En el laboratorio de conservación del Archivo Nacional reposa una caja metálica grisácea de 44 cm de largo, 15 cm de alto y 18.5 cm de ancho. Los rayones que han levantado la capa de pintura y los pequeños trazos de óxido en su superficie siguieren una antigüedad mayor a cincuenta años. En su interior, la caja guarda cerca de 2600 fichas bibliográficas escritas en letra cursiva, que bien podría ser uno de los descubrimientos (o redescubrimientos) de la historia intelectual del siglo XX hecho en los últimos años y que, gracias al presbítero y capellán de la Universidad Nacional, Luis Carlos Bernal Rico, hoy se encuentran al amparo del Archivo General de Nación.
Como sucede con muchos descubrimientos, la caja con fichas bibliográficas llegó de manera fortuita a manos del padre Luis Carlos. Este es su relato: «En 2016, recibí algunas cosas en donación, libros y muebles. Cuando terminé de retirar tales cosas, eso creía yo, se me indicó que me faltaba algo más, una curiosa caja metálica, que parecía un archivador en miniatura. Sorprendido expresé que la caja en mención no me pertenecía, pues en ningún momento se había hablado de que fuera para mí, y yo nunca me fijé siquiera en su existencia. Sin embargo, se me refutó con el argumento de que era para mí, y que de hecho estaba marcada con mi nombre, lo cual pude confirmar al acercarme a lo que hoy entiendo es el Fichero».
La caja sellada con cinta ancha no llamó la atención del padre y pasaron varios meses para que examinara su contenido. Le parecieron curiosas esas fichas escritas en varios idiomas y se preguntó: «¿Para qué me habrían entregado tales fichas bibliográficas?». Pero sus múltiples funciones en la Universidad Nacional le impidieron indagar sobre su origen. Tiempos después las volvió a examinar y concluyó que podrían pertenecer al cura Camilo Torres. Las dudas comenzaron a disiparse cuando se percató de un detalle que ni él ni los que habían tenido algún contacto con la caja habían visto: un pequeño rótulo mecanografiado que decía «Fichero personal Camilo Torres». Llegó la pandemia y la indagación se detuvo.
En 2022, el presbítero le mostró al padre Javier Giraldo algunas de las fichas y él dijo que «consideraba muy probable que la caligrafía correspondiera a Camilo». Consciente del tesoro que tenía en su poder, el padre Luis Carlos dirigió sus esfuerzos a asegurar su preservación. Tocó las puertas del archivo histórico de la Universidad Nacional de Colombia para digitalizar las fichas. La institución se comprometió a hacerlo, pero luego de varios meses no avanzó ni en un solo documento. Así, el padre retiró la caja y se dirigió al Archivo Histórico de la Pontificia Universidad Javeriana. Después de un año, en febrero de 2024, la Universidad le notificó que las 2597 fichas estaban digitalizadas.
El padre sabía que no contaba con los «medios para conservar este patrimonio de forma debida», ni con las condiciones para divulgarlo y ponerlo a disposición de investigadores. Consideró que el valioso material del cura Camilo debía estar en el Archivo General de la Nación y el 15 de febrero de 2024 lo entregó a la institución. Ahora la caja se encuentra en el laboratorio de conservación a la espera de que su contenido sea trasladado a adecuadas unidades de conservación para luego describirlo y, así, ponerlo a disposición de todos los colombiano y colombianas.
Todavía falta determinar las fechas extremas del fichero de Camilo Torres, pero las primeras indagaciones arrojan que buena parte de la información pertenece a sus años de seminarista, es decir, entre 1947 y 1954. Un periodo que todavía sigue siendo poco desconocido, sobre todo en su producción intelectual. En su tesis de grado Dilemas y continuidades. Una reconstrucción del pensamiento político-religioso de Camilo Torres Restrepo (2019), el politólogo Juan Pablo Muñoz Rodríguez afirma que entre 1947 y 1954, la «producción escrita de Camilo en este período es poca, pero significativa (…) como estudiante de Derecho sus textos se reducen a lo que escribió como redactor para la sección “La vida universitaria” en el periódico La Razón (…) frente a su tiempo de formación en el Seminario Mayor de Bogotá, no hay mayor producción escrita. Especialmente dos de los pocos escritos de Camilo dejan ver que, entre julio y agosto de 1947, surge un interés por valores espirituales».
Por su parte, investigadores como Walter Broderick (Camilo, el cura guerrillero) y Orlando Villanueva (Camilo: acción y utopía) afirman que Torres comienza a formar su pensamiento cristiano popular influenciado por la Rerum Novarum, la Quadragesino Anno, la Encíclica de Pío XI y los escritos del dominico belga Pére Rutten. Parte de ese periodo formativo podría evidenciarse en buena parte de las fichas bibliográficas, en especial, las referidas a las meditaciones hechas por Camilo en sus retiros espirituales. Allí, en breves apuntes, él reflexiona sobre el sacerdocio, la voluntad de Dios, la obediencia, la oración, la vocación, la castidad y demás temas de la doctrina católica, así como las virtudes que debe aprender para ser un buen sacerdote.
Si bien no son textos elaborados, estos escritos permiten conocer cómo fue la formación sacerdotal de Camilo. Por ello, casi no aparecen los temas sociales que en una etapa posterior serán determinantes en su pensamiento. Estos apuntes ponen en blanco y negro lo que aprendían los seminaristas, por ejemplo, la importancia dada a la historia de los papados y podrían ser el punto de partida para llenar las lagunas que existen en la evolución del pensamiento de Camilo.
Otro grupo de fichas muestra cómo, después de ordenarse sacerdote en 1954, Camilo se acerca a otras perspectivas intelectuales más allá de la doctrina religiosa aprendidas en el seminario. Aparecen referencias a los célebres sociólogos Max Weber, Talcott Parsons y Orlando Fals Borda (de quien, a propósito, este año se conmemoran los cien años de su natalicio). También se referencian boletines de estadística de Colombia, anuarios y diversidad de documentos oficiales, con los que Camilo construye un pensamiento más científico para explicar la sociedad colombiana.
Ahora que Camilo Torres vuelve a ponerse de moda, entre otras cosas, por las constantes menciones del presidente Gustavo Petro a la sotana que guarda en el palacio de Nariño, esta caja, que durante décadas estuvo en las penumbras y que volvió a ver la luz gracias al padre Luis Carlos, seguramente servirá para comprender mejor la vida intelectual del cura guía de la lucha social en el país.
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