaba aprendiendo todo el tiempo, y entré al disco desde la humildad. Está lleno de pequeños errores que ahora amo y me enorgullecen,  porque sé lo mucho que me costó llegar a un punto en el que pude realmente decir no es perfecto, pero es lo que quiero. Así me liberé.

Vengo del jazz, y en mis discos favoritos  se escucha la gente cortando carne con los tenedores, tosiendo, estornudando. Pensar en Bob Dylan me liberó un montón también. Estaba súper angustiada porque hice muchos intentos de este disco y seguí probando cosas. Me sentía fatal, terrible. Y me enteré de que Bob Dylan tuvo que volver a hacer Blood on the Tracks, su comeback con canciones de amor luego de que la gente lo había dejado de escuchar. Ya se había mandado a hacer el vinilo, y se lo puso a su hermano; y hacia la segunda canción, dijo no, no, no va a salir, tengo que volverlo a hacer. Y regrabó creo que todo el lado A con una banda nueva en Nashville. Esta historia podría parecer una tontera, la descubrí en una librería que me encanta en Ciudad de México de libros y revistas usadas, pero me liberó. Es como si Bob Dylan me hubiera dicho güey, no te preocupes, todo bien, no pasa nada, tienes veintitantos años, date recio. Y ya me calmé. 

A mí me pasa mucho eso, que el fantasmita de mis ídolos me ayuda un montón. De hecho, pude grabar este disco gracias a Lhasa de Sela, una compositora alucinante que ya murió, otro de mis fantasmitas que llevo conmigo todo el tiempo. Yo estaba muy deprimida con el disco, y en el cumpleaños de Andrés, uno de los amigos que murieron, me llamaron para invitarme a un homenaje en Montreal de Lhasa de Sela. A mi manager le dijeron que iban a estar todos los músicos que grababan antes con Lhasa. Y yo como ¿siguen vivos?, y el hermano de Lhasa, que es ahora es mi amigo, me dijo que sí. Preguntamos si yo podía grabar con ellos, y él dijo que sí. Fui y empecé a sentir que se empezó a deshacer el nudo;  eran unos músicos súper buena onda, me hicieron sentir súper bien, súper humildes. Eso me relajó muchísimo, nadie sabía quién era yo, estaban como qué loca esta niña mexicana que vino aquí a grabar con nosotros, qué chido. Por eso es tan bonito tener referentes que luego sientes que realmente te abrazan.

En otras ocasiones has expresado que no quieres ser una artista elitista cuya música sea difícil de conseguir, solo en Bandcamp, por ejemplo. En ese sentido, ¿cuál es tu relación con lo popular, lo masivo?

Sí, nunca me ha interesado mucho pertenecer a las élites. Vengo de una familia así bien política, súper rojos. Hasta las instituciones me dan a veces un poco de nervios, de aversión, ¿no? No soy de ver telenovelas, de hecho me parece que le han hecho mucho daño a nuestras culturas; escribo mucho de amor y me interesa reconstruir el amor romántico, imagínate. Pero una vez le hice una canción, una cumbia, a una telenovela. Y le conté a Natalia, que en estas cosas no se hace ruido, entiende perfecto cuál es su misión en la tierra y tiene una claridad alucinante. Se lo dije con un poco de pena, y ella me dijo: «Justo por estar en una telenovela es tu responsabilidad que la canción sea increíble. Es la oportunidad de que un montón de gente que está viendo algo con lo que tú no conectas pueda conectar contigo. Y de repente la canción puede ser una ventana a algo de una calidad que tú consideres que le puede realmente alegrar la vida a alguien». Y me quedé mucho con esa imagen. Estamos tan atravesados, aunque no queramos, por cuestiones de racismo, clasismo, machismo —y todo está interconectado— que siempre pienso que no quiero ser un artista elitista, que sea complejo entenderme o acceder a mi arte. Al contrario, quiero hacer arte popular. Sería demencial compararme con Juan Gabriel, pero sí me interesaría que en algún momento de mi vida se me comparase con la música popular, que la gente se pudiera olvidar de mi nombre, pero recordaran mis canciones. Eso me gustaría muchísimo, que alguien me pudiera tocar en un bautizo, en una boda, en una fiesta de quince años. Esa es la cultura. México es enorme, tiene millones y millones y millones de personas. No me interesaría hacer música que no fuera accesible para esa cantidad de gente. Mi llamado tiene mucho más que ver con, esto es así medio hippie, sanar y hacer catarsis. La gente llora muchísimo en mis shows. No quisiera que esa catarsis fuera solo para unos cuantos. Por eso, aunque no me gusta hacer promo, tengo claro que tengo un cometido: poder llevar mi arte lo más lejos posible, sin comprometerlo, obviamente. Lo que me ha dado tener un equipo pequeño, con todo el crecimiento que he tenido, es justamente no comprometer nada. No delegar tanto me ha ayudado a mantenerme súper alineada.

«¿Cómo puede ser tu amor a medias píldora y enfermedad también? / ¿Cómo puede ser tan largo el duelo de lo que nunca pudimos ser?», cantas en «Dime». ¿Piensas que estamos enfermos amorosamente como generación, o es un mal heredado de antes?

Ay, este tema me encanta. ¿Viste que la última canción de Marchita es «La enfermedad del siglo»? Me refería justo a esto, a esta orfandad del concepto amoroso, afectivo, que por mucho tiempo fue el amor romántico, y que sigue, no hemos logrado tampoco desprendernos por completo. Nuestra generación justamente está entre lo nuevo —poliamor, amor libre, triejas, cuatriejas, nosequé— y Disney, La rosa de Guadalupe y «juntos para siempre». Por un lado está el deseo. Nuestra generación está con un deseo aquí y otro allá, no hemos logrado emanciparnos de nada. Estamos como dando vueltas, probando cosas, y estamos muy confundidos. Después de tratar un montón de cosas, da un poco la impresión de que nada realmente funciona. Es un problema basado en un montón de cosas. La familia como célula del capitalismo también se está cayendo. El matrimonio como micropartícula de la economía mundial también se está cayendo. Luego está la epidemia de soledad que están viviendo los hombres heterosexuales: como las mujeres estamos leyendo literatura, nos estamos volviendo feministas, liberándonos y tal, y los hombres, por la misma opresión del patriarcado, no están logrando abrirse, no están logrando aprender. Como están en una situación de privilegio, no están realmente conectando con las necesidades de las mujeres. Esa es mi opinión. Y ahora estamos en esta época de incels. Si ves las cosas que me ponen en Twitter, es súper fuerte. 

Cuando escribí «Dime» justamente estaba un poco fúrica con una situación particular de alguien que no quería estar conmigo, pero tampoco me dejaba. Como que sí, como que no. Me estaba volviendo loca en ese momento. Fue como una canción para confrontar, que siempre me ha costado muchísimo. Y esta confrontación luego me llevó a otras confrontaciones. Del ¿quieres estar conmigo o no? pasé a ¿y yo sí quiero estar contigo, pasar mis días contigo? Es súper loco, porque también me confrontó con esta idealización del amor romántico. Y me dejó una laguna muy grande. Entonces me pregunté cómo quería construir una relación, qué me interesaba a mí. El álbum pasa por lugares de duelo, muerte, soledad, y también pasa por esta contemplación de cómo quiero vivir realmente. Cómo quiero vivir una relación, cómo quiero querer, cómo quiero que me quieran. No diría que es un mal de nuestra época, pero sí un momento de transición en el que creo que estamos haciéndonos estas preguntas y todavía no llegamos a ninguna conclusión. Hay algo que se está acabando y no nos queda bien claro qué es. Bueno, evidentemente el concepto de los derechos humanos se está acabando, y eso nos está generando una especie de crisis de esperanza en la vida. Pero luego están el amor, la familia, el dinero, el trabajo. Estamos llegando a unos niveles de autoexplotación que quizás habían vivido nuestros padres y nuestros abuelos, pero por primera vez nos estamos preguntando el para qué todo esto. Sí hay una especie de cambio de paradigma empezando y que todavía no entendemos. Lo que se preguntan muchos ecologistas, y gente que está muy comprometida con el mundo y con el futuro, es si después de esto viene un renacimiento, o si es el fin de verdad. Creo muchísimo en el renacimiento, he renacido muchas veces. Estamos llegando a un fin, pero vamos a salir distintos y espero que mejorados.

Has hablado de que te gustaría escribir un libro. ¿Cómo sería? 

Me gustaría muchísimo escribir un libro sobre la amistad, que es complejísima porque se da por hecha. También está completamente atravesada por el neoliberalismo, por el tiempo, por el capitalismo. También es un antídoto contra el fin del mundo, entonces me gustaría mucho escribir sobre la amistad como vehículo de comunidad, empatía y querer sin esperar nada. Y es compleja, también acaba. Hace no tanto, un amigo muy amado me dijo no te quiero ver más. Nunca me ha dolido tanto algo, y mira que he tenido una vida amorosa súper desastrosa. Desde entonces estoy pensando: ¿qué es este amor tan profundo en el que caben tantas cosas, tan complejo, que parece infinito, el hogar absoluto del corazón mucho más que el amor de pareja, y que aún así puede acabar? Ese sería mi libro.

CONTENIDO RELACIONADO

Array

17 de octubre de 2025
En 1998, GACETA publicó un especial sobre el escritor medellinense, autor de novelas como La virgen de los sicarios y El desbarrancadero. Este perfil, que aborda su vida y los principales rasgos de su obra, funciona como punto de partida. 

Array

16 de octubre de 2025
Hablamos con Patricia Murrieta, que combina la arqueología histórica con el estudio del patrimonio y la lingüística computacional, sobre cómo hacer trinchera desde el sur global a la aplanadora cultural que imponen herramientas como ChatGPT.

Array

14 de octubre de 2025
Ante la desdicha de Gaza, donde la muerte se volvió estadística y el horror se confundió con espectáculo, el amor se vuelve una ética que nos llama a reunirnos, desobedecer la indiferencia y defender la vida frente al proyecto de aniquilación.

Array

13 de octubre de 2025
La vorágine de José Eustasio Rivera, contrario a lo que se dice, excluye a las voces indígenas por razones estilísticas: ¿por qué no podrían tener las lenguas ancestrales la misma dignidad comunicativa y estética?

Array

12 de octubre de 2025
En 1943, Manuel Zapata Olivella y Natanael Díaz fundaron un movimiento intelectual y político afrocolombiano que luchó contra la invisibilidad y discriminación de la población negra en Colombia. Esta es su historia, en libro y pódcast.

Array

11 de octubre de 2025
En películas como Forenses y Noviembre, nombrar a los desaparecidos y al crimen de la desaparición es una forma de imaginar un nuevo país, un relato compartido entre la fuerza del archivo y el poder de la ficción. Ahí está nuestra esperanza.

Array

10 de octubre de 2025
PRESUNTO y GACETA presentan este pódcast sobre el futuro de los medios públicos. Es también el lanzamiento del número 8 de la revista dedicado a la información y una invitación a pensar los modelos de gobernanza y el significado del los medios públicos para vernos y sentirnos parte. Modera: Santiago Rivas.Analizan: Marta Ruíz, María Paula Martínez, Andrés Páramo y Daniel Montoya

Array

10 de octubre de 2025
En 1997, GACETA publicó este ensayo sobre la vitalidad de la literatura oral indígena, centrado en los pueblos Tikuna y Uitoto. A través de mitos y ritos de iniciación, revela cómo la palabra sagrada se transformó en archivo frente a la colonización.

Array

9 de octubre de 2025
Este 12 de octubre, la agrupación inglesa, pilar del grindcore y death metal, se presenta en el festival Altavoz, 28 años después de ese concierto cancelado de 1997. Su regreso cierra una herida abierta en la audiencia del metal extremo en Medellín.

Array

8 de octubre de 2025
Las falsas etimologías que pululan en redes sociales revelan las ansiedades de la intelectualidad y la cultura colombianas por inventar formas innovadoras de nuestra identidad, que terminan reflejando nuestros complejos más comunes.