GACETA: El hallazgo de yacimientos de oro atrae generalmente a grupos armados que combaten por estos territorios. ¿Qué dinámicas culturales se transforman o generan con su llegada?
JMcD: Realmente se trata de dinero, de nada más. El oro vale actualmente más de 75 dólares el gramo, mientras en 2018 apenas superaba los 38 dólares. Un kilo de oro vale casi 75.000 dólares, mientras que un kilo de cocaína vale menos de 2.000. Para los criminales es doblemente atractivo porque con el oro es menos probable que termines en la cárcel.
En muchas de las zonas donde se extrae oro existe desde hace tiempo una tradición de minería artesanal. Los ejércitos ilegales toman el relevo y utilizan esa tradición para limpiar el oro y permitir su venta internacional. Esto es importante cuando hablamos de las mafias del oro, porque limpiando o justificando el origen del oro es como se justifica una actividad criminal.
Esto da cuenta de la relación entre la minería ilegal y las economías ilícitas. ¿Cómo se relaciona el oro con el narcotráfico?
Esto ha sido así desde que los cultivos de coca se arraigaron en Colombia en la década de los noventa. Hay yacimientos de oro en muchas de las zonas donde se cultiva coca y los mineros artesanales suelen trabajar también como raspachines. En estas zonas siempre ha habido una relación estrecha entre las dos actividades porque las cosechas de coca son entre cada tres y cada seis meses, es decir, no es un trabajo continuo; y cuando no se trabaja como raspachín se puede ir a trabajar como minero artesanal.
En muchos de los lugares donde se da la explotación de economías ilícitas, como la producción de cocaína y la extracción ilegal del oro, se paga con apartes de dicha producción: extractos de pasta de coca o castellanos de oro. ¿Qué significa para una población recibir unos rendimientos que no hacen parte de un sistema legal de circulación? Es decir, ¿qué significa para una población no recibir dinero?
Quienes han viajado a zonas remotas del país lo han visto. Su uso simplemente refuerza la economía ilegal y a quienes la gestionan. Demuestra la cruda realidad de que el Estado es tan débil en estas zonas que ni siquiera puede proporcionar divisas, por no hablar de seguridad.
¿Pero qué significa eso en términos de la vida cotidiana?
Yo puedo hablar un poco de mi experiencia, para no caer en una generalización. Por ejemplo, en Vichada, después de comprar un almuerzo, me entregaron el cambio en coca. En ese pueblo, un poco más grande que una vereda, había solo una ley: la de las disidencias de las FARC. El Estado simplemente no está presente. Eso da legitimidad a los grupos ilegales, que se presentan como los protectores de estas comunidades. En muchos casos la coca o el oro, o los dos, son los únicos ingresos para las comunidades, lo que crea una relación simbiótica entre la comunidad y el actor ilegal.
¿Cuáles son esos actores y cuál es su papel en el desarrollo de una cultura de explotación a gran escala?
Hay dos tipos de actores ilegales implicados en el comercio de oro en Colombia. El primero tiene presencia territorial, y aquí hablamos del ELN, de las disidencias de las FARC y del Clan del Golfo. Ellos controlan gran parte de la extracción de oro. Luego están las mafias mineras que recogen ese oro, justifican su origen con documentación falsa y lo introducen en el mercado legal e internacional del oro.
¿Y qué papel juegan las grandes empresas mineras?
Primero vale la pena distinguir entre los dos tipos de minería que hay en Colombia. Uno es aluvial, que está realmente dominado por actores ilegales. No necesita ingenieros sofisticados. Se puede hacer con retroexcavadoras y con dragas. Mientras en Buriticá, por ejemplo, donde hay una montaña de oro, sí se necesita de la tecnificación, sofisticación y experiencia que no tienen los grupos ilegales. Existe una diferencia marcada entre estos dos tipos de minería. Dicho esto, hay algunos títulos de oro subterráneo donde realmente no hay una gran extracción de oro. Estas minas se están usando para limpiar el oro extraído ilegalmente. También es una manera de lavar dinero.
En mayo de 2024, InSight Crime publicó un informe sobre los «dragones» de Chocó: unas «máquinas parecidas a un barco; una quimera que mezcla a una excavadora, una balsa y una cabaña de madera construida sobre pilotes» que extraen el oro arrancando enormes pedazos de selva. Además de desarrollar una economía ilegal, ¿cuál es la relación entre las economías del oro y los crecientes crímenes medioambientales? ¿Cómo afecta esto las dinámicas de minería artesanal en los territorios?
El uso de dragas es sencillamente devastador para el medioambiente en todos los sentidos. Una vez que las dragas han pasado, la minería artesanal que ha sostenido a pequeños mineros durante generaciones desaparece para siempre. No hay otra palabra: es devastador.
En 2016 el presidente de la Asociación Colombiana de Minería, Santiago Ángel Urdinola, afirmó que el 88 % del oro que produce Colombia proviene de minería ilegal. ¿Qué dice esta cifra de la capacidad del Estado para proteger a la minería artesanal?
Queda mucho por hacer para vigilar adecuadamente la industria del oro, pero hay precedentes internacionales que pueden marcar un camino, como los «diamantes de sangre» en África. Una serie de países africanos y la comunidad internacional pusieron controles sobre diamantes que fueron, como el oro en Colombia, combustible de violencia, guerra y caos político. En Colombia es necesaria una mayor regulación y supervisión de la industria del oro, pero hay poca voluntad política: nadie quiere interponerse en el camino de una de las pocas fuentes de ingresos en las zonas más remotas del país. El oro mantiene a comunidades enteras. Y, como hemos visto con el narcotráfico, el oro, el oro ilegal, es como la coca. Cuando uno pone un obstáculo, los traficantes encuentran una manera de circunvalar ese obstáculo. En Colombia, en este momento, no veo la capacidad ni la voluntad para realmente poner el ojo sobre el origen del oro. No hay seguridad en el campo para prevenir la extracción ilegal de oro. Hasta que realmente no podamos prevenir el uso de retroexcavadoras y dragas, solo vale la pena concentrarnos en el monitoreo de la industria legal.
¿La gigantesca cantidad de minería ilegal representa también un reto para la tributación del oro?
La extracción es ilegal, pero el interés de las mafias es que puedan legalizar el oro dentro del país para exportarlo legalmente. Hay impuestos pagados sobre un porcentaje que se exporta después de ser limpiado, es lo mismo que con la plata del narcotráfico que regresa al país. Ellos quieren pagar impuestos sobre eso solo porque se puede justificar todo el gasto.
Cuando hablamos de extracción ilegal nos referimos a oro que es sacado sin títulos, sin permisos, lo que implica también un sistema laboral en el que un minero es un trabajador sin rostro. Si mañana alguien compra un gigantesco arete de oro en Ginebra o unos grillz en Los Ángeles y resulta que ese oro es colombiano, es poco probable que se pueda rastrear hasta su origen. ¿Cómo los mecanismos de trazabilidad pueden ayudar a transformar las economías del oro?
Aunque gran parte del oro sea extraído ilegalmente por actores ilegales, es limpiado o lavado por mafias que utilizan títulos falsos o títulos reales en minas que casi no producen oro. En regiones como Chocó y demás geografías con minería artesanal, fichan a cientos de artesanos y utilizan su permiso como mineros artesanales para legalizar el oro extraído ilegalmente. Luego lo funden en ciudades como Medellín y lo exportan legalmente.
Entonces, ¿cómo queda la trazabilidad? Es decir, de cara al mercado internacional del oro, ¿existe?
Uno tiene que atacar esta industria ilegal en todos los puntos: desde el terreno de los actores ilegales, pasando por los brokers o intermediarios que compran el oro ilegal y lo justifican con documentación falsa, quienes llevan el oro hacia el sitio donde lo funden, los que aceptan el oro fingiendo que es legal, hasta quienes exportan este mismo oro al mercado internacional. Si no se atacan todos los eslabones en la cadena estamos condenados a fracasar.
Es cada vez más compleja la posición del minero artesanal. Por un lado, pareciera que el estilo de vida de la minería artesanal o de los mineros artesanales está en peligro; pero, por el otro, con esta información sobre cómo se lava el oro ilícito a través de los títulos de minería artesanal, se fortalece su posición. ¿Qué es lo que está en juego frente a la minería artesanal?
Esta explotación ilegal ya acabó con la minería artesanal en muchos lugares. Cuando pasa una draga o una retroexcavadora, desaparecen los depósitos y los yacimientos. En estos sitios frecuentemente se les ofrece a los mineros artesanales locales la oportunidad de buscar dentro del lodo procesado pedacitos de oro que son de pequeña escala y no valen la pena. Entonces uno ve a los mineros artesanales entre el lodo intentando buscar el oro que las mafias han rechazado.
Al igual que el narcotráfico, el comercio ilegal de oro alimenta la cultura del dinero fácil, hace que la gente solo piense en el presente y vincula el estatus de una persona a la vulgar exhibición de riqueza, luciendo cadenas de oro, ropa de diseño y conduciendo carros de lujo. Es algo que hemos visto mucho con el narcotráfico. Y en las zonas de oro hay una cultura paralela muy parecida.
Los actores ilegales llegan a una comunidad con una tradición de minería artesanal y dicen: «Vamos a pagarles plata para minar el suelo». Y la comunidad dice: «Bueno, mejor plata en mano…». Si bien estas comunidades viven con muy poco, hay algo que las ha sostenido por mucho tiempo. Es parte de esta cultura: algo en la mano vale mil veces más que algo en la tierra.
Es muy desolador el futuro de la minería artesanal…
Hay dos aspectos, tres tal vez, que destruyen el tejido de estas comunidades. El primero es un asunto de salud. Cuando las fuentes de agua están contaminadas por el mercurio, su comida también lo está. El segundo es su futuro: ahora está en riesgo porque no hay yacimientos para el futuro y ellos están viviendo bajo la ley que imponen los ilegales. Y tercero, transversal a todo esto, la cultura mafiosa destruye las raíces y la convivencia de estas comunidades.
Si tú pasas por una zona donde había minería, parece un mundo postapocalíptico. Es horrible, es como la Luna. La selva necesita décadas para reclamar de vuelta esta tierra.
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