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Alcolirykoz trae su historia al presente en Anarcolirykoz

6 de diciembre de 2024 - 6:21 pm
Una de las agrupaciones más grandes del rap colombiano defiende el camino largo que tomaron para alcanzar la cima. 
Portada de Anarcolirykoz, el séptimo álbum de Alcolirykoz. Fue diseñada por Starling Ciro.
Portada de Anarcolirykoz, el séptimo álbum de Alcolirykoz. Fue diseñada por Starling Ciro.

Alcolirykoz trae su historia al presente en Anarcolirykoz

6 de diciembre de 2024
Una de las agrupaciones más grandes del rap colombiano defiende el camino largo que tomaron para alcanzar la cima. 

Hace casi una década, con 30 años recién cumplidos, Gambeta rapeó que su testamento daba susto: apenas dejaba una grieta. La canción se llamó «Round 30» y fue una colaboración de Pielroja con Alcolirykoz, el grupo que Gambeta conformaba junto con su primo Kaztro y su vecino DJ Fazeta. La pendiente de la montaña que escalaban era inclemente, y ellos avanzaban en contravía y sin casco, pero no se rendían. Gambeta lo explicó en «Round 30»: nunca había buscado excusas para retirarse, ni siquiera cuando había sido un padre joven que alternaba trabajos precarios mientras las vecinas del barrio Aranjuez, de Medellín, presumían a sus hijos bachilleres. Con el rap como brújula, estaba convencido de que era cuestión de paciencia y perseverancia: eventualmente, su momento llegaría.

El nuevo álbum de Alcolirykoz, el séptimo de su carrera, se llama Anarcolirykoz, y la novena canción es «Round 40». Durante los nueve años que separan ambas canciones, Kaztro y Gambeta pasaron de ser treintañeros a cuarentones, y Alcolirykoz pasó de ser una promesa a convertirse en el grupo más grande del rap colombiano, con un lugar asegurado en lo alto de su panteón histórico. Hace rato que ese testamento dejó de ser una grieta: «Qué bien se me da / Abro la boca y salen billetes, así sostengo una plática», rapea Gambeta. Pero hay cosas que no cambian. Lo rapeó en «Round 30» y lo repite ahora con Kaztro: «Cuando nadie hablaba de boom bap, ahí estábamos haciendo boom bap». 

Alcolirykoz ha redefinido las posibilidades y los significados del rap colombiano, su poética es popular y aterriza los fundamentos del hip-hop en el contexto singular de su barrio. En sus canciones conviven las enseñanzas de Gonzalo Arango y el nadaísmo con las de KRS-One y Rakim, y las memorias violentas de Aranjuez, al norte de Medellín, se mezclan con viñetas barriales llenas de ternura. Cuando Gambeta hace beats se llama El Arkeólogo: él se ha encargado de diseñar un estilo que del jazz saltó a integrar samples familiares de Rodolfo Aicardi o de viejos boleros, que evocan el folclore local. Son temas de rap cantinero, con sabor a anís. 

La identidad tan propia que Alcolirykoz ha tejido y presentado con tanto ingenio ha logrado que estos relatos íntimos trasciendan más allá de las fronteras de su barrio, de su ciudad, incluso de su país. En el camino han atraído a un público que no tiene igual en el rap colombiano, no solo por lo masivo, sino por lo variopinto. Hace unos años caminaba por San Victorino, en el centro de Bogotá, y del parlante de un vendedor ambulante brotaba una de sus canciones, la misma que sonaba en la fiesta a la que llegué esa noche, en un apartamento de La Cabrera, uno de los barrios más caros de la ciudad. Todos caben en este crisol, todos encuentran algo distinto con lo que se pueden identificar.

Son un grupo agradecido: en Servicios Ambulatorioz, de 2017, invitaron a referentes que hicieron el camino por el que ellos escalaron luego, como Rocca, Rulaz Plazco y La Etnnia. Homenajearon a su barrio, que les ha dado y quitado a partes iguales, en Aranjuez, de 2021. Anarcolirykoz, su séptimo álbum, celebra su historia, sus valores, su constancia. Conquistaron la cima en sus propios términos, y la satisfacción es evidente: ganaron por goleada y no tuvieron que desviarse de sus principios para levantar la copa. El triunfo, pues, es doble. 

«Entro al restaurante saboreando mi presente / El mesero dice: es cortesía de la casa / La vida me regala cosas ahora que puedo pagarlas», rapea Kaztro en «Dicotomía». Gambeta lo pone así en «Legendarios»: «Mi vieja, ahora comemos de lo que te preocupaba / Todavía duermo con el cuaderno de almohada». En sus picos, Anarcolirykoz presenta un juego de cámaras que salta del presente al pasado que lo prefigura, y así resaltan que todo lo que han ganado rimando no llegó ni de casualidad ni de un día para otro. Más allá de la barrera de los 40 años, cuando enfocan su pasado también se encuentran las heridas abiertas que han cargado desde niños. En Aranjuez «TBT» significó «Todo lo Bueno Tarda», y ahora «TNT», una de las mejores canciones del álbum, quiere decir «Todos Necesitan Terapia». Gambeta se compara con Tony Soprano, el mafioso de New Jersey que cuando cumplió 40 buscó ayuda para desenmarañar eso que solo descubrió de mayor, pero que no podía nombrar. «Despierto cada día con culpas nuevas / La mente adulta aprende que los traumas también se heredan», rapea Gambeta, mientras Kaztro recuerda un rostro en el pavimento, una muerte tan cercana.

La escritura es punzante, su dolor es tangible incluso cuando se amalgama con el consuelo de los pianos de jazz que sostienen el beat. El coro viene de un clásico, «El Pobre» de Bajo Tierra, y reinterpreta eso de que duele más no poder llorar. Carolina Oliveros, del Combo Chimbita, le inyecta al coro de «La Vuelta Olímpica», otro gran destacado, la potencia del bullerengue. Estos son rapeos desesperados, feroces: «A mí esta vuelta me salvó la vida / Antes no lo decía porque parecía campaña de la alcaldía», admite Gambeta, y así le da la vuelta a una idea trillada para hacerla verdaderamente conmovedora. Por su parte, Kaztro pinta un cuadro emocionante: en el carro suena DJ Premier, su primo va en el asiento de adelante, desde atrás él ve ese cartel enorme con el nombre de su grupo, y entonces casi que le cuesta creer todo lo que les está pasando. «Nacimos perdiendo / De aquí pa’llá todo es ganancia», exclaman. 

El de Alcolirykoz es un caso inusual. Para casi todos los raperos llegar a los 40 es llegar al ocaso de su carrera, y para los primos Fonnegra parece que las alegrías —estadios llenos, giras internacionales, colaboraciones soñadas— apenas empiezan. Ya tenían espíritus viejos desde que empezaron, y la edad solo los ha pulido. En un juego en el que suele primar la juventud, hacen virtud de su experiencia. «No me tiren con estilos que yo inventé», escupe Gambeta en «Historial crediticio», siempre dispuesto a competir cuerpo a cuerpo en este deporte de contacto. Incluso si uno no supiera todo lo que Alcolirykoz ha sudado y la firmeza con la que se han aferrado a sus convicciones, ese proverbial camino largo que han defendido y recorrido por más de veinte años, Anarcolirykoz lo enfatiza una y otra vez. Quizás demasiadas veces: hasta los diálogos de películas que abren «La Paciencia» y «Dicotomía» se refieren a ese culto por lo añejo, alejado de las modas y las prisas. 

Los temas de Anarcolirykoz que se apoyan en el pasado para explorar el presente se sienten llenos de vida. Sin embargo, hay ocasiones en las que Alcolirykoz se deja obnubilar por su propia historia. «Yo no vine a culpar, porque todo evoluciona» afirma Kaztro en «El Arte del Loop», pero lo dice justo después de rapear que «Si llegaste rápido, algo estás haciendo mal». Unos segundos más tarde vuelve a la carga para dejar clara la diferencia entre AZ y el resto: «Solo hablan de lo que sueñan / Yo ni te hablo de lo que consigo, la diferencia es abismal». Como si el hip-hop no hubiera sido, por cincuenta años, un dispositivo para soñar en grande, como si rapear las aspiraciones cumplidas no completara ese círculo improbable. Sobre todo, como si no hubiera otras formas válidas por fuera de la suya. 

Tal vez Kaztro busca demostrar que el éxito no ha cambiado sus principios. Después de todo, Anarcolirykoz nace en una situación extraña. El rap colombiano no había conocido a un grupo que operara a esta altura, y todavía no se acaba de acostumbrar. En los últimos cinco años Alcolirykoz ha sido objeto de ovaciones masivas y, en muchísima menor medida, de algunas burlas y reproches: que si ya no son rap, que si eran mejores antes, que si descubrieron una efectiva fórmula de canciones decembrinas a la que se aferraron. En «Todo Lo Bueno Tarda», Gambeta asegura que ya no lee ni críticas ni halagos, pero este álbum parece responder algunos de esos comentarios nostálgicos de la pureza del viejo Alcolirykoz. 

Así se traza una relación ambivalente entre Alcolirykoz y su historia: así como Gambeta y Kaztro reivindican todo su camino, también rechazan los intentos de encerrarlos en su pasado. Este vaivén se percibe incluso en una sola estrofa. A los que les han propuesto nuevos sonidos, o a los que se quejan de que Alcolirykoz siempre hable de lo mismo y no evolucione, Gambeta les contesta: «Que en paz descanse el tiempo / Que perdiste tratando de cambiar lo que somos de nacimiento», rapea en «Dicotomía». Unos segundos antes defiende su derecho a evolucionar: «No le pida a un sobreviviente que vuelva a las letras de antes / Nadie quiere comer mierda eternamente».

Esta ambivalencia es fascinante, una tensión quizás involuntaria pero de la que surgen algunos de los puntos más interesantes del disco. Puede que cada mensaje tenga un destinatario distinto: por un lado les hablan a sus aficionados nostálgicos y, por el otro, a los que esperan una nueva etapa. Tal vez es así de sencillo: orgullosos de todo lo que han construido, evitan que su memoria sea una celda. «Volver a mi pasado, ¿a son de qué?», insiste Gambeta en «Round 40». El poder actual de Alcolirykoz, que llena sin esfuerzo recintos como el Movistar Arena en Bogotá o la plaza de toros de La Macarena en Medellín con una fanaticada heterogénea, también explica lo que Gambeta rapea en «El Arte del Loop»: amonesta a los que no conocen a Dilated Peoples —el grupo de Evidence, veterano de Los Ángeles cierra la canción, cuyo beat de plancha, lento y criminal, es de mis favoritos del disco—, y apenas unos versos más tarde les responde a los críticos: «Esto no es el Bronx y económicamente al hip-hop lo sostienen otros públicos, he dicho». Son líneas similares a las que Gambeta rapeó hace dos años en «Hoy es tu Día». Allí también se desliga de los votos de pobreza que alguna vez cubrieron a cierto rap colombiano: «Dirás que solo lo haces por amor, en fin / Pero si no entiendes el negocio, otro cobrará por ti / Chimba los 90, yo sí los viví / Luego trabajé pa’ que hubiera rap después del 2000». 

La posición actual de Alcolirykoz también articula el contrarrelato que hacen de Medellín. «Tenía que decirlo, my G’ / Los tibios no se untan, siempre me toca a mí», explica Kaztro en «Historial crediticio», un dardo directo a la frente de J Balvin y todo el equipo de «+57». En las canciones de reggaetón con nombres de barrios de ricachones —de las que Kaztro se burla en «El Remate»— todo es lujo limpio, dispuesto para el placer. En el contrarrelato de Alcolirykoz está «Medellificación», un análisis del estado de cosas de la ciudad. Critican la xenofobia contra los venezolanos y la complacencia frente al turismo sexual de otras nacionalidades. Critican, en general, que la ciudad tenga clientes en vez de ciudadanos. Es un mensaje urgente, más valioso aún por todo el alcance de Alcolirykoz. Aún así, los temas políticos de Alcolirykoz son mejores cuando son oblicuos, como en «El Salón de la Injusticia» de Efectos Secundarios, en 2014. La importancia de «Medellificación» no lo hace bueno, su escritura es demasiado panfletaria («Tu bella patria se llama narcoestado»), pero sí es una declaración de intenciones clara que separa a los que hacen música para camuflar los problemas y los que la crean a partir de esos problemas, y así les dan la vuelta. 

Según el inicio de «Anarcolirykoz», parece que el título surgió de una confusión internacional, y el error les gustó tanto que adoptaron el nombre. La revolución que plantea Kaztro en la canción, que todas las clases sociales se encuentren en el Movistar Arena, no basta para justificar ni el título ni la bandera anarquista de la portada. En todo caso, parece que el núcleo del disco consiste en demostrar que la plata, la fama y las mieles del éxito no los suavizan ni los adormecen. «Sigo siendo un montañero así les duela / Adriano en la favela, bebo Hennessy con aguapanela / Me hacen fila que a todos los educo pero / El truco no es samplear chucu-chucu», rapea Gambeta en «Suero Casero», y de una vez se desquita contra los que imitan su estilo de producción. Anarcolirykoz se trata de todo lo que han sido y siguen siendo a pesar de los cambios: siguen profundizando en el sonido que han perfeccionado, siguen siendo unos borrachos —y uno de los mejores temas es «El rey del despecho», donde se juntan con con el rey de las cantinas, Sho-Hai, de Violadores del Verso—, siguen siendo dueños de una gran potencia sentimental —«Estetograma», con coro de la cubana Daymé Arocena, conmemora a su abuela luego de su muerte: es la canción más bonita del disco—, siguen compitiendo duro: el rapeo de Gambeta en «Historial Crediticio» es para enmarcar.

Apostar doble o nada por lo que ya han hecho antes puede desembocar en que temas como «Misa de Sanazión», con un coro espléndido de Tito Agudelo, se sienta como una versión menos fresca de «El Ritual», de Efectos Secundarios; o que, a pesar de su beat majestuoso, el tema que le da el título al disco palidezca en comparación al «Intro (Regaño)» de Servicios Ambulatorioz. Prevalecen los momentos en los que sus rimas desgarradoras pegan como la primera vez que uno escuchó a Alcolirykoz. Su relación con Aranjuez, tan complicada como la que mantienen con esos defectos con los que se han encariñado, ese pasado con el que buscan hacer las paces, según rapea Gambeta en «Dicotomía», trae algunos de los momentos con mayor filo. «Yo sí soy del ghetto por los siglos de los siglos / Es adictivo y placentero sentirse a salvo en el peligro», explica en «La Vuelta Olímpica». Estos versos de Gambeta en «TNT» me dejaron sin aliento: «Mi celular sigue en silencio / Cada vez que me llamaron era porque había un muerto».

Un par de veinteañeros no podrían hacer temas como estos, en los que se sedimenta el paso del tiempo. De ahí viene su mayor triunfo, el que Kaztro señala en «Dicotomía». Luego de tantos años, de tantas victorias, todavía rapean como si debieran el arriendo.

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