Los torrentes ruidosos de mensajes, videos, reels y audios nos han entrenado para que juzguemos antes de detenernos a analizar y discernir. De la misma forma que entrenamos a la inteligencia artificial, así formamos nuestras ideas y opiniones en estos tiempos líquidos carentes de reflexión.
Circula en redes un video de cinco jóvenes vestidos de soldados siendo capturados, presuntamente por la «utilización ilegal de uniformes e insignias»; una periodista indígena denuncia la arbitrariedad de su captura por parte de la Policía y explica que se trata de jóvenes trabajando de extras en el rodaje de un corto; una congresista reacciona: «Descarados. Nos creen idiotas». Es decir que ante una denuncia compleja en una zona periférica del sur de Colombia, una congresista responde con una insinuación muy cercana de que «esos muchachos no estarían recogiendo café».
En el municipio de Santiago, Putumayo, entre los días 7 y 10 de agosto de 2025, se rodó el cortometraje Carmenza, bajo la dirección de Sebastián Galvis y la producción de Lady Vásquez, realizadora del pueblo Pasto. El domingo 10 era el último día de rodaje. La producción —compuesta por un 90 % de equipo técnico, la totalidad de los personajes principales y el 50 % de los extras indígenas— estaba rodando una escena que representa una imagen típicamente colombiana: la visita de domingo a los soldados que están prestando el servicio militar. Según explican los responsables del proyecto, la escena se estaba filmando en una institución educativa y el equipo contaba con el permiso del colegio y de la alcaldía, además de un contrato firmado con el proveedor del vestuario para los extras que hacían de soldados, especialista en prestar este servicio para producciones cinematográficas.
Según el comunicado de la casa productora, la Policía ingresó al colegio, detuvo a los cinco extras vestidos de soldados durante a una noche y los presentó ante la fiscalía; ellos tuvieron una audiencia ante un juez de garantías y fueron liberados, pero el proceso sigue abierto. Estos cinco jóvenes, según la producción, estaban trabajando como extras, un domingo de agosto, en el último día de rodaje.
Invito a las personas que creen que en Colombia no es posible que se ruede un corto de ficción en un municipio como Santiago, en el departamento de Putumayo, un día domingo, a que revisen el catálogo de prejuicios con los se asoman al mundo real y virtual, que cuestionen los estereotipos con los que suelen construir su realidad y, así, sus discursos de odio. Las escenas de los jóvenes indígenas dedicados al cine son las que verdaderamente construyen el camino hacia la paz.
En Colombia, la política pública de fomento al cine colombiano ha dado grandes frutos. Uno de ellos es que, a través de los recursos del Fondo para Desarrollo Cinematográfico (FDC), al que aportan los mismos agentes del sector, se han logrado desarrollar estrategias para descentralizar la formación y la producción de cine en muchísimos lugares del país. Iniciativas como Relatos Regionales, del FDC, buscan otorgar recursos para que se produzcan cortometrajes en todos los departamentos y distritos donde hay consejos territoriales de cine.
Uno de estos es el departamento de Putumayo. Ese fue el estímulo que se ganaron Sebastián Galvis y Lady Vásquez para hacer Carmenza.
La descentralización de la creación audiovisual va más allá de esta línea: Imaginando Nuestra Imagen (INI) es una propuesta de formación liderada por el Ministerio de las Culturas que ya tiene treinta años y ha permitido que cientos de comunidades cuenten sus propias historias, que aprendan haciendo.
En este momento se está haciendo cine en toda Colombia. Ahora mismo, en diversos paisajes, plazas, casas, ciudades, ríos y montañas, se están rodando películas, cortos, documentales, historias de ficción y proyectos experimentales. Son múltiples las cámaras que se están obturando: esos disparos son los que necesitamos.
A nuestra sociedad todavía le falta comprender que ya no son tiempos de etiquetar como bandidos a los jóvenes que viven en las zonas rurales, que buscan construir su propio proyecto y que encuentran en las artes y las culturas un gran escenario para vivir felices; que estos jóvenes pueden hacer cine, interpretar oficios distintos, creativos, artísticos, de emprendimiento. Le falta comprender que la cultura es un camino de transformación de los prejuicios, estereotipos y discursos de odio que nos han separado.
A los jóvenes de Santiago, Putumayo, que fueron detenidos les quiero decir que lo lamento profundamente. Nadie debería someterse a una circunstancia tan estresante e incierta. Seguimos trabajando para que las cosas sean mejores, para superar el miedo, para que la cultura sea una plataforma de paz.
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