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Sin ojos en Gaza

10 de mayo de 2025 - 3:17 pm
El ganador del Óscar a Mejor Documental en 2025 fue No Other Land —dirigido por dos israelís y dos palestinos—, que durante hora y media, narra la situación en Khalet Al-Dab, una comunidad palestina en Cisjordania ocupada por Israel. El documental, filmado antes de la masacre de Hamás en Israel el 7 de octubre de 2023, muestra la resistencia de los palestinos ante su desplazamiento forzado. Este es el punto de partida para los siete ensayos de Lucas Ospina, que interroga las cámaras como testigos y armas, el papel del periodismo, la batalla por el control visual y cómo resistir la banalización del dolor en la era digital.
No Other Land (2024), de Yuval Abraham, Basel Adra y Hamdan Ballal.
No Other Land (2024), de Yuval Abraham, Basel Adra y Hamdan Ballal.

Sin ojos en Gaza

10 de mayo de 2025
El ganador del Óscar a Mejor Documental en 2025 fue No Other Land —dirigido por dos israelís y dos palestinos—, que durante hora y media, narra la situación en Khalet Al-Dab, una comunidad palestina en Cisjordania ocupada por Israel. El documental, filmado antes de la masacre de Hamás en Israel el 7 de octubre de 2023, muestra la resistencia de los palestinos ante su desplazamiento forzado. Este es el punto de partida para los siete ensayos de Lucas Ospina, que interroga las cámaras como testigos y armas, el papel del periodismo, la batalla por el control visual y cómo resistir la banalización del dolor en la era digital.

1. El muro y la mirada: De 5 Broken Cameras a No Other Land

Hace unos meses, en la plataforma rusa ok.ru, conocida como el «Facebook ruso» se podía encontrar una versión subtitulada de No Other Land, un documental de hora y media que narra la situación en Khalet Al-Dab, una comunidad palestina en la Cisjordania ocupada por Israel. La película, filmada con anterioridad a la masacre de más de mil personas y el secuestro de más dos centenares de civiles en Israel durante la incursión terrorista del ejército de Hamas en octubre 7 de 2023, muestra la resistencia de los habitantes palestinos ante su desplazamiento forzado, luego de que las autoridades israelíes declararan su tierra como un campo de tiro.

Ok.ru, considerada la videoteca pirata pública más grande del mundo, es respaldada por el gobierno ruso y refleja algunas de sus prácticas. Una de esas políticas a partir de la guerra en Ucrania es la de volver oficial el robo: el proyecto convierte en política de Estado el pirateo bajo la figura de la «Anulación de la responsabilidad por el uso de software sin licencia en la Federación de Rusia y propiedad de un titular de derechos de autor de países que han apoyado las sanciones». En vez de «Copyright» ahora, por ley, en Rusia existe el «Right to copy». Sin embargo, a pesar de que millones de películas siguen disponibles, No Other Land ya no está en ninguna versión (había varias). Un mensaje muy poco común en el portal indica que el contenido ha sido bloqueado por derechos de autor, lo que sugiere que el reclamo pudo venir de la productora del filme o de un supuesto denunciante con interés en que la película desaparezca de circulación.

La película marca el debut como directores de los cuatro cineastas que la dirigen: Basel Adra, abogado y periodista palestino; Hamdan Ballal, fotógrafo y agricultor palestino; Yuval Abraham, periodista de investigación israelí; y Rachel Szor, directora de fotografía israelí. A pesar de haber obtenido el premio a Mejor Documental en los Oscar 2024, No Other Land no consiguió distribuidor en Estados Unidos y su presencia en plataformas digitales es limitada. Aunque sus directores anunciaron su disponibilidad por algunas semanas en la plataforma Gathr y se anuncia en Apple TV y Amazon Prime, en Colombia no es accesible salvo que se modifique la dirección IP para simular la ubicación en un país con licencia activa.

En Colombia, Munir Falah, director encargado por el Grupo Santo Domingo de la cadena de teatros más grande del país y, por rebote, de su oferta comestible en una de las 10 empresas de alimentos más lucrativas de la nación, tiene una activa presencia en Twitter. Ahí suele promocionar estrenos y atender reclamos, especialmente sobre la limpieza de las salas tras el consumo masivo de crispetas y bebidas azucaradas. Sin embargo, cuando una clienta le preguntó, después de la ceremonia de los Oscar, si su cadena exhibiría la película, optó por el silencio y permitió que el bot corporativo respondiera con información falsa: «Hola, Estefanía: Te invitamos a conocer nuestra cartelera y los próximos estrenos en: https://cinecolombia.com/bogota/cartelera. La proyección de la película que mencionas será en los primeros días de 2025».

La película sólo tuvo algunas funciones en la Cinemateca de Bogotá y es claro que Cine Colombia no la quiere en sus cines en Colombia.

No Other Land es la continuación de otras películas filmadas en este mismo territorio donde algunos jóvenes usan su vista y la memoria de la cámara, o ahora el celular, para enfrentar la violencia de un ejército amparado por las arbitrariedades de la ley impuesta por un poder invasor. «Esta es una historia sobre el poder, crecí viéndolo», dice Basal Adra a la mitad del documental. La película recuerda, por ejemplo, el poderoso precedente de 5 Broken Cameras (2011), obra nacida de la colaboración entre el agricultor palestino Emad Burnat y el cineasta israelí Guy Davidi. Este documental nos ofrece una perspectiva íntima y personal de la resistencia no violenta en Bil’in, Cisjordania, frente a la expansión de asentamientos israelíes y la construcción de una barrera de separación que devasta las tierras agrícolas de la comunidad.

Lo que comenzó como un proyecto familiar —Burnat simplemente quería documentar el crecimiento de su hijo recién nacido Gibreel—se transformó en un testimonio histórico cuando las circunstancias lo convirtieron en un cronista involuntario de su tiempo. Sus grabaciones evolucionaron para capturar las protestas del pueblo y los frecuentes enfrentamientos con el ejército israelí.

A lo largo del filme, somos testigos de la transformación física y emocional de Burnat: su rostro, inicialmente jovial, se torna gradualmente en uno más recio donde la alegría aparece solo de manera fugaz. Paralelamente, las cinco cámaras que utiliza durante este periodo de cinco años son sucesivamente dañadas o destruidas durante manifestaciones y enfrentamientos con las fuerzas del Estado de Israel.

Miro en ok.ru a ver si la película en su versión subtitulada existe todavía, respiro, copio aquí el enlace para verla: https://ok.ru/video/3130856311455

2. Cámaras como testigos y armas de memoria

Basel Adra, el abogado y periodista palestino que protagoniza No Other Land, enfrenta regularmente al ejército, la policía y los colonos israelíes con una declaración que se ha convertido en su mantra de resistencia: «Te estoy filmando, te estoy filmando». Esta forma de activismo fílmico adquiere una relevancia extraordinaria en el contexto de la guerra en Gaza, donde soldados israelíes han sido implicados en posibles crímenes de guerra a través de sus propias publicaciones en redes sociales, donde exhiben actos de violencia con un inquietante componente performativo bajo el efecto entre ceñudo y risueño de una fuerte droga mental que ingieren desde su más tierna infancia: el sionismo. El ojo de la cámara es casi un último recurso inmediato de vergüenza y contingencia de denuncia ante la acción brutal de la soldadesca israelí. «El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve», decía Antonio Machado.

El fenómeno de la cámara en el ejército invasor, ahora por vía de los teléfonos móviles personales, ha sido meticulosamente documentado por Israel Genocide Tracker, una cuenta en Twitter dedicada a rastrear publicaciones de soldados israelíes que muestran y montan en redes videos donde con desconcertante orgullo exhiben sus atroces acciones. La cuenta compila perfiles detallados que incluyen nombre, edad, antecedentes familiares y unidad militar. Según reportes del medio TRT, citando al Canal 12 de Israel, numerosos soldados han expresado preocupación por esta exposición pública. «Temo que busquen mi nombre en Google y lo encuentren allí», confesó uno de ellos. Como respuesta, las páginas oficiales de los batallones israelíes han implementado medidas de protección: eliminan nombres, pixelan rostros y ahora fotografían a su personal militar de espaldas para evitar su identificación.

En un giro tan jovial como perturbador, a finales de marzo de 2025, las Fuerzas de Defensa de Israel publicaron en Twitter imágenes generadas por inteligencia artificial que representaban a sus soldados en el estilo distintivo del Studio Ghibli. Con el mensaje «Pensamos que también nos uniríamos a la tendencia Ghibli», intentaron sumarse a la onda viral del momento en redes. Sin embargo, este anuncio de propaganda, con 31 millones de vistas, provocó una indignación parcial: se apropia del estilo de un estudio conocido por sus temas antimilitaristas y su defensa de la paz para lavarse la cara con el arte corporativo de ChatGPT.

Frente a estos intentos de ocultamiento y animación propagandística, emerge una resistencia periodística que trasciende la cobertura superficial y la falsa equivalencia. Younis Tirawi, periodista palestino especializado en investigación política y de seguridad en los territorios ocupados, ha desarrollado un trabajo crucial documentando cuentas de redes sociales de soldados israelíes. Sus hallazgos han sido citados por el equipo legal sudafricano ante la Corte Internacional de Justicia en su demanda contra Israel por genocidio. Su hilo en Twitter, con más de dos millones de visualizaciones, expone 114 perfiles con imágenes y datos identificativos. Estos rostros, que en muchos casos parecen extraídos de la guapura y la pose heroica de producciones y videojuegos estadounidenses, revelan con perturbadora tranquilidad la realidad en terreno de una superproducción bélica patrocinada con amplitud por los 22.000 millones de dólares enviados a Israel desde octubre 7 de 2023 por el complejo militar del gobierno de Estados Unidos. Veamos los perfiles #1 y #114 de esta extensa y meticulosa investigación periodística:

#1 Comandante y Mayor Avinoam Goelman, división 98: «Tenemos que matarlos sin piedad. Sin distinguir entre los operativos de Hamás y la población civil porque no existe tal cosa… Para mí, cualquiera que viva en la Franja es un asesino en potencia. Los civiles “inocentes“ de Gaza no son inocentes en absoluto… Los residentes de Gaza como sociedad deben pagar con sus cuerpos y almas el precio de alimentar a este régimen malvado. Gaza debe ser conquistada y todos sus dirigentes, incluidos los de nivel medio, deben ser asesinados. Todas las mezquitas de Gaza deben ser destruidas… Tenemos que romper la sociedad gazatí desde dentro, sembrando en ella dolor, tristeza y pérdida de tal manera que no pueda rehabilitarse como sociedad con una narrativa asesina y malvada. No tendremos elección».

#114 Oficial Capitán Imanuel Tzipris, Subcomandante de Compañía, Brigada 7 «Conquista, expulsión y asentamiento en Cisjordania y Gaza» «¿Quieres vivir? Váyanse a la playa, súbanse a barcos, atraviesen la frontera con Egipto, no es nuestro problema. Evacuación total de Gaza».

El inicio y el cierre de ese extenso hilo, que involucra a otros 112 miembros de las fuerzas sionistas, coinciden declaración a declaración con la política del gobierno de Netanyahu y muestran cómo la política ha sido, desde el principio, una sola: la continuidad del genocidio del pueblo palestino. Las pausas en forma de alto al fuego o de ayuda humanitaria no son más que prórrogas tácticas de una estrategia sostenida. «Las mentiras, por su propia naturaleza, tienen que ser cambiadas, y un gobierno mentiroso tiene que reescribir constantemente su propia historia», dijo Hannah Arendt.

Documentos desclasificados por los Archivos Estatales de Israel en 2021 revelan que las actitudes hacia los palestinos han variado muy poco desde la década de 1940. Desde entonces, ha existido una política —al menos entre sectores de las élites militares y políticas israelíes— orientada a la expulsión forzada de la población árabe hacia países vecinos. En 1965, Reuven Aloni, subdirector general de la Administración de Tierras de Israel, expresó en una reunión que el objetivo ideal era un «intercambio de población». Se mostró incluso optimista ante la contingencia de un ataque en territorio israelí: «Llegará un día, dentro de diez, quince o veinte años, en que se producirá una situación determinada —una guerra o algo parecido— y la solución básica será el traslado de los árabes. Creo que deberíamos considerar esto como un objetivo final».

3. El silencio cómplice: periodismo en la línea de fuego

La importancia del periodismo trasciende la mera información: constituye el derecho fundamental que permite defender todos los demás derechos. Esta verdad adquiere una dimensión trágica en Gaza, donde los comunicadores se han convertido en blancos prioritarios con un saldo devastador: más de ciento cuarenta y cinco periodistas asesinados desde octubre de 2023. Esta cifra, en su brutal contundencia, supera con creces las registradas en otros conflictos recientes: quince periodistas en Ucrania desde 2022, ciento noventa durante toda la guerra de Irak (2003-2011), sesenta y tres en Vietnam (1955-1975), y aproximadamente sesenta en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

«Matar o herir a palestinos debería ser tan fácil como pedir una pizza». Esta frase estremecedora, recogida por Antony Loewenstein en su libro El laboratorio palestino. Cómo Israel exporta al mundo la tecnología de la ocupación, revela la deshumanización subyacente en el desarrollo tecnológico militar israelí. El periodista, investigador y cineasta —quien se define como judío, ateo y australiano— expone cómo esta banalización de la violencia se materializa en aplicaciones militares: «se trata de una aplicación diseñada por el ejército israelí en 2020 que permitía a un comandante enviar detalles sobre un objetivo a las tropas que, a continuación, neutralizarían rápidamente a ese palestino». El coronel Oren Matzliach, responsable del proyecto, describió el proceso como «pedir un libro en Amazon o una pizza usando tu smartphone».

Para los periodistas palestinos, este sistema ha perfeccionado el arte macabro de convertirlos en noticia para impedirles generar más periodismo. Cada imagen de un comunicador caído funciona como advertencia tanto interna como externa, haciendo casi innecesario el bloqueo formal a periodistas extranjeros. La pregunta se impone: ¿qué medio enviaría corresponsales a una muerte casi segura?

En 2024, el Premio Mundial de Libertad de Prensa UNESCO-Guillermo Cano —que honra la memoria del director colombiano de El Espectador, asesinado por el narcotráfico— fue otorgado colectivamente al periodismo palestino. Sin embargo, este reconocimiento ha encontrado un silencio inquietante entre los gremios periodísticos.

En Colombia las voces prominentes de la opinión nacional y los directores de medios evitan abordar un tema que, por su naturaleza, debería provocar especial solidaridad profesional. Esta omisión sugiere que el columnismo frecuentemente funciona como escaparate para servicios de asesoría con acceso privilegiado a fuentes oficiales. Así, posicionarse claramente frente a la crisis palestina podría comprometer relaciones y contratos privados que, en su mayoría, permanecen ocultos al escrutinio público.

4. La batalla por el control visual de un genocidio

El gobierno israelí ha extendido su estrategia de ocultamiento visual a la sociedad civil mediante restricciones legales que limitan las protestas que exhiben imágenes de menores palestinos fallecidos. Estas medidas se justifican con argumentos de seguridad nacional, orden público y prevención del odio, que les permiten a las fuerzas de seguridad dispersar manifestaciones y confiscar material gráfico. En abril de 2025, la policía intentó prohibir al grupo Standing Together portar carteles con rostros de niños muertos en Gaza durante una protesta en Tel Aviv, aunque la presión pública logró revocar esta orden.

A pesar de ocasionales victorias, la censura persiste. Activistas denuncian que la policía confisca regularmente pancartas con mensajes tan básicos como «Niñas y niños quieren vivir. Basta de matar», considerándolos inaceptables. En algunos casos, las autoridades han llegado al extremo de recortar frases específicas como «Basta de matar». Los desafíos legales han sido mayormente infructuosos: en agosto de 2024, el Tribunal Superior de Justicia desestimó una demanda contra la policía por confiscar carteles críticos, priorizando la «seguridad pública» sobre la libertad de expresión.

El mantra de Basel Adra en No Other Land («Te estoy filmando, te estoy filmando») resuena como un acto fundamental de resistencia, pero plantea preguntas profundas: ¿Es suficiente aprender a ver? ¿Puede la imagen por sí sola lograr la liberación? En el documental, Basel sostiene casi todo el tiempo su teléfono y enfrenta estas dudas mientras intenta navegar los algoritmos y bloqueos que afectan la visibilidad de sus publicaciones. Los testimonios palestinos cuestionan la eficacia del periodismo: «¿qué importa si a nadie le importa?». La pregunta esencial, en el contexto del genocidio, se vuelve aún más punzante: si uno decide no empuñar un arma, ¿cómo puede resistir?

No Other Land, ganadora del Óscar a Mejor Documental en 2025, ha enfrentado la dura oposición oficial. El ministro de Cultura israelí, Miki Zohar, calificó el premio como un «momento triste para el cine», acusando a los realizadores de «difamar a Israel» y usar esta difamación como «herramienta de promoción internacional». Zohar defendió la reforma cinematográfica de su ministerio, que busca redireccionar fondos públicos hacia producciones de propaganda que «hablen al público israelí» en lugar de documentales críticos.

La censura ha provocado una resistencia cultural: mientras los cines comerciales evitan proyectar el documental, activistas organizan funciones en espacios comunitarios de Tel Aviv y Jerusalén, atrayendo a israelíes que desconocían las realidades mostradas en la película.

El caso tomó un giro violento el 24 de marzo de 2025, cuando Hamdan Ballal, codirector del documental, fue atacado por colonos israelíes en Cisjordania y posteriormente arrestado. Según testigos, Ballal sufrió heridas en la cabeza y estómago, siendo detenido cuando solicitó atención médica. Las autoridades israelíes alegaron que él y otros palestinos fueron arrestados por supuestamente arrojar piedras, aunque fueron liberados al día siguiente. El incidente generó condenas internacionales, el codirector Yuval Abraham describió el ataque como un «linchamiento» y denunció los peligros que enfrentan los artistas palestinos.

La Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas estadounidense fue criticada por su silencio inicial sobre el caso, y Abraham acusó a la organización de no apoyar a cineastas perseguidos. Tras la presión pública, la Academia emitió una disculpa a regañadientes y luego reconoció que su respuesta ladina no mencionó directamente a Ballal ni al documental y reafirmó su compromiso con la libertad artística.

El Gobierno Trump, apenas posesionado, mostró su interés en el control de la imaginación propia de la libertad artística al nombrar a tres actores veteranos (Jon Voight, Mel Gibson y Sylvester Stallone) en un cargo que no existe como «embajadores» del cine estadounidense. «Estas tres personas de gran talento serán mis ojos y mis oídos, y haré lo que me sugieran. Será de nuevo, como los Estados Unidos de América, ¡la Edad de Oro de Hollywood!», declaró el presidente.

Al mes de este anuncio, Donald Trump, en su cuenta de la red Truth Social, ofreció un ejemplo de su visión cinematográfica dorada al ver la oportunidad dorada de apropiarse de un video de origen satírico. Este material, que un productor de Hollywood había puesto a circular en un grupo de WhatsApp para mostrar las capacidades de la «inteligencia artificial», se transformó desde la cuenta del primer mandatario —gracias a la ambigüedad propia del arte— en una muestra banal de la estupidez natural del presidente, quien ve el «cambio poblacional» en Palestina propuesto por el sueño sionista, como un desarrollo más de negocios bajo un Trump Gaza: «la oportunidad de hacer algo que podría ser fenomenal… la Riviera de Oriente Medio, podría ser magnífica».

5. Las seis cegueras del conflicto

En su penetrante ensayo «Eyeless in Gaza», W. J. T. Mitchell, catedrático de Inglés e Historia del Arte en la Universidad de Chicago y editor jefe de Critical Inquiry, establece un paralelismo revelador con el poema dramático de John Milton, Sansón Agonista:

La promesa fue que yo
liberaría a Israel del yugo filisteo;
Pregunta ahora por este gran Libertador, y encuéntralo
Sin ojos en Gaza en el Molino con esclavos,
él mismo atado bajo el yugo filisteo;

Mitchell nos recuerda que «Sansón era la máquina de guerra del antiguo Israel, un poderoso guerrero invulnerable a los ataques y capaz de destruir a los enemigos de Israel armado sólo con la quijada de un asno». Sin embargo, Sansón sucumbió a la complacencia:

Caminaba admirado por todos y temido
en tierra hostil, sin que nadie se atreviera a desafiarme.
Entonces, hinchado de orgullo, caí en la trampa.

«La trampa», explica Mitchell, «es la relación amorosa de Sansón con una mujer filistea llamada Dalila, que le corta el pelo (el secreto de su fuerza), por lo que queda ciego y es esclavizado por los filisteos como trabajador del molino».

Al preguntarse «¿Qué puede tener esto que ver con la actual invasión israelí de Gaza?», Mitchell identifica seis formas de ceguera que perpetúan el conflicto:

Ceguera a la existencia de los palestinos: «Cuando uno pregunta sobre ‘esas personas’, una respuesta frecuente es que no las ven, y que desearían que simplemente se callaran y nos dejaran en paz […] Los palestinos son invisibles para muchos israelíes, como si no existieran en absoluto».

Ceguera a las consecuencias de sus políticas: «La mitología de ‘una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra’ es el contrapunto verbal de esta ocultación visual …La eliminación de pueblos palestinos no solo borra su presencia física, sino también su historia y memoria».

Ceguera histórica y mitológica: «Entonces, hinchado de orgullo, caí en la trampa… La arrogante confianza en su superioridad militar los llevó a bajar la guardia en la frontera de Gaza …Sansón, cegado y esclavizado, es una metáfora de lo que ocurre cuando el poder se vuelve complaciente».

Ceguera a la violencia estructural: «La violencia estructural de la ocupación y el bloqueo no siempre es visible, pero afecta profundamente a la población palestina …El sufrimiento palestino es sistemático, pero rara vez se reconoce como tal… La ocupación no es solo una cuestión militar, sino una forma de control que permea todos los aspectos de la vida palestina».

Ceguera a la resistencia palestina: «La resistencia palestina no es solo armada, sino también cultural y política».

Ceguera moral: «La negativa a ver el sufrimiento palestino y la justificación de acciones militares sin considerar sus consecuencias humanitarias …La guerra no solo destruye vidas, sino también la capacidad de empatizar con el otro».

6. El círculo cerrado: memoria, identidad y solipsismo nacional

Ori Goldberg, académico, autor y comentarista político israelí con doctorado en estudios del Medio Oriente, se ha convertido en una voz crítica contra las políticas de su propio país, especialmente en relación con Gaza e Irán. Afectado por un cáncer y marginado de los medios y espacios académicos dominantes en Israel, ha encontrado en las redes sociales —particularmente en Twitter— su principal plataforma de expresión. A través de análisis detallados, Goldberg cuestiona frontalmente las acciones del gobierno israelí. Las caracteriza frecuentemente como genocidas y desconectadas de la realidad. Su perspectiva también desafía las narrativas oficiales sobre Irán y Hezbollah y argumenta que Israel promueve versiones simplificadas de dinámicas geopolíticas mucho más complejas.

En uno de sus hilos, Goldberg nos invita a contemplar una imagen reveladora:

«Mira esta imagen generada de un popular sitio web israelí. A la izquierda, el brazo tatuado de un superviviente del holocausto. A la derecha, un superviviente de la fiesta de Nova, el lugar de la masacre más letal de Hamás. El pie de foto dice «no olvidaremos y no perdonaremos» .

«El alcalde de la ciudad en la que vivo habló en el instituto de mi hijo pequeño. ¿Su mensaje? La cuarta generación del holocausto se ha convertido en la primera generación de octubre. Ese es el significado de esta imagen. Hemos encontrado la manera de burlar al tiempo».

«Este es nuestro bucle, nuestro vínculo inextricable: sólo con nosotros mismos. Habitamos el mismo universo que nuestros fantasmas. Nadie más puede entrar. El recuerdo del holocausto potencia el recuerdo del 7.10.23 y viceversa. No hay otros recuerdos ni otras lecciones que aprender».

«Puede que sea un círculo vicioso. Eso no tiene importancia. Lo único que importa es que es nuestro círculo. Nuestro tiempo fluye como queremos que fluya. Incluso las leyes de la física rebotan en las murallas que tejemos con la memoria y el deseo. Solipsismo asesino. Sólo nosotros somos reales».

7. La mirada atenta: resistir la banalización de la tragedia en la era digital

En su libro Desconfiar de las imágenes, el artista Harun Farocki plantea cuestiones esenciales para nuestra época: ¿Cómo evitar que una persona, una causa o una guerra se reduzcan a simples imágenes? ¿De qué manera la producción visual participa en la deshumanización?

En la era actual, dominada por la inmediatez visual de plataformas como TikTok e Instagram, hemos desarrollado un hábito de mirada furtiva y ansiosa. Consumimos fotografías descontextualizadas y videos informativos fragmentados, saltando en cuestión de segundos de imágenes sobre el hambre de niños en Gaza o bombardeos a refugios, a videos de gatos o caídas cómicas.

Para compensar esta disonancia cognitiva y sentir que podemos contribuir de alguna manera, practicamos un «activismo del like, las historias y el retuit». Aunque estas acciones tienen cierto valor cívico, la combinación de saturación visual y burbujas algorítmicas genera principalmente un «trauma vicario» o «trauma secundario» en nosotros: un impacto psicológico que afecta a quienes, sin experimentar directamente eventos traumáticos, quedan intensamente expuestos al sufrimiento ajeno a través de las pantallas.

No Other Land ofrece una alternativa al vórtice de la ceguera digital contemporánea. Si «la atención es la forma más rara y pura de generosidad», como dijo la filósofa Simone Weil, ver durante hora y media esta obra nos invita a habitar con atención plena el paisaje humano de un territorio en conflicto. No se trata simplemente de disputas por tierra, ríos o mares, sino de un laboratorio que refleja los modelos de mundo que podríamos habitar en el futuro muy próximo, consecuencias directas de la política que desarrolla el Gobierno de Israel en Palestina ante la mirada de sus aliados internacionales, en un ejercicio sistemático de crueldad que pondera los límites de resistencia de una sociedad civil sometida al miedo y la desesperanza. Esta experiencia nos arroja al vértigo de imaginar que con cada una de las historias de los más de 50.000 muertos civiles y miles de personas desplazadas que deja por ahora la realidad radical del genocidio en Palestina se puede hacer una película.

Al sumergirnos en esta experiencia cinematográfica, ejercitamos una imaginación moral de largo aliento. Superamos tanto la indiferencia hacia el otro como la fragmentación interna producida por la economía de la atención. Recuperamos, aunque sea por un instante, nuestra capacidad de mirada consciente y comprometida, donde nada de lo humano nos resulta ajeno y donde reconocemos que, como afirmaba Martin Luther King Jr., la injusticia en cualquier lugar del mundo es una amenaza para la justicia en todas partes.

 

No Other Land (2024), de Yuval Abraham, Basel Adra y Hamdan Ballal.

No Other Land puede ser visto en línea aquí y aquí.

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