ETAPA 3 | Televisión

Jorge Gaitán Durán: la última fábula de la casa

12 de febrero de 2025 - 4:50 pm
101 años después del nacimiento de Jorge Gaitán Durán (1924-1962), republicamos el prólogo de Pedro Gómez Valderrama, publicado originalmente en 1975, en el primer número de GACETA, a las obras completas del poeta y crítico pamplonés, fundador de la revista Mito y una de los voces literarias más influyentes de su generación.
Jorge Gaitán Durán nació en Pamplona, Norte de Santander, el 12 de febrero de 1924.
Jorge Gaitán Durán nació en Pamplona, Norte de Santander, el 12 de febrero de 1924.

Jorge Gaitán Durán: la última fábula de la casa

12 de febrero de 2025
101 años después del nacimiento de Jorge Gaitán Durán (1924-1962), republicamos el prólogo de Pedro Gómez Valderrama, publicado originalmente en 1975, en el primer número de GACETA, a las obras completas del poeta y crítico pamplonés, fundador de la revista Mito y una de los voces literarias más influyentes de su generación.

I

Recuerdo su llegada nocturna a mi departamento en Londres, en el oscuro invierno de 1953, enfundado en un negro y bizarro buzo de alto cuello, protegido por un negro paleto. Venía de su vida en París, de viajar a la URSS y China, de llenarse del mundo que iba depositando en las hojas diminutas de carnet que eran el germen de su Diario. En los días en que recorrimos las calles de Londres, muchas veces acompañados de Mario Latorre, o de César Simmonds, la amistad ceremoniosa de los años anteriores se transformó en una seria compañía, que llegó hasta el final.

El invierno en Londres, la neblina amarillenta que nos envolvía, hacían a veces un tanto irreales las excursiones misteriosas por el East End, el mundo de los docks, las calles prohibidas de Limehouse, los restaurantes chinos con fumadero de opio al fondo, las parejas asépticas de azules policías desarmados.

La neblina parecía entrarse al ambiente brumoso de los «pubs», donde en el diálogo interminable indagábamos los secretos de las literaturas, las miserias de las retóricas, hablábamos de las ciudades del mundo, aplicábamos a la vida los correctivos memorables de la lección de los maestros. De las conversaciones, de la identificación de los mandamientos secretos, surgía la imagen que conservé siempre de su inteligencia: la serena valoración de sí mismo y del mundo que lo limitaba, el sentido estético justo y la generosidad hacia aquellos que había evaluado.

Un día en que caían breves copos de nieve, con todo ese peso extraño del sábado inglés, le llevábamos Mario Latorre y yo a visitar la tumba de Karl Marx en el cementerio de Highgate, todavía la antigua tumba humilde, no el pomposo mausoleo que después se levantó allí mismo; en tardes opacas recorríamos, muchas veces, las salas del Museo Británico, como para cumplir la cita de Enoch Soames; o pasábamos entre las glorias de la National Gallery, para oír dubitativamente el carillón de San Martín de los Campos. Jorge desaparecía un día, otro, y regresaba con la noticia de su portentosa visita a Stratford-on-Avon, o a Oxford, o con el boletín de un azaroso encuentro nocturno.

Ya entonces él pensaba regresar a Colombia, en un proyecto de viaje que se evadía, que resultaba en cancelaciones de última hora, en el aplazamiento del vuelo: «No sé si se haya advertido el simbolismo del avión», dijo en el Diario. «Volamos, nos hemos desprendido de nuestra condición terrestre y ascendemos en busca de una condición a la vez nueva y antiquísima como el chamán sube al cielo montado en su tamborín para restaurar la comunicación original —luego olvidada— entre el hombre y los dioses». Desde antes, desde siempre, una tensión íntima nacía en el momento en que debía enfrentarse al avión en espera.

II

Mito, la revista cuya fundación tenía Jorge acordada con Hernando Valencia cuando llegó a Londres, estaba destinada a ser reflejo de su espíritu libre, abierto, imposible de plegar a las normas establecidas del ritual hurgues; no podía crearse una alianza más eficaz que la de ellos dos, para hacer una revista de tanta significación, para crear un sistema de decantación literaria, de coexistencia espiritual, de examen implacable y de descubrimiento.

La importancia de Mito en Colombia y en América Latína estuvo, entre otros factores conocidos, en la apertura de la expresión, en la luz que dio a muchos textos que a su vez hicieron posible lo que vino después, y en la creación de un modelo diferente en la teoría de las revistas literarias. Aquí y allá, otras la siguieron después.

Fué creada en el azar, en el interrogante permanente de la aparición del número siguiente: cuando en su primer número apareció el «Diálogo entre un Cura y un Moribundo», del Marqués de Sade, traducido por Gaitán Duran, y con un ensayo sobre el autor, (en ese entonces Sade no circulaba en español, salvo, acaso, mutiladas ediciones clandestinas), muchos pensaron en la inmediata defunción de la revista. La situación política del momento (1955), la orientación del gobierno «de Cristo y de Bolívar», no permitía esperar mucho en materia de libertades. Se superó, no obstante, el primer riesgo, y el bautismo de fuego de la revista en su primer número fue su paradojal consolidación. Otros ataques desde sectores circunscritos de la prensa, producto de la reacción sospechosa de estructuras mandarinescas conturbadas.

La preocupación del rígido mantenimiento de una calidad alta, la decisión de publicar textos riesgosos si su valor intelectual lo justificaba, le dieron una fisonomía especial a la publicación. La revista se parecía, indudablemente, a él. Para nuestra generación fue un instrumento muy considerable, y a ella concurrieron no solamente los nuestros, sino los que nos antecedían y los que nos siguieron.

Vino Eduardo Cote Lamus, colmado de poesía, saturado de fervor alemán. De su presencia en la revista, como de su vida literaria y de su vigorosa calidad de hombre, hay mucho qué decir. Lleno de entusiasmo, iluminado, viviendo su doble vida de poeta y de político, pero desesperadamente poeta, y con el mismo sino trágico y hermoso de la vida breve, fue él quien tuvo el coraje inverosímil de decir el adiós definitivo a Jorge, para que con los corazones atribulados por la segunda tragedia nos reuniésemos pocos años después a despedirlo también.

Esta fue Mito: una parábola maravillosa de inteligencia, de decisión, un campo abierto que nunca después ha quedado desierto. Liberación de la expresión, salto hacia adelante, enfoque nuevo de las cosas, actitud vigilante sobre la vida nacional, todo lo que le dió un prestigio de honestidad y de beligerancia.

Las formas y las dudas que hasta entonces permanecían soterradas y ocultas como vicios solitarios, al plantearse cambiaron fundamentalmente la vida literaria colombiana. Alguna vez me dijo Gabriel García Márquez: «En Mito comenzaron las cosas»; y le oí recordar cómo Jorge, el día anterior al éxodo hacia México, logró salvar del fuego el maravilloso «Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo», descartado de La Hojarasca por su autor. 

Gustavo Vasco, en una hermosa conferencia que hizo en Panamá sobre la vida de Gaitán Durán, rememoró cosas que luego se han desvanecido en el tiempo, y que hoy es oportuno recordar de nuevo. Entre ellas, fundamentalmente dos: la iniciación de Jorge como crítico de pintura en la Revista de las Indias, y su crítica de cine. Son temas que deberán recogerse en volumen especial, así como los comentarios políticos de su columna periodística de El Espectador. En sus obras literarias que hoy se publican, se recogen muestras de esos aspectos de su inteligencia; y de su corazón, digámoslo: la política fue en Jorge Gaitán Durán un impulso generoso que se transparenta en las lúcidas páginas de La Revolución Invisible y en los textos del Diario. Como se tradujo, en su momento, en Mito, que jamás estuvo ausente de la realidad de Colombia, de los problemas de su desarrollo, de su superación, y que siempre en los momentos de definición, la tuvo dentro de la actitud liberal de generosidad estricta que le imprimieron sus fundadores.

III

En la revisión de los originales de sus obras, me ha inquietado la idea de estar haciendo algo que él posiblemente no habría aprobado. Su rigor autocrítico, su severidad literaria, habrían castigado muchos de sus primeros poemas, para reducirlos a la expresión directa y sobria de Si mañana despierto. Castigo perfeccionista que habría sido injusto, y del cual he tenido la fruición de abstenerme, porque considero que lo hermoso en las obras humanas está, precisamente, en que ellas reflejen el ascenso del espíritu, su depuración, la flecha en el azul. 

Otro tanto ocurría con su prosa, la de su Diario o la de sus ensayos: poda, limpieza permanente y extremada, inflexible revisión del pasado, obra en movimiento. Al ver los originales ya ordenados cronológicamente, al releer en panorama conjunto su obra, pienso que en ella se refleja, de manera feliz, el esfuerzo artístico de un escritor de excepción, de un poeta válido, hasta culminar en la serenidad tormentosa de su último libro. El solitario camino en busca de la poesía, desde la joven incertidumbre de Insistencia en la Tristeza, asciende la espiral gravosa hasta la madurez del escritor. 

Cuando apenas habían transcurrido dos años desde el fatal accidente dije estas palabras en su ciudad natal: «Todos tenemos la conciencia de cuánto le quedó debiendo la vida. Presentimos lo que hubiera podido realizar en años más. Pero a pesar de la injusta muerte, su línea vital no quedó trunca. Su obra limpia y vigorosa tiene un impulso tan poderoso que justifica ese presentimiento de la muerte que se estremece a través de su poesía, y con el cual arguyen y combaten todas las líneas de su prosa. Su desaparición es una culminación dolorosa, y encierra una clave inexplicable, un mensaje cifrado, porque es esa alianza, siempre inconcebible y fatal, de la muerte con la juventud».

Al vernos frente a este libro, al recorrer su peregrinaje hasta el vacío final, sentimos la obra sólida, fuerte y hermosa, de propósitos estéticos y humanos definidos, que doblega a la vida con una poesía en tensión. 

En sus últimos años le persiguió la idea de la crisis del poema; reunió en Si mañana despierto dos modalidades de su obra, que tienen profundas relaciones, unas evidentes, otras secretas: los fragmentos del Diario, y la última poesía. Su concepción derivaba a la multiplicidad de formas de expresión poética. Es el caso del libreto de la ópera Los Hampones; es el caso del Diario. Gaitán Durán era fundamentalmente un poeta, con el don especial de proyectar su poesía sobre los demás aspectos de una actividad literaria múltiple. 

IV 

Por ello, al hablar del poeta no me refiero solamente a su obra en verso; tengo qué aludir también al Diario, a sus cuentos, a todo su trabajo de creación. 

«Una pasión reflexiva le confiere el don de la valentía», dice Juan Gustavo Cobo al hablar de la poesía de Gaitán. «Nunca antes la poesía colombiana se había expresado así. De igual modo, conserva intacto el reiterado milagro de un lenguaje hermoso y justo. Es una poesía erguida, desafiante en su búsqueda, como si un ademán de necesaria arrogancia la llevase a conquistarse a sí misma en un doble movimiento a la vez exaltado y agónico. Si bien en ocasiones medita también, y primordialmente, canta».

La amplitud de temas de su obra poética, las propensiones espirituales múltiples, quedan allí registradas, para hacer surgir los elementos cardinales de su poética, los soles y los mundos del sexo, la solidaridad humana, las tensiones inagotables de la vida. Femando Charry Lara señala con justicia las virtudes de esas vertientes originales de la poesía de Gaitán Durán. Charry señala que Gaitán «desechó la idea de que pudiese existir una calidad intelectual independientemente de la calidad humana». Y recuerda estas palabras del propio Gaitán: «Todo edificio estético descansa sobre un proyecto ético. Las fallas en la conducta vital corrompen las posibilidades de la conducta creativa». 

Y evidentemente la línea ascendente de la poesía de Jorge es la confirmación de su línea humana, exploradora de Prometeo, sabía de Novalis, ardiente de Quevedo. Su desnudez, su severidad brillan a pleno día como los soles mágicos de sus poemas. Rebelde siempre, a veces recibe en la frente el aletazo del fatalismo: 

«… no somos más que máscaras,
máscaras que el Destino
dirige como quiere». 

Pensemos un poco, a pesar de que entrar en esa región nos sobrecoge, en la actitud ante la muerte. La de su poesía no era la actitud poética (a veces española), del requiebro a la muerte, no era la imagen del poema de Antonio Machado. Era la seria actitud de quien, dominado por el presentimiento, acosado por la fatalidad del destino, habla familiarmente con la visitante, sin querer que ella le conduzca. «Nunca será romántica la muerte, por más que nos esforcemos». 

Sin duda el libro en que es más clara la presentación de la muerte es Si mañana despierto. La muerte, o el viaje. Días después de su muerte, Nouvelles Littéraires de París relataba la frase que dijo a un amigo francés que le acompañó para despedirlo: «Conoce usted el proverbio persa: si quieres que te estimen, muere o viaja».

El viaje y la muerte se hermanan. En su espíritu se confundían casi, el viaje era como una solución, la búsqueda de otro camino, el comienzo de una nueva peregrinación. El viaje adquiere casi un carácter ancestral de exorcismo, de rito religioso de purificación. Es el viaje del peregrino, la búsqueda del camino de Santiago. El viaje, la ausencia, purifican, exorcizan la muerte semejándola. Es una muerte para renacer. Cuando en Ibiza escribe las páginas del Diario en las que el color le da una dimensión ebria a la poesía que está creando, practica siempre el rito de la dualidad misteriosa, escogiendo el viaje antes que la muerte, y seguramente por eso la muerte le halló, finalmente, saliéndole al paso en el viaje del regreso. 

El poema profético (hay quien llamaba al presentimiento «recuerdo al revés, viceversa saudoso de la saudade») «El Regreso», leído hoy, contiene tal cúmulo de intuiciones, de videncias, que es estremecedor: 

«El regreso para morir es grande.
(Lo dijo con su aventura el rey de Ítaca).

Mas amo el sol de mi patria,

El venado rojo que corre por los cerros,
Y las nobles voces de la tarde que fueron
Mi familia. 

Mejor morir sin que nadie
Lamente glorias matinales, lejos
del verano querido donde conocí dioses.
Todo para que mi imagen pasada
Sea la última fábula de la casa». 

VI 

Al escribir las líneas de este prólogo, debo confesar que no puedo separar de ellas mi condición de amigo, ni asumir la fría actitud del prologuista que acumula conceptos. Como el recuerdo de Jorge, sus obras son para nosotros parte de nuestra propia vida; las vivimos paso a paso, celebramos o deploramos sus acontecimientos, porque muchas líneas toman para nosotros figura viva, en otras oímos resonancias de la voz del poeta, sentimos que en nuestra sonrisa asoma algo de la risa irónica de él. En determinados momentos, no es posible trazar una frontera nítida entre la actividad literaria y la amistad. Todo se mezcla, se unen las cosas, hay una confusión natural entre la literatura y la vida, entre el ejercicio intelectual y la amistad. 

Se trata de rendir un testimonio sobre alguien que estuvo próximo a nosotros en la amistad, que él entendía y practicaba en profunda y respetuosa medida. Día a día sentimos más (en sus palabras), «el tigre del tiempo contra el hombre». Y a medida que transcurre la edad, que se va eliminando la fugacidad de las cosas inútiles, hay partes de la vida, personas en ella, que son decisivas. Cuando murió Cyril Connolly, su amigo Stephen Spender recordó estas palabras de «La tumba sin sosiego», que en este caso tienen, también, toda su vigencia: «La gente, toda, parece sustituible, salvo aquellos pocos que se llevan partes de nosotros que no pueden ser sustituidas». 

Sus concepciones vitales, estéticas, literarias, su creación misma, ejercieron indudable influencia sobre nosotros. No son únicamente los mayores quienes pueden influir, en el desarrollo de la vida, tal vez son los contemporáneos quienes tienen influencia más decisiva sobre nosotros, sobre nuestras concepciones espirituales, y sobre nuestro mundo.

Lo último que vio Jorge antes del mar inmenso fue París, la maravillosa, la ciudad-refugio. («Más que por algo», decía su Diario, «se viaja contra algo».) Se desprendía de ella en busca de vida, lo sabemos, no de muerte. Sin embargo, el presentimiento lo perseguía, lo acechaba: El 18 de junio de 1962, me escribió muy brevemente. Me decía: «Llegaré a esa el 22 del presente mes, en Air France. A lo mejor llego antes que esta carta. Te adjunto lo último que he escrito. ¿Agüero?». ¿Por qué escribió antes del viaje? ¿Por qué mandó el poema? La. muerte le escribía ya en las manos, la carta me llegó al día siguiente de la noticia. Por una de esas extrañas premoniciones, mientras regresaba a Bogotá (la tragedia me sorprendió ausente}, supe que hallaría esa carta. Y en ella, encontré el último poema, que se publica en este libro, La espera.

Allí mismo me decía «Estoy leyendo un libro que va a interesarte, y que te llevo, sobre la Condesa Sangrienta de Hungría, una especie de Sade o Gilles de Rais femenino. Muy interesante, y pleno de relaciones con la magia».

Menos de un mes después, recibí una carta de Alejandra Pizarnik, la poetisa argentina, que hace poco tiempo se suicidó. «Quisiera comunicarle mi dolor por la muerte de Jorge Gaitán Durán», me decía. «Nos habíamos hecho amigos, y estuve con él unos días antes del horrible accidente. Justamente, cuando le conocí pensé que nunca había visto a un poeta tan solar, con tantas ganas de vivir. Lo sucedido no solo me produjo dolor, sino ira».

De esa manera misteriosa como van anudándose los hechos en la vida, después recibí, por. correo, el libro de Valentín Penrose sobre la Condesa Sangrienta, Erzsebeth Batory, más tarde uno de los temas más profundos de Alejandra Pizarnik.

Es casi imposible, describir en palabras el golpe de la muerte de Jorge, la atonía, la mudez que nos causó. Hablar de él, escribir sobre él, era una prueba bien difícil que solo mucho tiempo después se ha logrado superar. Esta publicación de sus obras literarias, es un homenaje que a la vez renueva el dolor, porque es un trágico recuerdo de que está muerto. Sin embargo, lo sentimos muy próximo. Recorremos sus poemas, los textos de su Diario, las páginas memorables, y lo encontramos sorprendentemente vivo y vigoroso, definitivamente actual, en su pensamiento libre, en su independencia intelectual, en su varonía decidida, en su preocupación por el mundo y por su patria. La circunstancia de la cual no puedo —ni quiero— desprenderme, de haber sido su amigo, ha dado a este prólogo un tono personal. 

No podía ser de otro modo. Decía Ezra Pound, recordando la muerte de Henry James: «Cuando él murió sentimos que ya no había nadie a quien preguntarle nada». 

CONTENIDO RELACIONADO

Array

22 de marzo de 2025
Suraj Yengde es un académico indio reconocido por sus estudios del sistema de castas y su activismo por los derechos de los dalits, históricamente marginados de la sociedad india. Francisco Javier Flórez, director del Archivo General de la Nación, habló con él sobre el concepto de «casta global», la forma que las castas toman en América Latina, el rol de las mujeres en la transformación social de India y cómo Yengde está trabajando para abolir el sistema de castas en su país.

Array

22 de marzo de 2025
Marta Ruiz visita la casa de la escultora bogotana Hena Rodríguez (1915-1997) para recordar la forma en que desde sus desnudos indagó por el deseo femenino entre la sensualidad y la prohibición, y desde el movimiento Bachué exploró una identidad cultural colombiana que incluyera a los indígenas, negros y campesinos. Esta carta reconoce el legado de Rodríguez, particularmente elocuente para un país que busca nuevos horizontes en su propia historia.

Array

21 de marzo de 2025
La ópera-performance lituana Sun & Sea llega al emblemático Teatro Colón de Bogotá, del Centro Nacional de las Artes, entre el 21 y el 24 de marzo. Esta puesta en escena, sutil y perturbadora a la vez, nos abre el lente para mirar la playa como el lugar donde aterrizan nuestras victorias, placeres y fracasos como humanidad. Aquí, un recorrido en cinco postales para reflexionar alrededor de esta experiencia.

Array

19 de marzo de 2025
La editorial Seix Barral rescata La selva y la lluvia, una novela del escritor chocoano Arnoldo Palacios, publicada originalmente en 1958, que no solo retrata el Chocó de la Violencia bipartidista, sino que también reflexiona sobre el racismo estructural del que todavía no escapa la sociedad colombiana setenta años después.

Array

18 de marzo de 2025
Mientras la Reforma Laboral se debate y defiende, el hostigamiento a Fabio Rubiano y el Teatro Petra por Mantener el juicio, su coproducción con la JEP, es el punto de partida de este ensayo para pensar el valor que se le da, o se le quita, al arte, las demandas de los sindicatos artísticos y la relación de los artisas con la plata. Si solo el necio confunde valor y precio, como afirmaron los poetas Francisco de Quevedo y Antonio Machado, Lucas Ospina argumenta que es hora de restarle necedad al sistema laboral.

Array

13 de marzo de 2025
Para pensar la coca desde otras perspectivas, como una planta maestra y una fuerza vital para pensar el porvenir, GACETA publica un fragmento del artículo «La cocama y sus saberes bioculturales. Memoria silenciosa del aliento de la vida y del cuidado en el territorio», de la revista La Abundancia, publicada por MiCASa, el sello editorial del Ministerio de las Culturas, los Artes y los Saberes.

Array

10 de marzo de 2025
El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, la Biblioteca Popular Betsabé Espinal de Medellín recibió una nueva edición de Siempre Estuvimos Aquí, un festival de mujeres y hip-hop. Estos son cinco testimonios desde el rap, el DJ y el grafiti.

Array

8 de marzo de 2025
La Biblioteca Nacional de Colombia y el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes presentan la segunda etapa de la Biblioteca de Escritoras Colombianas, que busca rescatar y promover la literatura de las mujeres de nuestro país desde la Colonia hasta la primera mitad del siglo XX. Esta segunda etapa está compuesta por antologías de cuento, poesía, novela corta, crónica, dramaturgia, ensayo, literatura infantil, literatura testimonial, literatura rebelde y miscelánea. GACETA publica un adelanto de la nota editorial, escrita por Pilar Quintana, directora editorial del proyecto.

Array

7 de marzo de 2025
Durante los últimos veinte años, Spotify ha creado una experiencia sin fricción de música ilimitada para cada momento del día. Mood Machine (2025), el nuevo libro de la escritora Liz Pelly, publicado por Atria/One Signal, analiza las consecuencias de este modelo en la música que escuchamos, y cómo lo hacemos.

Array

6 de marzo de 2025
En 1983, GACETA publicó esta entrevista con una de las mejores cuentistas de la literatura argentina. Al igual que en su escritura, en las palabras de Ocampo vive algo misterioso, inquietante; aunque buscó el anonimato en su vida, las preguntas de la uruguaya María Esther Gilio la llevan a reflexionar sobre el la pobreza, el dolor, la novela como género literario y su propia belleza.