En Colombia, las personas trans han enfrentado históricamente múltiples barreras para acceder a derechos básicos como la educación, la salud, el trabajo y la vivienda. Sin embargo, estas mismas barreras han sido el motor de una lucha colectiva que, con el tiempo, ha dado lugar a un movimiento trans cada vez más visible y organizado. Muestra de ello es la Ley Integral Trans, un proyecto legislativo que busca garantizar y proteger los derechos de las personas con identidades de género diversas, incluyendo personas trans, travestis y no binarias. Esta iniciativa, radicada en el Congreso el 31 de julio de 2024, es resultado de un proceso participativo que involucró a más de cien colectivos y organizaciones lideradas por personas trans y no binarias, activistas independientes, familiares y redes de apoyo. El proyecto abarca temas como la lucha contra la discriminación y la violencia, el acceso a la identidad de género y el acceso igualitario a los servicios de salud, empleo, vivienda, participación cultural y protección legal.
Lina Quevedo: Esta conversación está dedicada a las fronteras. Las personas trans siempre nos hemos ubicado en las márgenes, que nos limitan, pero al mismo tiempo nos ofrecen posibilidades. ¿Cuál ha sido nuestra marginalidad? ¿Dónde nos ubicamos? ¿Desde qué lugar nos hemos nombrado?
Coqueta: Creo que son muchas cosas las que siempre nos limitan a hacer o a llevar a buen término ciertos procesos, pero esos límites también hacen que cojas más fuerza y vueles hacia donde quieres estar. A mí me pasó en el barrio Santa Fe: tuve una limitante, algo que me detuvo un momento dentro del activismo, por amenazas. Pero, definitivamente, una es muy resiliente y busca la forma de retomar y seguir. Esos límites tampoco son el fin de lo que quieres hacer. Las personas trans siempre estamos muy limitadas en todo. Claro que hay casos donde se han superado estos límites, pero son muy contados. A las que realmente hemos estado siempre allí, más en la lucha, se nos limita a estar relegadas y a no poder accionar de la manera que queremos. Son muchos los límites y vivimos con miedo. Yo hablaría de tantas mujeres que lo han dado todo y se han visto en situaciones peores que las de una, pero vuelven y retoman. Las personas trans, y en especial las mujeres trans, recibimos violencia, discriminación, segregación, burla… Tantas cosas, a pesar de que hay una lucha que hemos llevado desde hace mucho tiempo. Porque es que esta lucha mía no es de ahora, tiene más de 40 años. Antes de que se hablara de una política pública, antes de nada. Nosotras, como mujeres trans, como trabajadoras sexuales, como mujeres que conocemos la calle, no queremos más violencia; estamos mamadas del abuso policial, de que no hagan nada por nosotras. Y aunque digan que esto es historia patria, les cuento que la Constitución del 91 fue lo único que sirvió para que empezaran a cambiar las cosas, porque a una la detenían por usar prendas femeninas, por ocupar el espacio público, por miles de cosas. Ha sido fuerte, pero no ha sido una limitante para seguir adelante y para estar hoy posicionadas donde estamos. Ahí se aprende. Hemos vivido estas historias para que otras generaciones que vienen detrás de nosotras tengan un camino más abierto. Hay muchas cosas más: existe una política pública, es otra era, pero sabemos —y es una realidad— que la violencia que existe hacia los cuerpos trans es muy fuerte.
Siempre se ha dicho que el cuerpo es el primer territorio y para nosotros ha sido el primer territorio de conquista: la posibilidad de ejercer la autonomía, la libertad de poder modificarlo, incluso a pesar de la violencia y de la inseguridad que implica hacerlo cuando el sistema de seguridad social no permite —y no había permitido, hasta hace muy poco— que nosotres accediéramos a intervenciones seguras, a un acompañamiento. Éramos nosotres quienes nos acompañábamos. Y la intervención llegaba a muy alto costo, pero también con el beneficio emocional y psicológico que es tener estos cuerpos que deseamos profundamente. ¿Cómo ha sido para ti esa conquista del cuerpo trans?
C: Para mí ha sido toda una lucha. Somos mujeres construidas a retazos. Antes usábamos la espuma para hacer nuestros cuerpos, para vernos exuberantes, porque nosotras tendemos, en especial las mujeres trans, a ser muy llamativas de una u otra manera. Siempre tuve la imaginación de cómo sería rajarse y meterse algo para poder formar la cadera o que el glúteo se viera más voluptuoso. Tuve la oportunidad de salir de Colombia y, cuando llegué a Italia, vi que las maricas se aplicaban silicón y era silicón de avión. Entonces quise aprovechar eso, sin imaginarme todas las consecuencias que podía traer, pero era por ese afán de construirme, de verme como quería. Por eso digo que las luchas trans no son de ahora. Le estoy hablando de 1990. Imagínese meterse algo en el cuerpo y al otro día salir regia, divina. Dos días antes me veía flaquita, sin carne, como el hueso de la rodilla, y después de meterme silicón tenía un cuerpo formado al que no tenía que ponerle medias ni espumas. Divino. Pero después aparecen las secuelas y es cuando una dice: ¿a qué costo se construye una?
Ahí empiezan todos esos retazos. Una hace esa primera parte: o las tetas, o las nalgas, o la cadera, o lo que sea, pero todo tiene que ser inyectado. El cuerpo era una cosa inyectada, y en los noventa, la que más grande tuviera la nalga vendía más, llamaba más la atención. Muchas se quedaron ahí, muchas no contaron el cuento, y otras estamos peleando por esa ley de biopolímeros, para que el Estado se haga responsable, porque eso sigue siendo un tema para nosotras. Nos construimos para vernos bellas, y después tenemos que buscar retazos para tapar todo lo malo que les hicimos a nuestros cuerpos. Eso pasa por falta de conocimiento y falta de acceso a intervenciones seguras. Finalmente, creo que, dentro de todo, el premio mayor es cuando una logra lo que quiere. Yo siempre he dicho que mis tetas son putamente políticas, porque son mías,
porque, aunque no nací con ellas, tuve que pararme en la esquina y conseguir la platica para hacérmelas. Me produce inseguridad pensar que no voy a tener mis tetas, que es lo que siempre busqué, porque como mujer trans es lo que me reafirma. Ya han pasado los años y me siento regia de verdad. Aparte de que me digan «madre» o «señora», yo me siento una señora. Aprendí a ser yo misma, y así me siento y me veo bien. Pero cuando llegan estos temas de salud y una empieza a verse afectada es cuando una dice: ¿y ahora qué? Ahora estamos en esta ley que salió de los biopolímeros y que está en curso, pero no es una realidad todavía. Ahí puede estar en el papel, pero yo estoy sufriendo. Pago mi eps, cumplo con todo, pero no me dan respuesta, y cada día los dolores son peores. Hay días que no quisiera levantarme porque me duelen las piernas, porque se me han hinchado, pero tengo una vida, entonces con el dolor y todo camino.
Vicky Sánchez: La madre me ha llevado a instruirme, a aprender sobre salud, sobre violencias de género y sexualidad. Todo esto ha sido superexitoso: aprender y saber que estamos incentivando a las personas de la salud para que cambien ciertas formas de dirigirse a la población, más que todo a las chicas trans. La gente te discrimina en distintas situaciones, pero uno habla las cosas, explica y les da a razonar, porque uno no les está afectando en nada, y podemos llevar el mismo respeto, como personas.
A las personas trans nos han deshumanizado, y eso también permite que la gente pueda maltratarnos o ejercer violencia con mayor facilidad.
VS: Hemos aprendido a defendernos, a hacer valer nuestros derechos y seguir luchando para que las personas entiendan y cambien la forma de acceder, por ejemplo, a las hormonizaciones, que sean asequibles y más fáciles de hacer. Que el sistema de salud ayude, porque no lo hace. Ahora que está la lucha, podemos explicarles que nosotros somos humanos y necesitamos también que el sistema de salud nos colabore y haga las cosas más fáciles. Uno hace sus cambios con su propio dinero, pero no hay solución para algo tan complicado como lo de la madre. Tienes que poner tutelas y hacer muchas cosas para que solucionen. Tienes que aprender a defenderte.
C: Bueno, yo le quiero contar que la Epicentra es una escuela de salud para géneros no normativos que nace desde Temblores ong y Fundación Lxs Locxs. Hemos tenido tres ediciones donde creamos una herramienta que se llama «El botiquín del género y la sexualidad». Y con ella trabajamos frente al sistema para humanizarles un poco más a todes. Porque nos han deshumanizado tanto que siempre hablan de nosotres, pero nos ven como si fuéramos una piedra o no tuviéramos sentimientos. A mí me aterra cuando dicen: «Es que nosotros, las personas normales…». Y yo siempre buscaba mi anormalidad.
La normalidad es aburrida… Las personas trans hemos sido tratadas como ratas, ese animal indeseado que todo el mundo echa, que todo el mundo quiere corretear, pero estamos presentes. Y siempre hemos encontrado una persona trans que nos ha acogido, que nos ha hecho sentir bienvenidos y bienvenidas, que nos ha ofrecido un plato de comida, una palabra amorosa, también información. Y en algunas partes nos han tratado como una familia. Y aunque no vamos a romantizar a la familia, sí vamos a utilizar ese nombre. Hemos sido familia para nosotros, ¿no?
C: Hay algo mucho más importante: es que nosotras mismas buscamos espacios seguros para nosotras. Y esto hace que muchas cosas vayan cambiando. Están las bien llamadas madres que acogen desde tantos lugares, pero no son solo las madres, sino desde todos los lugares de enunciación: tías, madres, abuelas. Nosotras aprendemos de nosotras mismas. Siempre tenemos como un referente a las otras y nos ayudamos. Y esto no pasa solo acá. He tenido la oportunidad de ir a otros lugares donde hemos estado cuatro o cinco en un pequeño pueblo. Y esas cinco hemos construido familia por años, hasta que una se va; hay alguna que se va del plano terrenal, pero nos quedan los aprendizajes que tenemos de otras. Esto es algo intergeneracional: todo lo que le pasa a una vieja le pasa a la polla, a la que recién está haciendo su tránsito. Algo que está mejorando es tener estas redes de apoyo que se brindan no solo desde nuestras organizaciones, sino desde una misma como persona.
VS: Entre nosotras nos enseñamos cosas. Yo sé confección y les expliqué a varias de la comunidad cómo coser. Darlo a la otra persona no me quita nada, entonces les enseñé.
Además de esa relación que hemos construido a partir de la necesidad, del sufrimiento, de la amistad, hoy en día también está el enamoramiento. Estamos casándonos y teniendo hijos e hijas entre personas trans.
VS: Han adoptado o les dan la oportunidad de criar un hijo. Y pueden decidir si quieren ser de la comunidad o no, tomar su decisión como lo quieran. Es respetable y es el respeto lo que se desea.
Que hoy en día los hombres trans gestemos y convivamos con una mujer trans en una relación en la cual quedemos embarazades… antes eso no se veía. Las personas trans solamente nos relacionábamos sexoafectivamente con personas cis. En términos legales, no existe una prohibición que impida la adopción para las personas trans, travestis y no binarias. La Corte Constitucional ha reconocido y protegido los derechos fundamentales de esta población, por lo que una persona trans puede presentar una solicitud de adopción y será evaluada bajo los mismos criterios que cualquier otro solicitante. Sin embargo, aunque la legislación no discrimina por identidad de género, en la práctica pueden existir dificultades producto de los prejuicios de distintos agentes relacionados con el proceso.
C: Antes de toda esta lucha, conocí dos familias: una en el Ricaurte y otra acá, en el 20 de Julio. Y le cuento algo más: yo no lo entendía. Pero para mí todo empezó a cambiar con Daniela Maldonado y Max Castellanos, que fueron los primeros en hacer todo esto. Tuvieron a Luciana, y verla ya grande es una cosa tan divina. Veo la felicidad de la madre y cómo le cambió la vida. Si Daniela y Max no fueran elles, Luchi no estaría acá. Y ella ya tiene su poder de decisión: cuando no le gusta algo lo dice y se viste como ella quiere. Y en todo matrimonio hay problemas, disoluciones, cambios de pareja, en fin, todo lo que sabemos. Y no es que sea promiscuidad o todo lo que la gente habla, sino que el cuerpo pide y hay que darle. Pero esa construcción de las familias diversas me parece muy hermosa. Hay que visibilizar a las familias en todos los espacios. Esto ha permitido que en los mismos territorios empiecen a cambiar la mentalidad. Acá vienen familias que dicen que no entienden. Entonces yo les digo: «¡Pues pregunte!», y las invito a la Epicentra.
Incluso la gente fuera de nuestro círculo también lo comenta. El otro día estaba en la plaza de Paloquemao comiendo y comprando unas cosas, y en una mesa había unas personas hablando. Una de ellas decía: «Es que era un hombre que antes era mujer y quedó embarazada de un hombre que ahora es mujer». Estaban intentando explicar, a su manera, cómo dos personas trans quedaban embarazadas. Esta ya es una conversación que se pone en una mesa de Paloquemao un domingo. La gente está llegando a esa información. Creo que todavía hay que afinar un poco, pero la idea de que nosotros también somos familia, de que podemos gestar y procrear, ya es un tema que se habla en las conversaciones cotidianas. Lo que nos sucedía, por ejemplo, a los hombres trans es que, dentro del paquete de cirugías e intervenciones que nos ofrecía el sistema de salud, la primera era la esterilización, sin ninguna posibilidad de que nos informaran sobre nuestros derechos sexuales y reproductivos. Como si nosotros no quisiéramos reproducirnos. También bajo la idea de que los hombres no quedan embarazados y de que si quieres ser hombre, pues no te interesa gestar.
VS: ¿Pero no les dejaban que tomaran la decisión?
¡Nunca! Incluso hasta el día de hoy es difícil que nos informen sobre los efectos a mediano y largo plazo del tratamiento de reemplazo hormonal o de ciertas intervenciones, incluso para tomar decisiones sobre nuestros dere-chos sexuales y reproductivos. Y ahí está esa idea de que las personas trans no queremos esterilizarnos o esterilizar a otras personas trans, sino que el sistema de salud quiere esterilizarnos. No tenemos la posibilidad de informarnos ni de tomar decisiones sobre eso. Pero al menos la conversación está sobre la mesa.
VS: Es importante que puedas tomar tus decisiones y puedas modificarte como tú quieras, vivir feliz sin peligro.
C: Sigue siendo un tabú. Hoy hay tanta diversidad en las familias, y no es solo acá. En Medellín, en Cali, en todos lados se ve. Hay que permitir que cada quien sea feliz de tener sus hijos, como sea. No les están dando una mala vida. Le pongo de ejemplo nomás a Pancho, un hombre trans que ya tiene 60 años. Sus hijos son profesionales y lo respetan. Además, la maternidad de las trans es algo muy divino, porque una muchas veces soñó con eso. Si de pequeños jugamos con muñecas y todo.
Algunas veces está esa idea de que ser trans está mal y de que esto se contagia o que es un tema de imitación social. Yo soy madre de un hijo adolescente y siempre existió una amenaza latente: «Tu hijo se va a traumatizar. Espera que crezca un poquito para que veas el problema que le vas a causar a tu hijo, porque no va a poder entender cómo la madre es un hombre trans». Y yo creo que es un miedo bastante adulto-céntrico, porque lo que ha sucedido es que, por ejemplo, en el caso de mi hijo, nunca ha tenido problema con llamarme madre ni con utilizar pronombres masculinos, tampoco con presentarme a sus amigos ni amigas, ni estar en un espacio conmigo y ser cariñoso. Nunca se hizo realidad ese miedo que también tenía mi familia, incluso con la amenaza de que me iban a quitara mi hijo. Es decir, parece que ser trans nos va a costar todo: ser familia, ser persona, ser profesional, todo. Pero resulta que no es tan así. Creo que, incluso, es una apuesta de vida: tener hijos e hijas y poderles formar en la diversidad y naturalizarnos como padres y madres.
VS: Cuando tomas la decisión de ser una chica trans y ser lo que tú eres, nadie te puede parar. Debes tener claro lo que quieres ser y saber para dónde vas. Si no tomas la decisión y no estás decidida a hacer las cosas, entonces se vuelve algo complicado psicológicamente. Pero una sabe, y toca que las personas empiecen a verte como tú quieres, vivir la experiencia del tránsito. Por ejemplo, que tú vayas con tu mamá y que ella tenga que cambiar la forma de llamarte. Es complicado ese momento.
Yo me sigo llamando Lina…
VS: Sí, pero hay papás que no lo entienden.
Yo he negociado algunas cosas con mi familia. Me sigo llamando Lina, eso no tiene problema. Incluso existe un poco de presión para que me cambie el nombre. Ningún hombre se llama Lina en este país. Pero los pronombres son difíciles para ellos; llamarme con pronombres masculinos les sigue costando. Sin embargo, esto pierde un poco de importancia frente a otras acciones que reflejan la aceptación que hoy tienen hacia mí. Es decir, mi familia no me regala prendas de mujer. No me esconden. Me invitan a sus reuniones, me sientan a la mesa, soy bienvenido.
C: Eso es un tema fuerte. En mi casa le preguntaban a mi mamá con quién vivía, y ella decía: «Con mis dos hijas y… y… y…». Esa fue la lucha, pero yo decía: «Yo soy Coqueta». Y me sacaron de la casa. Cuando me puse mis prótesis, me decían que eso era del demonio. Yo les decía: «Él no me dio la plata, créanmelo». En mi familia todo el mundo aprendió que yo era Coqueta, pero mis tíos siempre fueron bien machistas. A mí sí me molesta porque, ya le digo, eso no es de ahora y quiero que me llamen Coqueta.
En mi caso, he querido quitarle esa carga que tiene el tema del género. Es decir, con el tiempo me ha importado cada vez menos. Y eso ha implicado que no me ofenda cuando alguien utiliza pronombres femeninos, excepto cuando es con la intención de dañarme. Cuando le quitas la carga que tiene al insulto, la gente ya no tiene cómo ofenderte. No me ofenden los pronombres femeninos; no me identifico con ellos, pero no siento que un pronombre femenino sea un insulto. Creo que el insulto más grande que yo puedo sentir es la imposición del género porque es algo muy rígido y apretado. No me considero de género fluido ni nada de eso, pero ha sido una reflexión muy personal a partir de una experiencia muy íntima, y creo que esto que soy se parece mucho a lo que siempre he querido ser. Y esa ya ha sido una muy buena conquista.
C: Durante años escuché que no existía un movimiento trans, también porque estaba sobre el imaginario la idea de una desunión entre nosotros y nosotras, que nos peleábamos, como si eso no pasara en otras poblaciones. Y el egoísmo es humano, eso no es de personas trans. Pero, hoy en día, la gente tiene otra idea del movimiento trans gracias al proyecto de ley que fue radicado en el Congreso. Ese proyecto unió a los colectivos y a las organizaciones con un objetivo claro: tener un marco legal para garantizar los derechos de las personas trans en toda su integralidad. No solamente estamos hablando de salud, del derecho a la tierra. Estamos demandando que se garantice el derecho a la educación, al trabajo, a tener una vivienda digna, porque ni siquiera es por falta de dinero, es que incluso teniendo dinero no te arriendan. Muchas veces nadie quiere ser vecino o tener de arrendatario a una persona trans.
Este proyecto de ley nos unió frente a ese objetivo porque nos consultamos y nos preguntamos qué queríamos que tuviera. Para mí ha sido maravilloso poder generar un espacio de diálogo, de encuentro, de poder reconocer todas las diferentes experiencias: indígenas, personas privadas de la libertad, trabajadoras sexuales, personas con vih, personas campesinas en la ruralidad, personas afro… Entonces, hablemos un poco de cómo nos soñamos si esto fuera ley. Porque ya está radicada en el Congreso, pero todavía no es ley. Para nosotros ha sido ya una primera conquista. Aunque sé que no lo va a resolver todo, ¿cómo nos soñamos una Colombia con una ley integral trans? ¿Qué creen que pasaría?
C: Yo creo que sería maravilloso. Si hablamos de la garantía de nuestros derechos, bien se ha dicho que el papel aguanta lo que sea, pero esos cambios que se han propuesto tantas veces tienen que ser una realidad. Porque se han propuesto miles de cosas, pero del dicho al hecho hay un trayecto muy grande. Para mí, sería muy lindo que nos brindaran oportunidades desde todos los espacios. Algo bueno de esta ley es que no olvida a las personas que pasamos de 35. Las que somos mayores no existimos, no vivimos, no tenemos derechos realmente. Si no hay derechos de los 18 a los 35, menos de los 35 a los 50, 60 y 70. Pero las que pasamos de esta edad también existimos, entonces tiene que haber un cubrimiento de todas esas necesidades, pero que sea real.
Queremos seguridad para las personas mayores, espacios laborales dignos, espacios donde las personas trans podamos ser y podamos tener. No es asistencialismo, es un derecho que una tiene. Si pensamos solo en las infancias trans o en las niñas de cierta edad hasta cierta edad, seguimos en lo mismo. Hay una ley de vejez, pero esa ley de vejez no es real, no cumple con lo que tendría que hacer.
Soñamos con que nosotros nos podamos construir mejor, no así, tan mal construidas, arriesgando hasta la vida, sino con procesos reales: hacer tránsitos seguros, sin repetir cosas que ya hemos vivido, como mutilaciones, violencia, desplazamientos de los hogares… Que se eduquen junto con nosotras. Porque ahora, cuando saben que tú eres diversa, hay una patada en el culo y para la calle. Y ahí: la prostitución, las sustancias psicoactivas, sobrevivir. Pero esto sería distinto si tenemos las herramientas para la vida que nos permitan estar, que permitan a las infancias trans crecer con lo que necesitan y que sea una realidad para todos y todas. Esto debemos soñarlo, porque todavía hay un camino muy largo por recorrer.
En el 2012, cuando se sancionó la ley de identidad en la Argentina, la primera en Latinoamérica, una activista argentina contaba que se había subido a un taxi y el taxista le había dicho: «Bueno, ahora con esta ley toca respetarles». Aunque no se nos garantiza completamente que eso que está en el papel sea inmediato, sí garantiza un marco, porque también es un acto simbólico, no solamente normativo. Es un mensaje a la sociedad que permite también generar acciones de política pública. Aquí quisiera introducir algo que este proceso me ha enseñado y es la diferencia entre el optimismo y la esperanza. El optimismo es esa idea de que todo tiene solución y eso nos pone ahí a echar globitos en el aire. Pero la esperanza se construye. Le dijimos al Congreso que estamos construyendo esperanza y no solamente para nosotros. Si nosotros avanzamos en derechos, avanza la sociedad entera. Creo que ese es el mensaje: no se puede construir paz sin nosotros. Así que también la esperanza está depositada en lo que hacemos y podemos construir como país. Es nuestra ley.
VS: Muchas personas no saben cómo hacer la transición y, ahorita, es más asequible. A mí se me dio la oportunidad hace un tiempo, pero antes era muy complicado. Es importante tener la información, aprender e instruirnos para lograr todas estas cosas.
Hay que politizar la herida. Por eso está esa frase de que lo íntimo y lo muy personal se vuelve político, especialmente cuando se nos han metido en la cama, en el cuerpo, en todo.
C: Sí, es que tristemente se maneja esta doble moral y ese machismo tan absurdo. Pero a mí me encantó lo que pasó con la Fundación Lxs Locxs cuando empezábamos acá, porque como es de mujeres trans, dicen que eso es de locas y para locas. Y no. Acá también trabajamos derechos, trabajamos por las mujeres y hablamos de esa diversidad, no solo como población lgbt, sino como personas. Yo invito a las personas a que lleguen y miren, y esto les ha cambiado la percepción a muchos. Aunque no todo el mundo lo acepta, hay algo que todavía les molesta, pero las cosas tienen que cambiar, ¿no?
Cuando la gente me pregunta: «Lina, ¿qué podemos hacer para que los lugares sean más seguros para las personas trans?», siempre les digo que tener amigos y amigas trans, tener parejas trans, tener familia con personas trans, andar con personas trans. Esto no se cambia con teoría, no se cambia con un discurso. No existe una fórmula ni una ecuación. Esto se cambia en la cotidianidad y en el relacionamiento con las personas trans.
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