Escribo estas palabras desde la experiencia de vivir la región y de investigaciones participativas realizadas como antropóloga e historiadora. Tristemente he sido testigo de la reducción del espejo de agua de la laguna: Reinel Valbuena cuenta cómo la laguna tenía trece mil hectáreas y hoy tiene tres mil doscientas, de las cuales dos mil quinientas están sedimentadas. ¿Cuáles pueden ser los aportes de la visión ancestral a la restauración y conservación de la laguna? La laguna de Fúquene es sagrada para los muiscas. También los campesinos de la región reconocen sus misterios y encantos. La visión antropocéntrica los niega y ha propugnado históricamente por su desecación.
La Confederación Muisca de Tinjacá en el costado oriental de la laguna
Los restos arqueológicos de Fúquene manifiestan continuidad entre los períodos Herrera, Muisca Temprano y Muisca Tardío. La tradición oral muis-ca habla de una historia marcada por diferentes momentos y seres primordiales: Chiminigagua, Bachué e Indiguaque, y Bochica.
Las cuencas del río Suárez y el río Funza, también llamado Tinjacá, Ráquira, Suta, Sáchica, Saquenzipa y Moniquirá, coronadas por las lagunas de Fúquene e Iguaque, correspondían a territorios independientes del Zipa y del Zaque. En esta región se conformaron los cacicaz-gos de Saquenzipa, Chíquiza, Sáchica, Suta y la Confederación de Tinjacá. En el macizo de Iguaque, de la laguna que hoy se conoce como San Pedro, surgió Bachué con Iguaque o Indiguaque. Desde la cima del macizo se divisa, hacia el noroccidente, la laguna de Fúquene, y hacia el nororiente el pico del Águila, en la serranía de Merchán, en el actual municipio de Tinjacá.
Bachué, progenitora de los muiscas, llegó a este mundo con el niño Indiguaque. Bachué e Iguaque se dan vida mutuamente. En la geografía sagrada, Iguaque es la cuna de la madre laguna. Bachué se encuentra como principio, encanto y vida en todas las lagunas y fuentes de agua. En el submundo, las lagunas y fuentes de agua se conectan entre sí. Según tradiciones campesinas de la región, las lagunas que vemos en este mundo están sostenidas por grandes columnas y entre ellas hay caminos subterráneos. En el caso de Chíquiza, estos fueron taponados por un terremoto. Para los muiscas y sus descendientes, las cuevas, los cerros, las cascadas, los abrigos rocosos, los nacimientos y las lagunas han sido puertas, lugares de transición y comunicación entre este mundo y el de los ancestros; un mundo espejo de este, pero localizado en el lado opuesto de la esfera. En estos lugares hay encantos que transitan por umbrales entre mundos. En estos tránsitos el ser humano puede transformarse en animal —serpientes, patos— o viceversa. También el arcoíris, los truenos, la lluvia son manifestaciones de dicha comunicación.
Gracias a documentos de archivo, crónicas españolas y recorridos por lugares de importancia, me fue posible identificar y caracterizar, para el siglo XVI, el territorio de la confederación muisca de Tinjacá en la margen oriental de la laguna de Fúquene.
En estos documentos se encuentran variaciones del nombre Tinjacá como Tunjaca, Tonjaca, Zujaca, Funza, Junza o Tunja. Eduardo Lon-doño en Santuarios, Santillos, Tunjos: Objetos votivos de los Muiscas en el siglo XVI (1989), plantea que la palabra «tunja» proviene de «tunjo» o ídolo, según la traducción dada por los españoles: «Tienen ídolos abogados de diversas enfermedades, otros de las sementeras, de las casas, de los partos, de los caminos […] Llaman todos los ídolos tunjos…». Tunjos también son los caciques momificados y sus cercados santuarios. Según Fa-cundo Saravia en su Diccionario muisca, tunjo viene de la palabra chunswa o chunswa, que son casas ceremoniales. Así, Tinjacá, españolización del nombre Tunjaca, contiene en sí el carácter sagrado de la laguna.
La confederación de Tinjacá cobijó la margen oriental de la laguna de Fúquene, cubriendo los actuales municipios de Tinjacá, San Miguel de Sema y parte de Saboyá, Guachetá, Ráquira y Chiquinquirá en las veredas de Sasa, Moyavita, Carapacho, Arboledas y la Balsa. De esta forma, Tinjacá fue una confederación formada por cuatro cacicazgos: Táquira; Tocavita; Tijo, con Chibabá y Uranchá; y Tinjacá. Todos la reconocían como la principal confederación, liderada en el siglo XVI por la cacica Furazipa y conformado por Gacha, Sema, Guenca, Sipayoque, Tercazipa, Sao, Toqueca, Cabra, Saca.
Dada la importancia y presencia en la cuenca alta del río Suárez de las lagunas de Iguaque y de Fúquene, a la región confluían muiscas de distintas partes del altiplano. Al respecto dice el cronista fray Alonso de Zamora (1635): «En una de las islas de la laguna de Fúquene, dice Quesada en su compendio, había un templo de gran veneración y donde de ordinario había gran concurso de peregrinos y donde había siempre cien sacerdotes para el culto de aquel santuario».
La laguna fue un centro ceremonial, político y económico. Había abundancia de recursos lacustres y faunísticos: venados, zorros, patos, cu-ríes, diferentes clases de peces y multitud de aves. Las tierras alrededor de la laguna fueron cultivadas y se utilizó un sistema de canales para regadío. Para esta época la laguna «se extendía desde el pie mismo de los cerros vecinos a Guachetá, hasta los contrafuertes de Simijaca y Susa, y en longitud aún mayor, desde Ubaté a las vecindades de Chiquinquirá».
Se destaca la presencia de doce islas en la laguna, de las cuales quedan dos en esta condición, Santuario y Villeta, entre las que se integra-ron a la orilla: Chiguy, Cerro Gordo o Bachué, Península o Aguilar, Isla Grande y Pequeña, y la de Futa. En esta última vivieron los últimos indios de Simijaca, según Roberto Franco en Cambios en los paisajes y usos de especies silvestres en las fincas y haciendas de la cuenca de Fúquene (2004).
En 1585, Egas de Guzmán, visitador de la provincia de Tunja, refirió «muchos indios sujetos y naturales, tienen sus bohíos y casas de vi-vienda en partes apartadas de esta población a dos y a tres leguas particularmente en un sitio que llaman Guachetá donde habitan diez o doce indios y en otro sitio que llaman Queaguata que es en la isla de la laguna tienen diez o doce bohíos de vivienda y por la orilla de la laguna otros tantos y en otro sitio que se llama Sema a las espaldas del pueblo de Chivaba tiene otros quince o dieciséis bohíos y junto al puente y desaguadero de la laguna hay otros muchos bohíos apartados en que asimismo habitan y están de asiento».
El proceso de colonización española satanizó la sacralidad de la laguna de Tunjaca
Tenían los indios de toda esta comarca un famoso templo en la laguna de Fúquene, venían continuamente en gran número de los lugares más remotos a ofrecerle dones y sacrificios. Los misioneros dominicos destruyeron ese foco de idolatría. La peregrinación continúa, libre de superstición, dirigiéndose al templo sagrado de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.
Padre dominico Cornejo y Mesana, siglo XVI
En 1536, Jiménez de Quesada, con setecientos veinte hombres, subió por el río Magdalena hasta encontrar la ruta muisca del comercio de sal, la cual los llevó a pasar por la confederación de Tinjacá. Los cronistas Aguado y Zamora refieren con sorpresa que encontraron en un valle más de mil casas que, aunque pajizas, podían competir con las mayores de Europa. En Guachetá, dos mil o más muiscas se fortificaron en los peñones. Los españoles siguen camino a Bacatá. En 1537 atemorizan a los muiscas de Tunja. Tras enfrentamientos y levantamientos tuvo lugar la colonización. Los españoles contaban con pólvora, caballos y perros asesinos.
La colonización se sustentó en la encomienda, el resguardo y la hacienda. Los encomenderos se comprometieron al adoctrinamiento católico de los muiscas a cambio de su tributación y trabajo servil. Congregar a los cacicazgos muiscas en pueblos permitió la usurpación de tierras para haciendas de españoles.
El oidor Egas de Guzmán estableció el pueblo colonial de Tinjacá en 1595. El 27 de septiembre señaló tierras y ordenó a los muiscas reunirse en la población, construida en el sector de Los Verdes, cerca de la actual cabecera municipal. Se les quemaron las viviendas que tenían a orillas de la laguna, amenazando con azotes y destierros a las minas de plata por cuatro años a los que se resistieran. La visita del oidor Juan de Valcárcel en 1636 ratificó lo estipulado y ordenó nuevamente quemar los bohíos de los muiscas que habían retornado.
En la región el sistema señorial permitió la pervivencia de aspectos como la alimentación, los conocimientos médico-botánicos, los tejidos en algodón (ahora también en lana) y la cestería.
Presencia de Bachué o María Gertrudis y de Mohanes
Para Adriana Muñoz —Los cacicazgos muiscas de la región de la laguna de Fúquene (1992)—, se ha dado un sincretismo entre la concepción muisca de Bachué y la devoción a la madre en la advocación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Bachué emerge de las aguas y está asociada con la luna; Nuestra Señora del Rosario es representada en las imágenes sobre una media luna, como si brotara de ella.
Al respecto, la etnógrafa Mónica Cuéllar, en su manuscrito Etnografía en el Occidente de Boyacá, se pregunta si María Gertrudis es otro rostro de Bachué de acuerdo a los siguientes testimonios:
Don Campoelías cuenta que en un tiempo antes de nuestro tiempo la laguna era un charco, visitado por una lavandera llamada María Gertrudis. Ese charco se volvió la laguna de Fúquene, a la que también le dicen María Gertrudis. Doña Cenaida Guerrero cuenta que cuando la laguna crece hay que decirle «comadre María Gertrudis», para calmarla y no terminar ahogado. Doña Cenaida agrega que María Gertrudis también le dicen a la quebrada, a las crecientes.
María Gertrudis es la laguna, quebradas, creciente, y también es virgen que aparece sobre las aguas de la laguna. Doña Marina Pinilla contó que María Gertrudis es «hermosísima» y que ponía una mirada furiosa que se volvía tempestad y que podía llover hasta dos días sin parar.
Según Dayana Suárez —Reflejos de vida encantada: discursos y representaciones locales en torno a la laguna de Fúquene como bien común—, otros seres encantados son los mohanes, generosos, bromistas o juguetones, algunos infunden miedo, otros enamoran o les gusta simplemente estar con la gente.
Don Benedicto, pescador en Fúquene, dice conocerlos, verlos salir a tomar el sol en una piedra y regresar al agua sin molestar a nadie; divisaba uno en forma de pato, cubierto de oro, que aparecía y desaparecía cerca de su casa. Con los trabajos que realiza la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), con tanta maquinaria, los mohanes se esconden: son espíritus que resguardan la naturaleza y los sitios sagrados.
Los muiscas ofrendaron e hicieron pagamento a la laguna con sus tunjos, representación de seres primordiales. Según Dayana Suárez, las figuras de oro y esmeraldas recobran vida en el agua.
Intento de desecar la laguna de Fúquene
Simón Bolívar entregó tierras a militares que se distinguieron en la gesta independentista. José Ignacio París y su hijo, Enrique París, fueron beneficiados con los «baldíos» correspondientes a la superficie de la laguna de Fúquene y sus juncales. París transfirió a Saravia Ferro las tres séptimas partes de su propiedad y el privilegio para la canalización y navegación del río Suárez. En 1915, José María Saravia Ferro emprendió las obras para sacar el agua de la laguna por medio de un túnel a la quebrada La Honda.
Libio Silva, en su libro San Miguel de Sema: origen, historia y desarrollo, nos cuenta: «Su interés era apoderarse de los tesoros de los muiscas. Pero a los trabajadores que abrían el túnel se les apareció una mujer bellísima, de cabellos tan rubios que parecían blancos, ojos verdes como esmeraldas, descalza y cubierta con una larga túnica, quien les pidió con llanto que desistieran de su empeño o ella lo impediría. Tres días después, los obreros tropezaron en el interior del túnel con una laguna encantada, cuyo caudal fluía sin cesar y empujaba con fuerza. Entonces, inició una tormenta que arrancó los rieles, inutilizó las plantas eléctricas y arrasó con vagonetas, carretillas, bueyes y demás elementos de traba-jo».
De esta forma la laguna se defendió del proyecto de desecación. No obstante, la modernización trajo cambios en la propiedad, praderización e industria lechera en las tierras desecadas por canales. Al tiempo, hubo deforestación, crecimiento de los municipios de la cuenca y contaminación de los ríos que alimentan la laguna. Hoy, las aguas residuales, la ganadería y las obras de la CAR son factores determinantes en la desecación.
Para la restauración y conservación de la laguna es necesario detener las causas de su deterioro reconociendo su sacralidad. En este sentido es imperioso que los abuelos campesinos y muiscas retomen su voz, y que la isla santuario recobre su carácter como centro educativo, cultural y ceremonial.
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