En la historia del reggaetón romántico, hay una constante que define los casos de éxito: el periodo de fertilidad creativa es breve, y son pocos los himnos que sobreviven, pero aquellos que superan la prueba del tiempo quedan tatuados en el inconsciente colectivo de las masas.
Recordamos la era dorada de J Álvarez por himnos como «La Pregunta», «Sexo, Sudor y Calor», «Regalame una Noche» o «Junto al amanecer». Por la omnipresencia que el boricua ocupa en la fiesta latina, nos da la impresión de que su flujo productivo ha sido imparable y que sus dotes mágicos aún no merman. Pero acá los fantasmas de la memoria nos confunden, y la cronología indica que estos temas que sobreviven al olvido pertenecen al mismo álbum, el clásico Otro Nivel de Música, del 2011.
Este patrón se hace evidente en ejemplos como el de Gotay (su período de oro no duró más de tres años) y J Quiles (su cumbre discográfica es específica del 2016, recordemos La Promesa e Imperio Nazza, su mixtape canónico producido por Musicólogo y Menes). Los descensos recientes de Mora (el título de LO MISMO DE SIEMPRE es alusivo a su sequía creativa), Jhay Cortez (Le Clique: Vida Rockstar (X), su último álbum, es un despropósito), Sech (¿en qué está Sech hoy en día?) confirman el patrón.
Y luego está el caso de Feid.
En noviembre de 2017, Feid lanzó su álbum debut: Así como suena. Es un disco horroroso. Entonces Feid estaba todavía en su génesis artístico. Recién en 2015 había puesto su grano de arena como compositor en la titánica «Ginza» de Balvin, y aun no tenía autoridad o voluntad para contrariar los estereotipos pasados de moda de lo que era una estrella pop (según su disquera, Universal).
No fue sino hasta después de su tímida y fugaz aparición en el disco colaborativo The Academy (2019) que Feid entendió la urgencia de desarrollar una identidad nueva y genuina en su obra, que reflejara su estilo de vida, y como consecuencia natural, la cultura de Medellín. Este cambio fue notorio en títulos de canciones que reflejaban el argot de su tierra, como «CHIMBITA», «NEA» y «CHORRITO PA LAS ANIMAS». A partir del 2020, Feid heredó el trono del reggaetón paisa; FERXXO (VOL 1: MOR) y BAHÍA DUCATI fueron muestras contundentes de su potencial: su ejecución tenía una intencionalidad clara, los beats brillaban con más personalidad y su ecosistema empezó a sentirse auténtico por primera vez. En 19 (2019) intentó acercarse débilmente a este lugar, pero aún el sonido general era esteril y genérico. A pesar de su historial insípido como solista, el nuevo carisma irresistible de Feid, y su intuición renovada para leer el mercado, construyeron su fórmula ganadora.
El año del primer gran acierto discográfico de Feid coincidió con el lanzamiento de Colores, de J Balvin, cuyas ambiciones conceptuales no pudieron ocultar su fatiga creativa y, sobre todo, su incapacidad de adaptarse a los nuevos tiempos del reggaetón. El sendero estaba despejado para que Feid, quizá sin buscarlo, asumiera el rol como faro del reggaetón colombiano. Y eso hizo. Hoy pensamos en él y se nos vienen imágenes de sus gafas icónicas, del color verde que define su pantone, y de arenas repletas en Medellín, Bogotá y Los Ángeles. La notoriedad de su relación con Karol G no escapa del primer plano del entretenimiento.
Este hombre está hasta en la sopa, y alcanzó la gloria luego de saturar el mercado musical. En los últimos cinco años contamos diez proyectos publicados por él, entre álbumes, mixtapes y EPs. El éxito aún huele a nuevo en su épica, pero, recordemos, los tiempos del reggaetón son confusos e imprevisible. Si Salomón Villada sigue cavando en el pantano de la comodidad y la fatiga creativa, podría repetir los patrones que llevaron a las masas a desencantarse con los ídolos de antaño del reggaetón paisa. Ya los ecos de inconformidad en su audiencia se hacen sentir, y pareciera que él no está tomando nota del asunto. Es recurrente el comentario: «extraño al Feid del 2020, o extraño al Feid de INTER SHIBUYA» dentro de sus bases; y más que ser fruto de las trampas de la nostalgia, pareciera haber una verdad inexorable detrás de este malestar.
Hoy rememoramos con emoción FERXXO VOL: 1 MOR, pieza clave del reggaetón de esta década, por la calidez que nos brindó en tiempos pandémicos. Su prestigio se sostiene en una producción vibrante, pianos rhodes mágicos, melodías edulcoradas y texturas vivas de baja fidelidad. El caso de INTER SHIBUYA es similar: su propuesta artística fue exitosa y logró que desde las visuales hasta las instrumentales etéreas y nocturnas fueran un universo armónico. Ya para FELIZ CUMPLEAÑOS FERXXO TE PIRATEAMOS EL ÁLBUM (2022) la ejecución se tornó más cruda y esquelética; tanto su sonido como su portada reflejan la prisa que provocó la filtración del proyecto antes de tiempo. Esta fue la cumbre del reinado de Feid, y la consagración de su estilo de reggaetón romántico, con himnos azucarados e introducciones de un minuto.
Cinco años más tarde, la misma receta de su predecesor espiritual resulta torpe e ineficiente en FERXXO VOL X: Sagrado. Para algunos, los desaciertos de este álbum tienen que ver con la ausencia de Sky Rompiendo, productor estrella de la escena paisa que moldeó parte importante de lo más memorable del catálogo de Feid. Para otros, el problema es la repetición de fórmulas. En todo caso, los hechos concretos son que el minimalismo de «PIDA LO QUE QUIERA MAMI» se siente, más bien, totalmente vacío, y que versos como «Las quiero ver a todas moviendo ese booty / Porque yo mismo fui el que hice el bajo», en «I MIXX U» suenan como un credo desesperado que Feid pronuncia para sí mismo, en vez del derroche arrogante, contagioso, verosímil, con el que brillaba antes.
Resulta penoso escucharlo presumir de su rol como productor en uno de los discos más flojos de su carrera, sobre todo porque cuenta con la plataforma para acercarse al productor que le apetezca. Es verdad que FERXXO VOL X: Sagrado está microscópicamente salpicado por los restos de su creatividad de antaño. La pista de «I MIXX U» destaca por sus acordes coloridos y veraniegos, mientras que «KELOIDE» emociona por su marea de texturas cortadas a cuchillo, matizadas por efectos de procesamiento y propulsadas por sus baterías chiclosas, a pesar de que suene como una maqueta a medio cocinar. Aún así, el balance general es desfavorable, y eso que las expectativas eran bajas por lanzamientos recientes totalmente olvidables como MANIFESTING 20-05 o Los 9 de Ferxxo y Sky Rompiendo.
Por un lado, aprecio la intención de volver a las raíces del reggaetón en «NO ME DEJO XXIMBIAR», la idea más interesante en papel del disco, pero peor ejecutada en cuanto a lo fáctico. Esta tentativa de retorno al proto-reggaetón es importante si tenemos en cuenta lo mucho que le ha costado a Feid probar con otras paletas de ritmos a lo largo de su carrera. Pero si su objetivo era volver a los inicios del género, al ímpetu espontáneo y libertino de cassettes como Playero 38 o The Noise, Underground Original, este acercamiento fracasa parcialmente. Sí, resulta divertido escucharlo cantar desafinado y con un beat de notas rebeldes que contrastan con lo homogéneo y predecible de su obra; pero como oyente adepto del reggaetón extraño el carácter genuinamente frenético, explícito, vulgar y desinhibido que aún sobrevive como chispa fundamental en obras contemporáneas como la de Jowell & Randy, en himnos de esta década como «Safaera», o en el espíritu del underground latino: ya sea SINAKA liderando la vanguardia del reggaetón chileno con su underground-revival —que se lee como progreso reaccionario: su frescura está en su regreso a la tradición—, o Donny Graff, desde México, con sus rapeos envolventes y una agresividad reminiscente a la mejor versión de Héctor el Father. El reggaetón no está muerto, pese a lo que muchos argumentan. Solo está penosamente limpio en la superficie: por eso está condenado a sonar miserablemente estéril, resultado de lógicas mercantilistas obsoletas. Por favor, que alguien le pase el recado a Universal, Warner y Sony: no necesitamos discos abultados con dos bonus tracks, una versión ralentizada y un feat perfectamente olvidable de Wisin. Mientras Feid continua agachando la cabeza ante los intereses de las majors, en el under se pone en práctica la fórmula contraria con resultados creativos muy exitosos: discos que funcionan como cápsulas breves, sin invitados ni relleno; entre quince y treinta minutos de perreo en su presentación más pura.
FERXXO VOL X: Sagrado abre con «Caferxxo», con Nidia Góngora: la colaboración más emocionante del disco. Por un momento parece que Feid va a seguir el camino loable de rendirle tributo al folclor colombiano, como lo hizo Bad Bunny en DeBÍ TiRAR MáS FOToS con gracia, esmero y pasión verdadera. Pero su guiño al Pacífico colombiano resulta intrascendente: basta con que Feid empiece a nombrar todos los días de la semana —sí, todos: desde el lunes hasta el domingo— para que el tema pierda el encanto que crea su introducción mística.
Incluso los momentos de aprecio al rap neoyorquino —«ANDO XXIL»— se sienten como sobras de lo que articuló con más personalidad, propiedad y contundencia en el pasado en temas como «Le Pido a Dios», con la leyenda DJ Premier. Es una lástima que sus afectos por el rap no basten para evitar desastrosas decisiones curatoriales: «S4TM (Slow & Reverb)» es más una triste concesión para las demandas efímeras del ecosistema tiktokero que un homenaje a DJ Screw y el hip-hop psicodélico de Houston.
En su ensayo El hombre mediocre, José Ingenieros concibe la mediocridad como una obstrucción en los senderos de los ideales: la antítesis que impide que estos se realicen. Para Ingenieros, los ideales representan el continuo devenir hacia la perfección, que no se alcanza porque la realidad material lo permite solo a medias: entonces surge otro ideal que refresca el sendero, y así sucesivamente. Cuando escuchamos la reciente racha de lanzamientos (torpe y apabullante) de Feid, es imposible no preguntarse por la legitimidad de los propósitos que movilizan sus acciones. Al inicio de disco canta: «Todos los años saco álbumes, pero este es diferente». No logro dejar de pensar: ¿tendrá a estas alturas un deseo genuino de superarse artísticamente? Por los destellos breves y puntuales de creatividad que hay en este disco, podríamos retomar la fe —a medias, con cautela— respecto a su futuro. ¿Quizás las intenciones eran nobles y este disco es producto del mal gusto pasajero?
Solo los tiempos del reggaetón dictarán qué temas le sobrevivirán al reinado de Feid. Solo las lógicas irracionales de la cultura nos dirán si este disco valió de algo en su recorrido artístico. Pero de momento tengo la intuición de que su reinado corre peligro: podría derrumbarse inminentemente por exceso de comodidad, como le pasó a J Balvin. Por otro lado, mis ideales —quizá ingenuos por su espíritu joven y romántico— me llevan a creer que todavía hay motivaciones nobles latiendo dentro de él, que van más allá de sus contratos con Salomon, Totto, los Yankees y demás marcas. Aún puede haber un devenir más honroso para la obra de Feid. Puede tomar nota de los malos ejemplos de su entorno (Shakira, Maluma, Balvin) para reinventarse con gracia como supieron hacer sus ídolos. Arcángel no dudó en saltar del rap estricto, al R&B, al electropop, al reggaetón sintético, al trap, al drill y así sucesivamente.
Queda en el aire si Feid logrará romper con el patrón de los periodos breves y fugaces de creatividad en el reggaetón romántico, y si estará dispuesto a escuchar sus ideales, ejecutarlos con la paciencia que ameriten, y acallar las voces engañosas de la industria.
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