Orígenes
La gente africana traída al hoy departamento de Chocó provenía principalmente de las áreas de Costa de Oro, Ghana, y de la región Bantú, hoy Congo y Angola. Costa de Oro fue la primera gran productora de oro. En Colombia, sus habitantes son conocidos con el apellido Mina, correspondientes a los grupos étnicos Fanti, Ashanti y Ewe, quienes en África fueron activos trabajadores y comerciantes del oro hacia Sudán occidental, antes de la esclavización.
Según el historiador Djibril Tamsir Niane, en el siglo X, el rey de Ghana, Ibn Batuta, era el soberano «más rico de todos los reyes de la tierra […], [poseía] grandes bienes y reservas de oro que [extrajo] desde los tiempos antiguos en beneficio de los reyes precedentes y de él mismo». El oro de Ghana, sin que se conozca la fecha precisa del inicio de su explotación, rápidamente revolucionó el comercio y la sociedad Akan. En los siglos XIII y XIV muchos comerciantes se establecieron en esa región debido a los descubrimientos de ricos yacimientos auríferos. Las noticias de sus riquezas atrajeron a los mandingas y los songhays, quienes a través de las ciudades Hausa comercializaron el oro de Ghana con los árabes, gracias a las caravanas que cruzaban el desierto del Sahara.
En la actualidad se ha establecido que en varios de los yacimientos auríferos conocidos de Galam, Bure y Bambouk (actuales Repúblicas de Costa de Marfil, Ghana y Nigeria) el oro de las regiones forestales alimentaba el comercio del norte en esa época. En la zona donde está la actual ciudad de Elmina, en Ghana, el descubrimiento del oro fue la causa de su ocupación por parte de los portugueses, quienes construyeron el fuerte de San Jorge de la Mina en 1482. El rey Juan II de Portugal encontró allí una fuente de oro que pensaba explotar él solo.
Los Mina conocían todo lo relacionado con la minería aurífera y por esta razón fueron apetecidos por los esclavizadores de la provincia de Nóvita durante el segundo ciclo del oro, que cubrió casi todo el siglo XVIII, cuando la producción aurífera de las provincias de Chocó revitalizó la economía de la Nueva Granada. Al estudiar la población minera de esta provincia, encontramos al menos una persona perteneciente a alguna de las etnias Fanti, Ashanti o Ewe en once de las doce minas auríferas estudiadas, y en el caso particular de la mina El Playón encontramos cuarenta individuos de aquellas etnias.
La apertura de una nueva frontera aurífera
A partir de la segunda mitad del siglo XVII declina el proceso de «pacificación» de los indígenas que habitaban el territorio chocoano. Tras ello se hace perceptible la presencia de africanos o sus descendientes, toda vez que esclavizadores del Gran Cauca empiezan a disputarse los recién descubiertos lavaderos de oro a través del ofrecimiento y la disponibilidad para enviar sus esclavizados. Esta afluencia fue lenta y progresiva, no se trató de un masivo e inmediato poblamiento de la frontera minera que se consolidaba.
Aquellos primeros esclavizados en su mayoría no eran bozales [se ha llamado así a quienes, a pesar de haber sido sometidos en África y transportados a América, conservaban intactas sus costumbres culturales, haciendo énfasis en el fenómeno lingüístico. Un bozal no hablaba las lenguas coloniales. En nuestro caso: el castellano]. No habían nacido en África y habían perdido en parte el contacto cultural con los territorios de donde provenían sus antepasados. Durante la primera mitad del siglo XVIII se consolida la presencia y la supremacía poblacional de la gente negra en la provincia de Nóvita, al igual que ocurre en la de Citará, en calidad de esclavizados.
Para el año 1711, catorce propietarios payaneses, muchos de ellos ausentistas, poseían un poco menos de la mitad de los esclavos (356 de 821. Es decir, el 43,4 %) que trabajaban en Chocó, en concurrencia con otros propietarios procedentes de Cali, Cartago, Buga, Toro, Bogotá y residentes permanentes en la provincia. Según el historiador colombiano Germán Colmenares, entre estos propietarios payaneses se destacaban dos familias: la de los Mosquera y la de los Arboleda, que poseían cerca de la cuarta parte del total de los esclavos. El poblamiento de las provincias de Nóvita y Citará, con gente africana esclavizada, era irreversible y aumentaba en la medida que las riquezas auríferas brotaban del interior de la tierra gracias al laboreo de esa mano de obra. En la Real Cédula de 1789 sobre educación, trato y ocupaciones de los esclavizados, se ordenaba que los trabajos debían ir «de sol a sol»: comenzaban con el alba y terminaban cuando el sol se ocultaba. El oro extraído de las provincias de Nóvita y Citará provocó la recuperación aurífera neogranadina tras un periodo de crisis por el agotamiento de la producción en otras regiones mineras, como el nordeste antioqueño. Otros historiadores, como Óscar Almario García, en su libro El Chocó en el siglo XIX: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual, llama a este período el «segundo ciclo del oro», y sostiene que «se configuraron reales de minas más estables con introducción de esclavos y una frontera minera con una economía de enclave basada en esclavos importados. Este nuevo ciclo minero se inició en 1680 y culminaría alrededor de 1800, siendo el periodo 1680-1730 el de mayor productividad, como lo indican los estudios de historia económica colonial».
La región aurífera
Nóvita y Citará constituyeron una de las últimas fronteras del territorio neogranadino en donde el mito de El Dorado resurgió atrayendo a sus buscadores, quienes llegaron desde diferentes latitudes, especialmente de Popayán, Cali, Bogotá, Buga y Cartago, entre otros lugares. Los primeros en llegar hicieron un claro en medio de la enmarañada selva y levantaron una ciudad que, a comienzos del siglo XVIII, pasó a ser capital de una provincia desde cuyo suelo, arroyos y quebradas el oro brotaba en abundancia con el trabajo de esclavizados.
San Jerónimo de Nóvita rápidamente se convirtió en el Potosí del oro de la gobernación de Popayán y del virreinato del Nuevo Reino de Granada. Historiadores como Orián Jiménez Meneses la han denominado «la provincia dorada» o «el país del oro».
El renombre que alcanzaba la provincia de Nóvita, y su capital San Jerónimo de Nóvita, implicó tanta confusión y embriaguez mental que no faltaron quienes le concedieran el título de ciudad. En el libro Voces geográficas del Chocó en la historia y en la toponimia americana, el ensayista Rogerio Velásquez recoge la siguiente descripción de la época: «Nóvita: ciudad bastante grande y muy afamada por la abundancia de sus minas de oro. Sus riquezas atraen gran número de mercaderes. Todo allí es extremadamente caro: el pan se vende a cuatro reales libra, la carne a cinco reales, una botella de vino cuesta de ocho a diez francos». La fama de su oro y de sus riquezas despertaba el constante interés de mercaderes quienes satisfacían la demanda de variadas mercancías para los esclavizadores. El oro era tan abundante que conllevó a una gran carestía, pero nada importaba porque era con oro que se pagaba, y este aparecía como si nunca se fuera a acabar.
En ese mismo libro, Velásquez asegura que cuando el general Joaquín Acosta conoció sobre las riquezas de aquel pueblo con fama de ciudad, dijo que «Nóvita es la capital de la Provincia de su nombre, la cual contiene pueblos de indios de poca importancia, y veinticuatro minas que pertenecen a varios sujetos de Popayán y Santa Fe y unas pocas personas de este lugar. Estas minas están trabajadas por negros y producen mucho oro de buena calidad, pero dan poca utilidad, con motivo de la carestía de los víveres con que se mantienen los trabajadores».
Llegaron las multinacionales
La historia de las provincias de Chocó y de sus habitantes, particularmente en el caso de Nóvita, es la historia del oro que comienza desde el occidente africano, se continúa en este territorio durante la época colonial o esclavización, y atraviesa toda la vida republicana hasta la actualidad. Si durante la esclavización el oro de Chocó atrajo los esclavizadores de varias regiones del territorio nacional, a finales del siglo XIX motiva a los inversionistas extranjeros, particularmente ingleses y norteamericanos.
En 1889, un norteamericano llamado Henry Granger visitó las regiones de los ríos Atrato y San Juan con el fin de adelantar exploraciones para determinar la factibilidad de explotación de metales preciosos utilizando dragas. Granger logró interesar a los hermanos Lewisohn, importantes comerciantes de cobre, para formar la Company Pacific Metals con la cual iniciaron labores en la región. Entre 1911 y 1912, The Anglo Colombian, una compañía inglesa, adquirió unos títulos mineros cerca a la cabecera municipal de Condoto. En 1915 importó desde Inglaterra una draga para iniciar labores. Pronto surgieron demandas entre ambas compañías alegando una y otra la invasión en sus terrenos. Al final llegaron a un acuerdo y organizaron la South American Gold & Platinum Company (SAGAP), de la cual fue filial la compañía minera Chocó-Pacífico, que inició labores en 1916. A partir de entonces la SAGAP, a través de la Chocó-Pacífico, inició la importación de poderosas dragas para la explotación del oro y el platino en la región del San Juan, estableciendo un campamento en Andagoya como sede de sus operaciones. En 1920 importó la segunda draga, una tercera en 1923 y una cuarta en 1931. La Chocó-Pacífico operó en la región del San Juan hasta mediados de 1970, cuando a través de un proceso de colombianización pasó a ser propiedad de Mineros de Antioquia, posteriormente del Sindicato de Trabajadores, hasta su desaparición a comienzos de la década de 1980.
En el departamento del Chocó, en especial en la cuenca o región del río San Juan, se dio una invasión de minería mecanizada a través del sistema de retroexcavadoras, dragas y draguetas, principalmente de mineros provenientes de la región de Antioquia (El Bagre, Zaragoza y Remedios, entre otros municipios); y de extranjeros, particularmente de Brasil, quienes de manera ilegal han explotado el oro y el platino causando un daño irreversible en el medioambiente; pero, además, permitiendo que afloren los conflictos armados entre actores que se disputan el territorio y el control del saqueo del preciado metal.
La fama de su oro y de sus riquezas despertaba el constante interés de mercaderes que satisfacían la demanda de los esclavizadores. El oro era tan abundante que llevó a una gran carestía, pero nada importaba porque era con oro que se pagaba, y este aparecía como si nunca se fuera a acabar.
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