En agosto de 2020 entré al equipo digital de Radiónica, parte de RTVC (Radio Televisión Nacional de Colombia), el sistema de medios públicos de Colombia. Eran tiempos de pandemia y la emisora vivía una renovación. Se estrenó la frecuencia de Cali y la ampliación de la cobertura también significó una ampliación del equipo de trabajo. El objetivo era darle profundidad al contenido digital. Empezamos a fortalecer e incrementar las investigaciones, reportajes de largo aliento, crónicas, documentales y se reforzó el contenido de redes.
Fue una época emocionante y la audiencia respondió positivamente a la apuesta. Sentimos que Radiónica tenía lo necesario para convertirse en un referente de los medios públicos hispanoamericanos y el futuro se proyectaba próspero. Pero el impacto que tuvo la pandemia en la audiencia fue más complejo de lo que pensamos. Si bien sentíamos que el público estaba conforme con la línea editorial y la parrilla de programación, los números de rating y tráfico digital no eran del todo positivos. Poco a poco empezamos a sentir la presión de las directivas y tuvimos que disminuir los contenidos de largo aliento para reemplazarlos con artículos cortos, muy pegados a las tendencias virales y la coyuntura.
En septiembre de 2023 terminó mi contrato y supe que no lo iban a renovar cuando una tarde me sacaron del grupo de WhatsApp. Fue una salida triste y me dolió no poder despedirme del equipo, pero tenía claro que mi tiempo en Radiónica había llegado a su fin y poco era lo que podía seguir aportando. Durante el último año en el que trabajé, para mí era evidente que la emisora estaba estancada. Sin duda, la salida de Álvaro González Villamarín (El Profe) de la dirección luego de ser acusado de acoso al final de 2022 fue un golpe del que la emisora no ha podido recuperarse: para la audiencia, la imagen de González Villamarín también era la del medio, por lo que hubo una pérdida de confianza y una decepción generalizadas.
Pero no fue el único factor. Tal vez no supimos interpretar el cambio generacional; tal vez nos enfocamos demasiado en los sonidos de otras épocas y descuidamos los pulsos creativos del presente; tal vez fue demasiado ambiciosa nuestra apuesta periodística y no conectamos del todo con la audiencia; o tal vez nos sentimos demasiado cómodos y confiados y perdimos el rumbo.
Pasaron los meses y vi que en la parte digital de Radiónica desaparecieron los formatos de largo aliento, con investigación y profundidad. No encontré el rigor periodístico por el que habíamos apostado apenas unos años atrás. El click fácil y los contenidos simples se tomaron la web y en la emisora algunas de las voces familiares dejaron de escucharse en los programas. Las cosas se pusieron más difíciles cuando Hollman Morris reemplazó a Nórida Rodríguez en la dirección de RTVC. Varios de mis ex compañeros renunciaron o no fueron recontratados; salieron tristes, cansados y frustrados.
Así es la vida, los cambios son necesarios. El problema es que durante los dos últimos años Radiónica no ha podido recuperarse, la calidad de su contenido ha disminuido aún más y su futuro es preocupante. El 1 de mayo Iván García, quien trabajó veinticinco años en RTVC, renunció a la dirección de Radiónica por «desacuerdos con las directrices». Dos días después, la emisora publicó un video en sus redes sociales en el que el asesor de la Subgerencia de Radio de RTVC Camilo Guzmán —un veterano de la radio colombiana, conocido por su paso por la emisora La X— explica los cambios que atraviesa el medio. Durante tres minutos y doce segundos, de una forma que parece casual, Guzmán intenta aclarar el nuevo rumbo. Menciona cambios de parrilla, de horarios y de enfoque, pero no los explica con profundidad; apela a un discurso de «dignidad laboral» relacionado con una «nivelación salarial» indeterminada; y anuncia el paso de las frecuencias de Cali y Medellín del FM al AM. Todo esto para hacer de Radiónica un «medio competitivo» y atraer a una audiencia nueva.
Los comentarios del video fueron principalmente de cuestionamiento y duda, y en cierto nicho de las redes causó revuelo. A mí me llamó la atención un detalle del video. Algo muy sutil, quizás caprichoso, pero simbólicamente elocuente. En la pared, sobre el hombro derecho de Guzmán, hay un afiche del festival Punk al Parque, un evento autogestionado y enfocado en promocionar la música independiente, creado porque en la edición 2024 de Rock al Parque no hubo ni una banda distrital de esta cultura. Punk al Parque fue, precisamente, una respuesta ciudadana a esa noción de «competencia» en la que se apoya Guzmán.
No es deber de los medios públicos ser competencia de los privados. Por el contrario, más que competir, los medios públicos deben crear alternativas. Hablarle a audiencias más amplias y diversas y abrir el espacio para que lo local crezca, incluso —sobre todo— si los incentivos del mercado van por otro lado.
Durante más de una década me he dedicado a cubrir la música independiente del país, desde el pop más comercial hasta los sonidos extremos más intensos. Una constante que he encontrado es que muchas de estas escenas culturales, las cuales históricamente forman parte de la parrilla de Radiónica, se han cimentado sobre una búsqueda de enfrentar esa competencia de la que habla el video. Son pocos los músicos que pueden vivir de su oficio en una industria injusta y un mercado agresivo que imponen tendencias, a las que hay que adaptarse para no ser excluido. Por eso, la solidaridad, el apoyo mutuo y el trabajo colaborativo han sido fundamentales para que hoy disfrutemos del fértil, inquieto y muy talentoso panorama musical que marca el presente de la música colombiana. Esta ha sido una forma de mantener la libertad creativa y de crear un ecosistema variado, lleno de sonoridades sorprendentes, mantenido por una ciudadanía que no encuentra espacios en las empresas privadas.
Todo este impulso permeó durante años la programación y la filosofía de Radiónica. Desde los noventa, cuando se llamaba Frecuencia Joven y era parte de la Radiodifusora Nacional de Colombia, su espíritu ha sido buscar, investigar y difundir artistas de todo el país. Ni entonces ni ahora existe otro medio de cobertura nacional que abra el espacio diverso y curioso de Radiónica. Me asusta pensar que, en aras de la competitividad, se deje de lado lo que realmente es importante: visibilizar la cultura joven independiente del país y crear una alternativa a los medios privados.
Por eso me pregunto exactamente a qué se refiere esta búsqueda de crear un medio competitivo y bajo qué términos se piensa hacer esto, teniendo en cuenta que según el Estudio Continuo de Audiencia Radial (ECAR), durante 2024 Radiónica tuvo un incremento de oyentes del 34%. No es claro ni en el video, ni en la programación, ni el contenido digital. A juzgar por los cambios anunciados, uno puede inferir que ese nuevo rumbo puede ser competir de forma más directa con Radioaktiva y La X, que tienen una programación similar y comparten público con Radiónica.
A mi parecer, esto es un error. Durante años Radioaktiva y La X, dos emisoras privadas, han consolidado una programación basada principalmente en el rock y el pop anglosajones. No le abren la puerta a los sonidos nacionales y no tienen por qué hacerlo. Hoy cumplen un papel decisivo para la música en Colombia y han creado una audiencia fiel.
Algo que aprendí trabajando en espacios como Canal Trece y Canal Capital es que no es deber de los medios públicos ser competencia de los privados. Por el contrario, más que competir, los medios públicos deben crear alternativas. Hablarle a audiencias más amplias y diversas y abrir el espacio para que lo local crezca, incluso —sobre todo— si los incentivos del mercado van por otro lado. Lo privado responde a lo que es más rentable y a lo que quieren los dueños de las empresas; lo público, que no tiene dueño, responde a la ciudadanía. ¿Cuál es la nueva audiencia que quiere atraer Radiónica en esta etapa? No es claro si se trata de los jóvenes que están creando nuevos movimientos culturales por fuera de las normas de la industria, o si somos los adultos que nos casamos hace rato con unos sonidos, unas estéticas y vamos siempre a la fija. Esta ambigüedad preocupa
Según el video de Guzmán, la decisión de cambiar las frecuencias de Cali y Medellín al AM fue de Luis Alfredo Hernández, subgerente de Radio de RTVC. El motivo: que les dieron las frecuencias FM a Radio Nacional (también parte de RTVC) ya que «necesitaba llegar a diferentes partes de Colombia porque su objetivo es informativo y el nicho de Radiónica es músical». Después de esta escueta aclaración, Guzmán se enreda y no acaba de explicar por qué dos frecuencias que han sido muy importantes, no solo para sus ciudades sino para sus regiones, pasan al AM, que no se caracteriza por ser escuchado de forma masiva en las zonas urbanas.
Sé que tanto Guzmán como Hernández tienen mucha experiencia en la radio y han forjado unas carreras importantes, pero me pregunto actualmente qué tan conectados están con las audiencias que cubren, qué tanto salen de sus oficinas para empaparse de las escenas culturales jóvenes, cómo están leyendo el presente y cómo piensan el papel de los medios públicos en un país obsesionado con lo privado. ¿Acaso pretenden trasladar el modelo privado a lo público?
Estamos viviendo uno de los momentos creativos más interesantes y emocionantes de la música colombiana de los últimos treinta años. También es un momento retador, difícil para cualquier medio, sea público o privado, que busque adaptarse a las nuevas tecnologías, audiencias y preguntas de esta década, que busque la estabilidad o, a veces, sobrevivir un par de años más. El mejor ejemplo de esta crisis fue el cierre de Shock y el incremento de coberturas a través de cuentas de redes sociales individuales, en vez de medios de comunicación. Hoy estamos viendo cómo el individuo reemplaza al medio y la empresa periodística ya no tiene el peso de antes. Pero los medios públicos, al ser parte del Estado y al sostenerse sobre la Constitución, tienen la ventaja de ser un servicio, como lo son el agua y la luz. Esto implica una responsabilidad mayor que la de los medios privados porque el criterio editorial no debe responder enteramente a lo que pide el mercado sino a lo que necesita el país, incluso si esto no da los números esperados.
Todas las semanas, y en distintas ciudades, hay presentaciones de artistas locales extremadamente talentosos. Nuestras bandas giran por el mundo. Nuestros circuitos culturales atraen cada vez más gente y son referentes regionales. Hay una nueva generación creativa y hambrienta. Entonces, ¿por qué la radio jóven y pública de Colombia parece pender de un hilo?
El tiempo nos dará las respuestas. Ojalá la competitividad a la que alude Guzmán sirva para que la música colombiana y la radio pública crezcan; para que los jóvenes de Colombia encuentren en Radiónica un espacio real de difusión, de escucha, de expresión; ojalá que la competitividad vaya más allá del rating y los likes. Ojalá Radiónica no muera, ni tenga que sobrevivir imitando a las radios comerciales. Ojalá no se vuelva un espacio de propaganda del gobierno de turno. Radiónica tiene todo para continuar siendo la casa de la cultura independiente del país: ojalá no quede como un lindo recuerdo de mejores épocas.
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